Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Si el Hijo os hace libres, sois
realmente libres
Miércoles de la 5ª semana de Cuaresma / Juan 8, 31-42
Evangelio: Juan 8, 31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían
creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad
discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Le
replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos
de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
—«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete
pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se
queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé
que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra
no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero
vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron:
—«Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo
Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad
que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace
vuestro padre». Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un
solo padre: Dios». Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo
salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me
envió».
Comentario
«La verdad os hará libres». Mientras no se conoce la
verdad, y uno anda en la mentira, la misma capacidad de elección es una
esclavitud; porque tener que escoger cuando aquello que se escoge no sirve para
nada y no llena el corazón es un castigo: «todo el que comete pecado es
esclavo». La libertad solo tiene sentido como realización de la propia vida, y
en el desconocimiento de la verdad de la propia vida, la libertad vive
condenada a vagar inútilmente. Pero ¿cuál es la verdad de la vida capaz de
librar la libertad de su desatino?
El amor. «Si el hombre pudiera decir lo que ama, / […]
/ la verdad de sí mismo, / que no se llama gloria, fortuna o ambición, / sino
amor o deseo, / yo sería aquel que imaginaba; […] / Libertad no conozco sino la
libertad de estar preso en alguien / cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío /
la única libertad que me exalta, / la única libertad por que muero. / Tú
justificas mi existencia: / si no te conozco, no he vivido; / si muero sin
conocerte, no muero, porque no he vivido» (L. Cernuda).
La única verdad que libera es el amor. El amor que nos
engendró, que ha creado nuestra vida. Y el amor con el que amamos. El amor es
la verdad de la vida, porque no habría vida sin amor y porque la vida se
realiza en el amor verdadero. Ser o no ser amado es la medida de la vida, y
amar o no amar es la medida de la libertad. Por eso, la relación con Jesús es
la verdad que libera, que libera de la perdición y del pecado, y da sentido a
la vida: «si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres». Y, por lo mismo,
la libertad consiste en amarle allí donde nos lo indique: «Si permanecéis en mi
palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres».
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