Jueves de Cine | Juan Orellana
Purgatorio. Entre el cielo y la tierra. Un tema
tratado en muy pocas ocasiones
El director polaco Michal Kondrat vuelve al mismo
estilo documental que desplegó en Dos coronas,
un filme sobre san Maximiliano Kolbe del que dimos cuenta en estas páginas.
Ahora es el purgatorio el objeto de su indagación cinematográfica. La tesis
central es muy sencilla: es necesario orar por las almas del purgatorio para
que puedan gozar de la paz definitiva en presencia de Dios. La película parte
de la pregunta universal por lo que le sucede al ser humano tras la muerte, una
pregunta presente desde las religiones más antiguas y a la que casi siempre se
ha dado la misma respuesta: el alma humana pervive tras el trance de la muerte
biológica. En ese sentido, las llamadas experiencias cercanas a la muerte, con
el famoso túnel, son experiencias que sugieren que hay una dimensión espiritual
que puede existir independientemente del soporte físico del cerebro.
Ciertamente en algún momento la película vierte algunas afirmaciones que no
pasan de ser meras hipótesis interesantes, pero que en ningún momento deben ser
consideradas doctrina dogmática de la Iglesia. En otros casos, el documental
desarrolla aspectos objetivos del catecismo de la Iglesia católica, como el del
Juicio Final, entendido siempre desde la misericordia, y la necesidad de
perfeccionarse en el amor en el purgatorio. Aunque la palabra purgatorio no es
adoptada por la Iglesia hasta finales del siglo XV, los cristianos siempre
habían orado por los difuntos en la Eucaristía. Como afirma el teólogo
Alexander Posacki, esa vida del alma tras la muerte no es un
proceso «natural», sino que está necesariamente vinculada a la idea de
salvación de Dios, a un último acto de libertad, de elección, al hecho de la
existencia de un cielo y un infierno.
El documental cuenta con varias recreaciones
dramatizadas. La más importante se refiere a la mística polaco-ucraniana
Stefania Fula Horak (1909-1993), que fue visitada a menudo por el alma de la
mística santa Magdalena Sofía Barat (1779-1865), así como por Juan Bosco,
Teresa de Lisieaux, el Cura de Ars, Juana de Arco o la mística Ana Catalina
Emmerick. Según las visiones de Fula Horak, el purgatorio estaría constituido
por círculos, al estilo de La Divina Comedia,
cada uno de los cuales purificaría distintos tipos de pecados.
Otra dramatización importante es la del padre Pío,
quien, junto a imágenes de archivo, relata sus sacrificios por las almas del
purgatorio. O la de san Stanislao Papczynski (1631-1701), que tenía raptos
místicos que le llevaban al purgatorio. Y, por supuesto, la de Faustina
Kowalska. Pero el filme también cuenta con dramatizaciones actuales de ficción,
como la de un joven cuyo padre ha fallecido o la de una mujer maltratada que va
a la tumba de su maltratador a rezar por él.
En el documental —en el que intervienen
neurólogos, teólogos, sacerdotes y religiosos— también se aborda la cuestión de
las almas de los suicidados y de los niños abortados, así como la doctrina
cristiana sobre el espiritismo. Una cinta que da que pensar.
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