La Iglesia Hoy | P. José Pastor Ramírez/LD
Conmemorar los santos y los difuntos
En
la liturgia cristiana católica el mes de noviembre evoca la memoria de nuestros
seres queridos difuntos y la veneración y honra de los santos y de los
mártires.
En
el día de los fieles difuntos rezamos por aquellos que han concluido su
permanencia en el tiempo. Sin embargo, el mes inicia, no con la conmemoración
de los fieles difuntos, que es el día 2, hoy, sino con la gozosa celebración de
todos los santos, el día 1. Es decir, que los cristianos anteponemos la vida a
la muerte.
Dos
conmemoraciones seguida una de otra; por ello, bastantes personas confunden
ambas celebraciones. Sin embargo, no se pueden negar sus semejanzas y sus
diferencias. Son dos celebraciones que hablan de la fe en la vida eterna.
Aunque
ambos días nos colocan frente a lo ineludible de la muerte, ofrecen, al mismo
tiempo, una manifestación de la vida. Mientras una, el día de santos, nos sitúa
delante de aquellos que han alcanzado la plenitud de su llamada a la unión con
Dios, la otra, el día de los difuntos, hace coincidir nuestros pensamientos y
sentimientos hacia quienes han muerto, esperando alcanzar la plenitud del amor
en la unión con Dios.
Dos
conmemoraciones de la Iglesia que, de algún modo, “prolonga su vida” en los
santos y también para aquellos que están preparando esta vida en Dios. La
Iglesia, en este día, recomienda orar por los difuntos. Según el Papa emérito
Benedicto XVI: “Rezar por los difuntos es una obra buena, que presupone la fe
en la resurrección de los muertos, según la sagrada Escritura y, de modo pleno,
el Evangelio”.
Por
otra parte, el día de todos los santos es una conmemoración que nos recuerda
que Dios, en virtud del bautismo, nos ha llamado a ser santos. La santidad
consiste en hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por
amor a Dios; vivir la alegría en un mundo triste, alimentar la esperanza en un
mundo desesperanzado y deprimido.
Ofrezco,
además, tres conceptos que conviene recordar y clarificar, en vista de su
correcto uso: Dulía o Veneración viene del griego doulos que quiere decir
servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los
ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido
de Dios. Este es el culto que los cristianos tributamos a los santos a través
de la oración y de la imitación de sus virtudes. No veneramos a la imagen, sino
a lo que representa esta. La hiperdulía o veneración que es el culto especial
que reservamos para la Virgen María por ser la madre de Dios. Por último, la
latría o adoración viene del griego latreia, que significa servicio a un amo,
al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se
rinde sólo a Dios.
El
día de todos los santos y el día de todos los difuntos están unidos entre ellos
como “la alegría y las lágrimas” porque conectan con la vida.
Publicado
por Listín Diario
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