Espiritualidad | Antonio Moreno Ruiz/VN
En Cristo se desvela todo
Evangelio: Juan
8,1-11 o bien 8,12-20
En
aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: «Yo soy la luz del mundo;
el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Le
dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es
válido». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi
testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio,
vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la
carne, yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no
estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra
ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí
mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre». Ellos le preguntaban:
«¿Dónde está tu Padre?». Jesús contestó: «Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si
me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre». Jesús tuvo esta
conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y
nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
Comentario
Hombres
y mujeres de todos los tiempos han buscado entre brumas la verdad, el sentido
de todo, el porqué del hombre si todo acaba en la muerte. Y siguen buscándolo
en la filosofía, en la ciencia… Jesús se proclama a sí mismo como la luz del
mundo, la guía para no caminar en tinieblas. Y es que él es la respuesta a
todos los anhelos del ser humano. En Cristo se iluminan todos los enigmas de
nuestra existencia: el dolor, la muerte. En Cristo resucitado, nuestra muerte
ha sido destruida, nos han sacado de la oscuridad del sepulcro y nos han
llevado a la luz. Por él y en el podemos llamar a Dios Abbá, ¡Padre!
Publicado
por Vida Nueva
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