Papa Francisco | Vatican News
Francisco: Las serpientes de la desconfianza y la violencia
amenazan la libertad y la paz
En
la Fiesta de la Exaltación de la Cruz, Francisco desde Kazajistán, donde
realiza su 38° Visita Apostólica, recuerda que Cristo crucificado es la
"serpiente que salva" y ser cristianos significa vivir sin venenos,
sin mordernos sin contaminar con el pecado y la maldad.
“Desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor,
no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón,
no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que
Dios quiere acogernos”. Estas palabras resonaron en la Plaza de la Expo de Nur Sultán,
donde miles de fieles católicos, más de 6 mil, venidos incluso de otros países
de Asia Central se congregaron para celebrar la Santa Misa en la Fiesta de la
Exaltación de la Cruz, presidida por el Papa Francisco, la primera en este 38°
Viaje apostólico a Kazajistán.
A
las 5 de la tarde, se dio inicio a la celebración eucarística en latín y en
ruso. En un altar remontado por una inmensa pero sencilla cruz de madera
tallada con la imagen de Jesucristo, el Pontífice abrió su homilía admitiendo
que, si bien “la cruz es un patíbulo de muerte, celebramos la exaltación de la
Cruz, porque “sobre ese leño Jesús ha tomado sobre sí nuestro pecado y el mal
del mundo, y los ha vencido con su amor”. Luego, el Santo Padre se inspira en
la lectura del Antiguo Testamento de hoy que narra el ataque de las serpientes
que muerden al pueblo de Israel, que, abrumado por el viaje en el desierto
hacia la tierra prometida, se queja, murmura contra Dios, pierde su confianza
en Él y en su promesa.
Las
serpientes que matan
“No es casual que, agotándose la confianza en
Dios, el pueblo sea mordido por las serpientes que matan. Estas hacen recordar
la primera serpiente de la que habla la Biblia en el libro del Génesis, el
tentador que envenena el corazón del hombre para hacerlo dudar de Dios”.
Una
trampa del diablo que en forma de serpiente tienta a Adán y Eva, engendra su
desconfianza en Dios, así como las “serpientes abrasadoras” se vuelcan sobre
los israelitas que murmuran y se rebelan “contra Aquel que les dio la vida y van
al encuentro de la muerte”, porque “hasta ahí - asegura Francisco - lleva la
desconfianza del corazón”. Una desconfianza que nos lleva a mirar, como pide
Francisco, a la propia historia personal, a todas las veces que “desalentados o
intolerantes nos hemos marchitado en nuestros desiertos, perdiendo de vista la
meta del camino”.
Las
serpientes de la desconfianza
Un
desierto que como el que cubre una buena parte del “esplendido paisaje” de la
tierra kazaja, subraya el Papa, habla también de fatiga y de aridez, incluso de
corazón.
“Son
los momentos de cansancio y de prueba, en los que ya no tenemos fuerzas para
levantar la mirada hacia Dios; son las situaciones de la vida personal,
eclesial y social en las que nos muerde la serpiente de la desconfianza, que
inyecta en nosotros los venenos de la desilusión y del desaliento, del
pesimismo y de la resignación, encerrándonos en nuestro “yo”, apagando nuestro
entusiasmo”.
Las
serpientes de la violencia
El
Santo Padre vuelve a mencionar la historia de Kazajistán, en la que “no han
faltado otras mordeduras dolorosas".
“Pienso
en las serpientes abrasadoras de la violencia, de la persecución atea; en un
camino a veces tortuoso durante el cual la libertad del pueblo fue amenazada, y
su dignidad herida”.
Una
historia de sufrimiento, de oscuridades, que no hay que eliminar de la memoria
como si fueran “agua pasada” porque, indica Francisco, “la paz nunca se
consigue de una vez por todas, se conquista cada día, del mismo modo que la
convivencia entre las etnias y las tradiciones religiosas, el desarrollo
integral y la justicia social”. La paz que para Kazajistán significa diálogo,
comprensión, compromiso y – como dijo Juan Pablo II en su visita al país
centroasiático - para “construir puentes” de cooperación solidaria con otros
pueblos, naciones y culturas.
La
serpiente que salva
El
Sucesor de Pedro vuelve al pasaje bíblico pero esta vez para hablar de la
serpiente que salva, la que Dios sugirió a Moisés para salvar a su pueblo, la
serpiente de bronce que, clavada sobre una asta, salvaría del veneno a quien la
mirara. Dios no destruye directamente las serpientes venenosas porque en su
forma de actuar contra el mal, el pecado y la desconfianza, explica el
Pontífice, desde siempre, “Dios no destruye las bajezas que el hombre sigue
libremente”, las serpientes quedan, pero algo cambia radicalmente:
“Ha
llegado a nosotros la serpiente que salva: Jesús, que, elevado sobre el mástil
de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos
conduzcan a la muerte. Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura;
si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya
dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de
la muerte, y ha derrotado su poder destructivo”.
Mirar
a Jesús crucificado
Francisco
reitera que Dios Padre, ante la difusión del mal en el mundo nos ha dado a
Jesús, que “se ha hecho cercano a nosotros”, que se ha “identificado con el
pecado” en favor nuestro, que sobre la cruz “se ha hecho serpiente” para que,
“mirándolo a Él, podamos resistir las mordeduras venenosas de las serpientes
malignas que nos atacan”. “Este es el camino, el camino de nuestra salvación,
de nuestro renacimiento y resurrección: mirar a Jesús crucificado”, insistió el
Papa.
“Desde
la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no
la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de
Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos. Y nos muestran la
fraternidad que estamos llamados a vivir entre nosotros y con todos”
Del
amor sin condiciones ni peros
El
camino de la cruz, del cristiano, no es “el de la imposición y la coacción, del
poder o de la relevancia”, sino el camino de Jesús que es salvación, “amor
humilde, gratuito y universal, sin condiciones, ni peros”.
“Sí,
porque Cristo, sobre el leño de la cruz, ha extraído el veneno a la serpiente
del mal, y ser cristianos significa vivir sin venenos. Es decir, no mordernos
entre nosotros, no murmurar, no acusar, no chismorrear, no difundir maldades,
no contaminar el mundo con el pecado y con la desconfianza que vienen del
Maligno”.
El
Santo Padre concluyó su homilía con una invitación a mirar nuevamente el
“costado abierto de Jesús en la cruz” para que no allá más veneno entre
nosotros y que “con la gracia de Dios podamos ser cada vez más cristianos, testigos
alegres de la vida nueva, del amor y de la paz”.
Una
bendición por la unidad y la paz
Al
final de la misa, el Arzobispo Metropolitano de la Archidiócesis de María
Santísima en Astana, monseñor Tomash Bernard Peta, dirigió un caluroso saludo,
en kazajo y en ruso, al Papa para agradecer su visita y pedir su bendición para
Kazajistán y Asia Central, para que todos los pueblos vivan en paz y unidad.
También al dirigirse a la Madre de Jesús, monseñor Peta recordó que en el
santuario nacional de la Reina de la Paz en Ozyornoye, en la colina de
Ahimbetau, hay una gran cruz con esta inscripción-oración:
"A
Dios - honor; A los hombres - la paz; A los mártires - el reino de Dios; Al
pueblo de Kazajstán: gratitud; A Kazajistán - prosperidad", concluyó el
arzobispo metropolitano, no son antes reiterar su pedido al Papa de bendecir al
pueblo kazajo y centroasiático.
Publicado
por Vatican News
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