Actualidad Mundial | Antonella Palermo
Gallagher: Individualismo y utilitarismo
falsean la democracia
Lectio del secretario para las Relaciones con los Estados sobre el tema
de la democracia según la sabiduría de los Papas en el escenario internacional
actual, en el ámbito del congreso "Democracia para el bien común. ¿Qué
mundo queremos construir?", organizado por la Facultad de Ciencias
Sociales de la Gregoriana
¿Qué es la democracia y qué se puede hacer para conservarla? Monseñor
Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, habló
de ello en la lectio magistralis "La democracia según la
sabiduría de los Papas en el escenario internacional actual", en el
contexto de la conferencia "Democracia para el bien común. ¿Qué mundo
queremos construir?", organizada por la Facultad de Ciencias Sociales de
la Pontificia Universidad Gregoriana.
Negative politics (políticas negativas)
"Lamentablemente, hoy parece que lo que impulsa la soberanía
popular, la garantía de libertad e igualdad para todos los ciudadanos, es
la negative politics, la deslegitimación de las propuestas de los
demás, sean cuales sean, para maximizar los objetivos individuales y el
consenso, pero poco se notan los esfuerzos por buscar la unidad. El
individualismo y el utilitarismo parecen ser las únicas respuestas a la
necesidad de felicidad que consolidan estructuras de falsa
"democracia".
Así lo afirma el prelado en la lectio en la que
considera la influencia cristiana en la elaboración de la teoría democrática
moderna y contemporánea. Recordando cómo la Charta Caritatis (1119)
puede considerarse el primer manifiesto para una convivencia civil democrática,
monseñor Gallagher subraya que la democracia es, precisamente, el servicio a la
unidad sinfónica de un pueblo, fruto del compromiso de crear unidad. Repasa la
complejidad de la cuestión citando al cardenal Ratzinger, que hablaba del
derecho como expresión del interés común, y se inspira en los pensadores
alemanes Harmut Rosa y Eric Weil.
Donde la sociedad es acelerada, prevalece la
política de los rencores
Monseñor Gallagher se pregunta si el fenómeno de la movilidad humana
influye sobre la firmeza del vínculo entre los individuos, que se convierten en
aglomeraciones de individuos distanciados entre sí, cuando no competitivos y
mutuamente hostiles. En particular, explica cómo la aceleración de nuestra
época crea un cortocircuito por el que los cambios parecen no tener dirección
real. Mientras que – señala – el proceso democrático es necesariamente
múltiple: garantizar que los argumentos de todos se canalizan hacia la
representatividad es algo que lleva tiempo. La consecuencia es obvia, según el
secretario para las Relaciones con los Estados:
“En la política moderna, incluso más que en el
pasado, no es el poder del mejor argumento el que decide las políticas futuras,
sino el poder de los rencores, de los sentimientos instintivos, de las
metáforas y de las imágenes sugestivas”
Destaca asimismo lo que denomina el "giro estético de la política:
los políticos y los grupos ganan las elecciones porque son “cool”, y no
porque hayan articulado ideas, programas y tesis". En este contexto, la
política no logra ir más allá de las necesidades económicas. De ahí que monseñor
Gallagher hable de "sacrificar todas las energías políticas e individuales
en el altar de la competencia socioeconómica".
La sabiduría de los Papas
Monseñor Gallagher echa una mirada retrospectiva hasta León XII y pasa a
través de Pío XII, que denunció cómo "la crisis de los totalitarismos fue
causada por haber separado la doctrina y la práctica de la convivencia social
de la referencia a Dios y por haber pisoteado el carácter sagrado de la persona
humana, centro de imputación del orden social".
Con este pontífice – declara monseñor Gallagher – la doctrina social de
la Iglesia ha asimilado plenamente la democracia. Y las encíclicas sociales
posteriores se moverán en este surco. También recuerda la contribución en este
sentido de Juan XXIII y de Juan Pablo II llegando al Papa Francisco que, cuando
era cardenal, en el 2011, escribió sobre la degeneración de la política, el
vaciamiento de la democracia y la crisis de las élites.
