Rincón de la Palabra | P. Santos Monción
La
ruah en el Antiguo Testamento
La palabra hebrea ruah quiere decir
algo más que «soplo». Los especialistas en lenguas semíticas han buscado para
esta palabra una raíz que significa «soplar». De hecho, la raíz del
termino ruah significa el espacio, la distancia (Gn 32,17),
incluso el vacío. De esta raíz proceden dos nombres uno que es el espacio
perfumado, el olor, el reah, el otro es el espacio neutro,
invisible, impalpable, la atmósfera exterior al hombre, o la ruah. En
el Sal 104, 30, el salmista le dice a Dios «Tú envías tu ruah, ellos
son creados y tú renuevas la faz de la tierra». Los hombres y los animales son
«soplos de vida» necesitan de la ruah para respirar y vivir.
El Señor la puede quitar (Gn 6,3; Sal 104, 29) y entonces el hombre muere.
Pero esta atmósfera es un elemento muy extraño en
varios aspectos. Puede ser tranquila, ligera o violenta, azulada o sombría y
envuelta en nubarrones. Los Israelitas distinguieron entre la ruah silenciosa,
que roza la piel (Job 4, 15), y la ruah violenta que «parte
las montañas y destroza las rocas» (1Re 19,11). La ruah ligera
será a veces un «espíritu. El viento puede ser un viento del este que
agosta los campos y trae los saltamontes del desierto (Ex 10, 13), o el viento
fresco del oeste que viene del mar y los expulsa (Ex 10,19). De aquí vendrán
las imágenes bíblicas de la ruah como soplo o viento.
Espacio vital y vida humana
Pero la ruah sigue siendo ese espacio
vital que Dios posee (Gn 6,3) y del que participa el hombre mientras vive. En
relación con este elemento vital es también como se expresa su modo de vida, su
temperamento. Cuando le falta espacio vital, el hombre es «corto de ruah», es
decir, impaciente e irascible (Prov 14,29), del mismo modo, el orgulloso
es «alto de ruah», mientras que el humilde es «bajo
de ruah» (Prov 29, 33). El que tiene tiempo por delante
es «largo de ruah» (Ecl 7,8), mientras que el angustiado
es «estrecho de ruah» (Job 7,11). Uno es «duro de ruah», cuando
no le impresionan las palabras que oye (1Sam 1,15; Dt 2,30); «amargo
de ruah», cuando el ambiente familiar le resulta ingrato (Gn
25,35); «frío de ruah», cuando no participa de una
excitación colectiva (Prov 17, 27).
Diferentes sentidos de la
palabra
Vemos, pues cómo, aunque conserva la misma palabra
para designar la fuerza vital de que depende el hombre, la Biblia le da diversos
sentidos. Entre ellos destacan:
1.- Es la fuerza vital excepcional que el
Dios le da al jefe que ha escogido para salvar a su pueblo, y especialmente al
«ungido del Señor», al vástago de Jesé, nuevo David, no solamente «reposa sobre
él» el espíritu, como don permanente y no transitorio como para Saúl (1Sam
16,14), sino que «hace respirar» en torno a él ese espíritu que inspira el
temor de Dios (Is 11,1-3)
2.- La palabra toma un
sentido psicológico, sobre todo bajo la influencia de la corriente
sapiencial. Hemos visto varios ejemplos. A menudo la ruah del
hombre no es más que su modo de participar en el ambiente vital que le rodea.
Pero se hablará también de la ruah propia del hombre. Cuando
se le da a Saul el espíritu de Dios, en 1Sam 10, se dice solamente que se
convierte en «otro» hombre, con «otro» corazón (vv.6.9). Mientras que en Ez
36,26s, cuando Dios pone su ruah, su Espíritu en el hombre, este
adquiere un corazón nuevo y una nueva ruah (cf. Ez 11,19;
18,31). Dios es el «Dios de los espíritus de toda carne» (Nm 16,22)
3.- A partir del sentido de atmósfera, el término
toma un sentido muy físico para designar el viento, el vendaval que
destruye o el aire ardiente del desierto (Job 1,19; Jr 4,11-13). El Sal 104,
después de evocar de forma más o menos mítica a Dios cabalgando «sobre las alas
del viento», indica a continuación (pasando del singular al plural) que los
vientos son mensajeros, ángeles de Dios (Sal 104,3-4)
4.- El término toma, incluso, un
sentido cósmico cuando se habla de las cuatro ruah del
mundo, que son los cuatro puntos cardinales (Ez 37,9; 1Cro 9,24).
5.- Finalmente, se precisa un
sentido teológico. Si hay un Espíritu del Señor, hay además otros
espíritus en el mundo. Pertenecen a la corte divina (1Re 22,21) y pueden dañar
al hombre, así, el satanás del prólogo de Job o el espíritu malo que viene
sobre Saúl después de habérsele dado a David el Espíritu del Señor (1Sam 16,14).
ADH 878
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