Reflexión | P. José Pastor Ramírez/LD
Educa quien ama
Los
griegos han identificado, básicamente, tres tipos de amor: erótico (amor
pasional e impulsivo), philia (se expresa a un amigo o a un familiar) y ágape
(un amor espiritual, incondicional, puro y desinteresado). Por otra parte, el
Papa Francisco en la Encíclica Fatelli tutti, presenta, al menos, siete tipos
de amor: Universal (106-111), civil y político (180-182), social (183),
efectivo (183-185), elícito (186), imperado (186) y amor de ternura (194-195).
Don
Bosco y otros santos al hablar del tema en cuestión aluden al amor philia y al
amor ágape. El Santo Turinés, dio vida a la pedagogía del afecto o del amor
porque estaba convencido de que el amor ha de reflejarse en el modo de ser y de
hacer. Asimismo, la vocación educativa requiere de especialistas en la
pedagogía del afecto, porque se tendrá que lidiar con educandos que han pasado
por circunstancias diversas y extremas. Por consiguiente, Don Bosco edificó su
método educativo sobre la relación afectiva entre educador y educando.
“Familiaridad, afecto y confianza” fueron, en efecto, las tres palabras claves de
su pedagogía. La familiaridad conduce al afecto. La educación solamente puede
verificarse en el afecto y con el afecto, que se exterioriza “en palabras,
hechos e incluso en la expresión de los ojos y del rostro”. Para Don Bosco la
relación “institucional” educador-educando ha de realizarse en un clima de
familiaridad. Y, conviene evitar la burocracia y el autoritarismo. En cualquier
relación el abuso de poder destruye el vínculo afectivo entre las partes
sembrando desconfianza y, en consecuencia, generando reacciones agresivas. Lo
mismo acontece en la familia y en la relación de esposos.
Reprimir
es fácil: se vigila atentamente y, si se da la transgresión, se inflige el
castigo. Por supuesto, se evita el desorden, pero nadie se hace mejor; el
castigo suscita amargura, resentimiento, ira y un rencor que jamás se olvida.
El
superior salesiano no ha de ser un “patrón”; no puede “querer” solo porque es
superior. Más que cabeza de superior, conviene tener corazón de padre. El
director “debe ser como un padre en medio de sus hijos. Efectivamente, en el
lenguaje salesiano, el término “superior” es sinónimo de “educador”, en el
sentido de “padre, hermano y amigo”. Los jóvenes en una casa salesiana verán a
los compañeros, como sus hermanos y a los educadores, como a sus padres. De ahí
que, decía Don Bosco: para ganar el corazón del joven “procura hacerte amar
antes que hacerte temer”.
Juan
Bosco fue el pedagogo del amor, precisamente porque estaba convencido de que el
amor es el gran educador. No se puede enseñar sin amar. “La verdadera pedagogía
se alimenta del amor. Es decir, “la educación es cosa del corazón”; por lo
cual, “si el educador no llega a conquistar el corazón del joven, su obra es
vana. Si el joven no abre su corazón al educador, la educación fracasa”. Don
Bosco se convirtió para los muchachos en: padre, amigo y hermano. Todo lo logró
con: la amabilidad, los buenos modales, la serenidad y la compasión.
Publicado
por Listín Diario
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