En las posiciones del futuro Papa argentino se percibe de inmediato una
"vibrante exigencia ética, un llamado a la responsabilidad de todos,
especialmente de quienes conducen los gobiernos, para que nos comprometamos a
superar un estado de cosas que ya no es aceptable ni sostenible". En
definitiva, el Papa Francisco propone que la democracia se construya de manera
sustancial, participativa y social. De hecho, insistía en la necesidad de no
conformarse con una “democracia de baja intensidad”.
En este sentido, monseñor Gallagher recuerda los famosos discursos del
actual Pontífice en Grecia (2021), donde subrayó cómo el remedio para una
revitalización de la democracia no reside en la búsqueda obsesiva de
popularidad, en la sed de visibilidad y la proclamación de promesas imposibles
o en la adhesión a colonizaciones ideológicas abstractas, sino que reside en la
buena política como responsabilidad suprema del ciudadano y el "arte del
bien común". Este es el estilo político verdaderamente democrático de
Francisco, que, recuerda monseñor Gallagher, ya especificó en el Parlamento
Europeo en el 2014.
La democracia: sistema de libre discusión en
evolución
"La democracia no excluye en absoluto las oposiciones políticas,
económicas, sociales, religiosas e ideológicas. Al contrario, se nutre de
ellas”, precisa monseñor Gallagher, deteniéndose en el hecho de que no puede
haber democracia en una nación que no esté unida por valores comunes y que no
reconozca como deseables determinados objetivos. Entre las cuestiones que
plantea el prelado está el hecho de que "una mayoría puede unirse en torno
a un programa de exterminio de todos aquellos que se opongan o que se hayan
opuesto a la victoria del pensamiento y de la pasión mayorita".
¿Seguimos en democracia en este caso?". El tema crucial es que la
democracia no resiste todas las tensiones, todas las injusticias. Hablando de
la arquitectura de la democracia, monseñor Gallagher indica tres elementos que
deben interactuar, de lo contrario el sistema se derrumba: base teórica,
estructura social y marco legal. En particular, en la lectio señala
que:
“El Estado es el marco jurídico de toda esta
sociedad, pero no la absorbe: sólo la dirige, la coordina, la integra y, donde
sea necesario, la sustituye”
Tres patologías de las democracias modernas
Además, ilustra estas enfermedades reales: la decadencia o corrosión producida
por la ruptura del vínculo vital que debe unir consenso y verdad; las
degeneraciones oligárquicas y, digamos, lobista de la democracia; las derivas
asistencialistas y burocráticas del Estado social.
Más inquietante y corrosiva es la primera, según monseñor Gallagher. A
saber, la relación entre consenso y verdad. El restablecimiento de esta
relación en su justa interpretación requiere la convicción de que la regla del
consenso está subordinada a un criterio de verdad básico, por tanto, al apego a
verdades e ideales profundos y compartidos. De ahí que es necesaria la
asimilación práctica de esta convicción por parte de las conciencias y de la
comunidad. Por último, es muy importante la asidua alimentación práctica de un
entramado de virtudes civiles generalizadas.
En conclusión, subraya monseñor Gallagher que, si fracasara el buen
gobierno, con la ausencia de cualquier regla de vida social, sólo reinarían la
violencia, la destrucción de edificios y de campos, los incendios y la muerte.
Refiriéndose a la Alegoría del Buen Gobierno, concluye señalando las virtudes
en las que inspirarse constantemente: paz, fortaleza, prudencia, magnanimidad y
templanza flanqueadas por las virtudes teologales. Todo esto lo resumió muy
bien el Papa Francisco en su discurso al Cuerpo diplomático (de enero de este
año): "Construir la paz en la verdad significa, ante todo, respetar a la
persona humana".
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