Actualidad Latinoamericana | Lucas Schaerer
Jorge Ignacio García Cuerva: «La
parroquia tiene que ver con lo que pasa en el barrio»
El nuevo arzobispo de
Buenos Aires propone un proceso público de perdón y reconciliación en Argentina
Jorge Ignacio
García Cuerva tiene 55 años y, por lo tanto, pueden quedarle por delante 20
años como arzobispo de Buenos Aires, donde inició su ministerio el 15 de julio.
En su primer acto celebró Misa en la periferia, en el barrio popular Ciudad
Oculta. Esa actitud va de la mano de su personalidad.
Hace unos días fue el
primer arzobispo de Buenos Aires que caminó los 60 kilómetros de la
Peregrinación Juvenil a Luján. ¿Su concepción de una Iglesia en salida es
andando?
Cuando era párroco en El Talar, localidad de Tigre, entre 2006 y 2013,
trabajamos con la gente la idea de que «la parroquia es el barrio». Entendíamos
que la comunidad tenía que ver con lo que pasaba en el barrio. Por eso nos
articulamos con la delegación municipal, el centro de salud, las organizaciones
barriales. Acuñamos aquello de ser «callejeros de la fe». Después, hermosamente
lo vi citado en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco. Esa idea de callejeros de la fe que en
definitiva es ser cristianos de lunes a lunes y no solamente los domingos.
Lo que he
intentado como obispo en mis anteriores diócesis es acompañar a nuestra gente
donde se desarrolla la vida: en un barrio, en una peregrinación, en otros
sectores sociales. Buenos Aires tiene el hermoso desafío de la
multiculturalidad, de enormes diferencias, contradicciones que pueden ser
tensiones creativas que nos ayuden a vivir más la fraternidad y el Evangelio.
Como insistió hace poco el Papa en la JMJ, «en la Iglesia hay lugar para
todos». Creo que es una consigna hermosa. Quiero que en la archidiócesis todos
encuentren un lugar, ser el arzobispo de todos.
Bio
- 1968: Nace el 12 de abril en Río Gallegos
- 1989: Tras hacer pastoral en barrios populares ingresa
en el seminario
- 1997: Se ordena en la diócesis de San Isidro
- 2017: Es nombrado obispo auxiliar de Lomas de Zamora
- 2019: El Papa lo envía como obispo a Río Gallegos
- 2023: Es nombrado arzobispo de Buenos Aires
¿Es difícil serlo
sabiendo que muchos están contra el Sucesor de Pedro?
Una causa de
esto es la cultura argentina: sabemos de todo. Durante el mundial de fútbol le
dábamos consejos al seleccionador. Creo que también le enseñamos a Bergoglio lo
que tiene que hacer. Lo mejor que podríamos hacer es leer a Francisco,
compenetrarnos con su magisterio, que es increíble, con una densidad teológica
brutal y unas orientaciones pastorales impresionantes. Pero seguimos
discutiendo si sonríe o no a un presidente, cuánto tiempo dedica a cada uno o a
quién manda un rosario.
¿Cómo ve las
elecciones del día 22?
Los procesos
electorales los vivo siempre con mucha esperanza, a pesar de la situación tan
crítica que hoy está atravesando nuestro país. Creo que en las elecciones
primarias de agosto la gente expresó su cansancio, hartazgo y enojo. No hay que
enfadarse con el cartero, sino hacerse cargo del mensaje. Hay cansancio,
hartazgo y enojo por algo. Sin opinar de ninguno de los candidatos, creo que
hay que hacernos cada uno responsables de ver lo que la gente dice con ese
mensaje y qué puedo hacer con él. La dirigencia empresarial, religiosa y
política argentina tiene que escuchar con humildad el mensaje de la gente y
actuar en consecuencia. Si Argentina en 1975 tenía un 4 % de pobreza, y hoy más
del 40 %, habiendo gobernado todos, debemos pedirle perdón a nuestra gente y
pedirnos perdón.
En su primera homilía
pidió «no seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza».
También ha llamado a sanar la herida social.
Hablo de
heridas y no de grietas porque las heridas duelen, pero también se pueden sanar
desde la reconciliación. Debemos sacar el perdón y la reconciliación de la esfera
privada y llevarlos a una política pública en la cual, asumiendo los errores y
todo lo sucedido, nos demos otra oportunidad como argentinos.
Ha afirmado que le alegró
el nombramiento del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, para el Dicasterio
para los Obispos. ¿Tienen desafíos y visiones comunes?
De momento mi
vínculo con él es pequeño porque nos vimos solo en la Misa del 29 de junio,
cuando el Papa nos entregó el palio. Pero como hemos experimentado los dos
algunas críticas fuertes por nuestros nombramientos, también nos unieron esas
heridas y cuando nos abrazamos parecía que nos conocíamos hace mucho. Quedó
pendiente una charla más extensa, una visita de él a Buenos Aires. Y él me invitó a
Madrid.
¿Cómo intenta escuchar
siendo un arzobispo de una gran ciudad?
Le pido a Dios que me dé la capacidad de «ser un místico con ojos abiertos».
Del proceso sinodal en Buenos Aires salió la certeza de que Dios vive en la
ciudad. Quiero encontrarme con ese Dios. Sé que depende de la agudeza visual,
auditiva, también de la apertura mental y de corazón, de sostener preguntas y
tensiones, de poder animarme a decir: «No sé», y de que la realidad me
interpele.
Se confiesa con el
capuchino Luis Pascual Dri,
recién creado cardenal. ¿Qué le ha aportado y qué cree que nos está diciendo
Francisco eligiéndolo?
Nos conocimos
por la devoción que tengo a la Virgen de Pompeya, en cuyo santuario vive.
Cuando tenía examen de Derecho Canónico iba caminando y pedía a los curas
celebrar Misa. Así lo conocí. Fue el primero que se enteró de que iba a ser
obispo en Lomas de Zamora. Me acompañó mucho. Cada vez que me abraza siento que
su abrazo es el del Padre misericordioso. Con él, sacerdote en un santuario de
las afueras de Buenos Aires, Francisco nos apunta una vez más a las periferias.
También a la fidelidad de quien, con 96 años, sigue al pie del cañón. Es un
claro testigo de la misericordia de Dios, él regala el perdón de Dios todo el
tiempo. Y por último, soy testigo de que allí escucha, recibe y bendice a
todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...