Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Vio una viuda pobre que echaba dos monedillas
Lunes de la 34ª
semana del tiempo ordinario / Lucas 21, 1-4
Evangelio: Lucas 21, 1-4
En aquel
tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el
tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas y
dijo:
«En verdad os
digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han
contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa
necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Comentario
Nos dice Lucas
que «Jesús, alzando los ojos, vio» una escena en el templo. Andaba, pues,
cabizbajo. Quizá algo contristado, sumido en el pensamiento de su misión. El
destino de la Cruz absorbe cada vez más sus sentimientos y pensamientos. Comienza
a devorar ya todas sus energías. Porque le va a exigir todo. Tiene que darse
por entero. Su vida entera. Por momentos le asalta la sensación de estar siendo
robado: le quitarán la vida, le matarán; así lo ha dispuesto el Padre. La
fatalidad es angustiante y a veces parece que pueda fagocitarle.
Pero «alzando
los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio
también una viuda pobre que echaba dos monedillas». Aquella escena le rescató
de los juegos de la imaginación, y le permitió recuperar su libertad: nadie le
roba la vida, es Él que la entrega. Ante los poderosos Él es como esa pobre
viuda; parece impotente por la aparente pequeñez de su gesto, pero está dándolo
todo: «En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, porque
todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Dándose por
completo es como recupera la sensación de una libertad que nunca le había sido
arrebatada. Cuando damos las migajas, cualquier desprendimiento nos da la
sensación de usurpación. Pensamos que nos quitan la vida, que nos quitan el
tiempo, que nos quitan las fuerzas. Ya sea en el terreno afectivo, en el
laboral o en el pastoral. Pero cuando nos entregamos sin reservas, cuando damos
toda nuestra vida es cuando cada gesto de entrega se convierte en un acto
plenamente libre: porque la vida toda solo puede darla la libertad, nadie puede
quitárnosla, ni tan siquiera la muerte.
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