Testigos de la Fe | Sebastián Sansón Ferrari
Santa Francisca Rubatto, testimonio femenino
del franciscanismo
Una emigrante, una religiosa, una hermana entre hermanas. La primera
santa de Uruguay llegó "al final de su vida consumida por la caridad y el
amor a Jesús y a los pobres"
“Sean las monjas del pueblo”, escribía la Santa Francisca Rubatto (de
nacimiento Ana María), primera santa del Uruguay, a las religiosas de la
congregación de las Hermanas Capuchinas. Nació el 14 de febrero de 1844 en
Carmagnola, Italia, y fue canonizada el domingo 15 de mayo de 2022 por el Papa
Francisco. Este fue el espíritu que inspiró su vida y su apostolado en
Montevideo, capital del Uruguay, donde por elección propia vivió desde 1892
hasta su muerte, en 1904. De hecho, en su testamento dejó escrita la siguiente
disposición: “Que mi cuerpo sea enterrado entre mis queridos pobres”.
De ella, afirma el sitio web de la congregación por ella fundada, se
escribió que “dio al franciscanismo una versión femenina moderna” y también que
“en ella reside una de las más grandes figuras del franciscanismo femenino
actual”. “Al igual que San Francisco de Asís, la Madre Francisca encontró a
Cristo en los pobres y en el sufrimiento e hizo una auténtica experiencia de la
pobreza de la Virgen”, añade la página web.
“Fue una hermana entre hermanas, más que una madre
fundadora, y vivió un celo misionero y un deseo de martirio tan profundos que
la llevaron hasta el final de su vida consumida por la caridad y el amor a
Jesús y a los pobres”.
La Congregación está presente en Italia, Uruguay, Argentina, Brasil,
Perú, Etiopía, Eritrea, Kenia y Malawi con colegios, parroquias en las que
trabajan y obras de asistencia a las personas más necesitadas. Fue fundada el
23 de enero de 1885.
Uruguaya por adopción y decisión
Al llegar a Uruguay, eligió la zona de La Teja, Belvedere, Paso de la
Arena y Barra de Santa Lucía, que en el pasado era un páramo. Santa Francisca
se mezclaba con la gente, aun con los trabajadores que iban al matadero los
domingos por la mañana, y se tomaba el tren a las cuatro de la madrugada con
ellos. Además, fue capaz de ver las necesidades de ropa, de comida, entre otras
y, con una profunda visión, decidió instalar un grupo de sus hermanas en el
barrio de Belvedere, donde se encuentra el santuario en el que hoy descansan
sus restos.
Madre Rubatto realizó, pues, un encomiable trabajo de promoción y
evangelización: logró que niñas tuvieran un oficio para ganarse la vida, para
que no fueran dependientes de sus hogares. Les enseñó a leer, a escribir, a
coser, tejer, bordar, pero también recibían una formación religiosa. Estos
talleres fundados por Francisca luego se transformaron en grandes
instituciones, como el Colegio y Liceo San José de la Providencia de Montevideo
o el Colegio San Francisco de Asís de Rosario y Buenos Aires, en Argentina.
El arte de la disponibilidad
Uno de los rasgos distintivos de Santa Francisca fue su disponibilidad
para aceptar el llamado de Dios en los desafíos que la realidad le presentaba y
actuar en consecuencia. Así lo comentó el padre Carlo Calloni, postulador de la
causa de canonización, a Radio Vaticana – Vatican News. Por ejemplo, a los 40
años a Madre Rubatto le propusieron ser la directora de una obra que surgía en
Loano, diócesis de Génova. La invitación llegó en un modo extraño según el modo
de pensar humano: “Una piedra cae de un andamio y ella rescata al albañil que
está herido y, al mismo tiempo, es llamada por un capuchino, el padre Angelico
Da Sestri Ponente, para ser la directora”, recordó el postulador.
Posteriormente confrontó la solicitud con su director espiritual y decidió
decir que sí.
Santa Francisca y San Juan Bosco
Uno de los aspectos poco conocidos de Santa Francisca fue su cercanía
con Don Bosco. De hecho, la Familia Salesiana en Uruguay profundizó en esta
cuestión y explicó la incidencia decisiva del “Padre y Maestro de la juventud”
en Santa Francisca.
Según una publicación de los salesianos en Uruguay, la hoja de vida de
la nueva santa revela “un fuerte y decisivo vínculo con Don Bosco”. Ana María,
escriben, llegó a Turín en el año 1862 después de haber perdido a casi toda su
familia, y se instaló en la casa de su hermana mayor casada y luego se fue a
trabajar con una rica condesa. “Era el tiempo en que Don Bosco estaba
trabajando en sus oratorios y ella decidió colaborar con él con esa discreción,
prudencia, amabilidad y ternura que siempre la caracterizaron”, añaden.
Las profecías de Don Bosco, puntualizan los salesianos, se cumplieron
con cabalidad y ella incorporó a su misión distintos elementos del Sistema
Preventivo como el deseo de atender a los jóvenes más abandonados para
educarlos y promoverlos para dignificar su vida.
“La primera santa del Uruguay”
El hecho de conocer a la Madre Rubatto como “la primera santa del
Uruguay” está inspirado en la denominación que acuñó el Papa San Juan Pablo II,
cuando en la ceremonia de beatificación del 10 de octubre de 1993, afirmó: “Hoy
te saludamos como la primera beata del Uruguay”.
Juan Pablo II expresó, en su homilía:
“La Iglesia te saluda, Sor María Francisca de Jesús, Fundadora de las
Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, que hiciste de tu existencia un
continuo servicio a los últimos, testimoniando el amor especial que Dios tiene
por los pequeños y los humildes. Siguiendo fielmente las huellas de Francisco,
el amante de la pobreza evangélica, aprendiste no solo a servir a los pobres,
sino a hacerte pobre y mostraste a tus hijas espirituales este modo especial de
evangelización. A medida que el Instituto fue creciendo, esta intuición inicial
se convirtió en un profundo impulso misionero que llevó a las religiosas y a su
obra a América Latina, donde algunas de sus hijas espirituales sellaron con el
sacrificio de sus vidas ese servicio a los pobres que constituye el carisma
confiado a vuestra Congregación en beneficio de toda la Iglesia”.
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