Vida Religiosa | Consuelo
Vélez
Santa Teresa:
mujer, andariega, inquieta, doctora de la Iglesia...
Cada 15
de octubre se recuerda en la Iglesia a Santa Teresa de Jesús (1515-1582),
monja carmelita, reformadora de su orden, fundadora de 16 conventos, escritora,
mística, maestra de oración. En 1970, Pablo VI, la reconoce como la
primera mujer, Doctora de la Iglesia. Es muy importante este título
porque solo se ha otorgado a 4 mujeres (Santa Catalina de
Siena, Santa Teresita del Niño Jesús e Hildegarda de Bingen, frente a más de 30
varones) pero, sobre todo, porque esa proclamación supone reconocer que
puede ser maestra de fe para todo el Pueblo de Dios.
Santa Teresa
de Jesús supo enseñar sobre la vida de oración con la bella imagen de “Las
moradas o Castillo Interior” y también con el huerto regado por el agua de
cuatro maneras distintas -que
ella reconoce como los cuatro grados de oración-. En los dos casos, la oración
no supone un rezo convencional de repetir palabras, sin saber lo que se dice, o
de pedir favores convirtiendo a Dios en un dispensador de milagros, sino
en un diálogo “con quien sabemos nos ama”, más aún, con el mismo
Jesús, tan humano, como el Jesús de la historia, con el que ella puede
conversar y experimentar que “Solo Dios Basta”.
Pero esa
doctrina sencilla sobre la oración como diálogo, como encuentro, como
conocimiento personal, como donación mutua, algunos pretenden identificarla con
prácticas de meditación más al estilo oriental -válidas para quien
encuentre en ello dominio de sí y vaciamiento de toda distracción- pero que no
tienen que ver con la enseñanza de Teresa. Los cuatro grados de oración
no son una escala ascendente que la persona puede alcanzar por medio de
prácticas de respiración u otro tipo de ascesis corporal, tampoco las
moradas son una línea recta de habitaciones a la que se va subiendo paso a
paso. En los dos casos, Teresa avisa que todo es gracia divina y
la persona no deja de experimentar su humanidad con las faltas de amor que vive
-y esa es la humildad que brota del conocimiento propio que da la oración- y
tampoco puede, por sus propios méritos, alcanzar la gracia de regar el jardín
sin el más mínimo esfuerzo de su parte, porque el encuentro con Dios es pura
gracia, puro don, puro regalo.
Para Teresa la
oración no se queda en el acto mismo de orar sino en los frutos que produce en
la persona: “la oración
no es tanto pensar mucho, sino amar mucho”, de ahí que decía a las religiosas
que, “aquello que más las llevara a amar, eso es lo que debían hacer”.
Otra manera de explicarlo era decir que “Dios estaba entre los pucheros”. Es
decir, la oración no es solamente el momento explícito en que la persona se
dispone a orar, sino que toda la vida ha de ser oración, incluidas las cosas
más pequeñas, más básicas, más cotidianas.
Asombra
también de Teresa que en tiempos en que el acceso a la Biblia era prácticamente
imposible y menos por parte de las mujeres, ella aprovecha los libros de
espiritualidad que podía leer para tener contacto con los pasajes de los
evangelios que allí encontraba. Ella, sin tener demasiada formación, es capaz de
ir a las fuentes de la revelación y nutrirse de ellas. Claro que, ante la
dificultad de acercarse mucho más al texto sagrado, también entiende que el
mismo Jesús con el que conversa en la oración, es la “Palabra Viva” a la
que puede tener acceso. Y, efectivamente, el cristocentrismo de su experiencia
de fe la lleva a decir que “Teresa es de Jesús y Jesús de Teresa”, usando
sus propias palabras en lugar de las de Pablo en la carta a los Gálatas: “Ya no
vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (2, 20).
Finalmente, Teresa
muestra que el feminismo no es cosa de algunas mujeres desadaptadas
-como algunos lo catalogan en el presente-, sino que es un movimiento que, sin
haber tenido ese nombre en épocas anteriores, si denuncia la
discriminación que han sufrido las mujeres y la forma como se les niegan sus
derechos. Santa Teresa así lo expresaba quejándose ante Jesús del
clero de su tiempo: “Confío yo, Señor mío, en estas siervas tuyas que aquí
están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentarte (…).
Pues tú no eres, Creador mío, desagradecido para que yo piense que les darás
menos de lo que te piden, sino mucho más, porque no aborreciste a las mujeres
cuando andabas por el mundo, antes las favoreciste siempre con piedad y
hallaste en ellas tanto amor y más fe que en los hombres (…) ¿No basta Señor,
que nos tiene el mundo acorraladas (…) que no hagamos cosa que valga nada por
ti en público, ni osemos hablar de algunas verdades que lloramos en secreto,
para que no vayas a oír petición tan justa? No lo creo yo, Señor, de tu
bondad y justicia, que eres justo juez y no como los jueces del mundo, que como
hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan
por sospechosa (…) porque veo los tiempos de manera, que no hay razón para
desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”. Teresa vive
en el contexto donde las cosas de mujeres no se valoran y se desechan, pero
ella no puede imaginar, de ninguna manera que Dios se porte igual que los
jueces de este mundo, a los que con una fina ironía describe como “hijos de
Adán y, en fin, todos varones”. Este párrafo fue borrado del manuscrito original
y descubierto hace relativamente poco, porque en su época la censura no podía
permitir una acusación tan directa, como hoy tampoco se acepta fácilmente
prefiriendo desacreditar cualquier voz que se levanta denunciando este mundo
patriarcal en el que todavía vivimos.
Celebrar a
Santa Teresa no es solo recordar su memoria sino recibir su legado y llevarlo a
la práctica.
Efectivamente, en estos tiempos recios, como los que ella vivió,
sigue siendo urgente que las mujeres de fe trabajemos por la igualdad
fundamental de mujeres y varones en la sociedad y en la iglesia y por vivir una
espiritualidad transformadora, por fidelidad al reino de Dios anunciado por
Jesús, donde la oración sea fuente de vida y compromiso y, en ningún
momento, alienante y desentendida del mundo que vivimos.
(Foto
tomada: https://alfayomega.es/la-santa-andariega-que-fascino-al-papa-caminante/)
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