Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Apacienta mis corderos, pastorea mis
ovejas
Viernes de la 7ª semana de Pascua / Juan 21, 15-19
Evangelio: Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después
de comer con ellos, le dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú, sabes que te quiero». Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera
vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo:
cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas
viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar
gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».
Comentario
Las dos primeras veces Jesús le pregunta a Pedro si
le ama: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pero las dos veces Pedro le responde que quiere a Jesús: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». No es un juego de palabras, aunque en
castellano la diferencia entre amar y querer no exprese demasiado. Pero la traducción al
castellano ha querido guardar la diferencia de verbos en el griego original:
cuando el texto castellano usa el verbo amar está
traduciendo el amor total y extremo de Dios, capaz de entregarse hasta la cruz
(agapé); pero cuando el texto castellano se sirve del
verbo querer, está traduciendo el amor de amistad (filo). Así, en las dos primeras preguntas, Jesús le
pide el amor extremo que Él ha tenido con Pedro; pero en sus dos respuestas,
Pedro contesta apocado que no es capaz de quererlo con ese mismo amor, sino
sólo como amigo.
De ahí, que en su tercera pregunta Jesús se rebaje y
le pregunte a Pedro si le quiere como
amigo: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». La correspondencia al amor de Dios
no se da en nosotros por elevación, sino porque Jesús se rebaja. Se pone a la
altura de nuestras capacidades y nos pide el querer que
somos capaces de dar. Se hace amigo nuestro, y camina junto a nosotros, para
que en esa amistad, poco a poco durante toda nuestra historia, nuestra vida se
transforme en una entrega total y extrema: «Señor, tú conoces todo, tú sabes
que te quiero», le contesta Pedro. Jesús conoce el corazón de
Pedro, y el nuestro. Y sabe que ese querer pobre
que somos capaces de profesar puede llegar a expresar en toda una vida el amor
definitivo a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...