Evangelización | Luis Guillermo Gómez Batista
La vid y los sarmientos
Al pasado 28 de abril, V Domingo de Pascua correspondió
el texto bíblico del discurso de Jesús sobre la vid y los sarmientos tomado al
inicio del capítulo 15 del Evangelio de Juan. Es uno de los últimos mensajes de
Jesús a sus discípulos antes de su pasión. Durante esta semana se ha ido repitiendo este
hermoso pasaje evangélico que vale la pena reflexionar. Así comienza el texto: “Yo
soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en
mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto” (Jn. 15,
1-2).
¿Nos podemos imaginar qué es una vid y qué es un sarmiento?
Para entenderlo hay que pensar ¿de dónde se extrae el vino? De las plantas de uvas
o vides. Hay muchos tipos de uvas, entre las cuales se ubica la Vitis vinifera
(Vid), de la que provienen la mayoría de las uvas cultivadas en el mundo, siendo
natural de la Europa Mediterránea y Asia Central. La vid es una planta
trepadora, leñosa, con frutos en racimos que llamamos uvas. En cambio, los
sarmientos son los hijos, de tallos largos, nudosos, flexibles de la vid de los
que retoñan las uvas.
Habiendo diferenciado lo que es una vid de un sarmiento,
puedo entender que los sarmientos no son autosuficientes y por esto necesitan
totalmente de la vid para que la energía del árbol pase a sus tallos. La invitación
de Jesús es a permanecer en él usando el ejemplo de la vid y posicionándonos a
nosotros como los sarmientos. “Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que
permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden
hacer nada”. (Jn. 15, 5)
El ejemplo de la vid y los sarmientos es una imagen muy
contemplativa siendo descifrable en diferentes culturas. El teólogo alemán Alsem
Grün en su libro “Jesús, puerta hacia la vida” explora qué en el Antiguo
Testamento, la viña es una imagen del pueblo de Israel. Jesús al comienzo del
texto bíblico se autodenomina como “la vid verdadera”. Él es el verdadero
Israel. En Jesús se realiza la promesa del pueblo de Israel: En que Dios moraría
en medio de él y que el pueblo de Dios cumpliría la ley y de esta manera daría
fruto.
Grün continúa, la vid es una imagen que también les
gustaba a los griegos, siendo Dionisio el dios del vino y del éxtasis. Sin el éxtasis,
el hombre decae: permanece unido a su yo, encerrado. Grün recalca lo que dice John
Sanford en su libro “Das Johannes evangelium: einetiefenpsycholgische
Auslegung” sobre la tarea esencial de la religión: “ayudar al hombre a
buscar el verdadero éxtasis. Esto significa ofrecer caminos por los que uno
pueda llegar a abandonar las estructuras y los límites habituales en los que
normalmente nos encerramos”. Sigue comentando Grün que Juan nos muestra a
los cristianos el camino del éxtasis, que nos conduce más allá de nosotros
mismos. Por medio de la unidad con Cristo, hacemos saltar las fronteras del yo
y entramos en contacto con “la creatividad ilimitada de nuestro centro interior”.
Cristo como el verdadero Dionisio, nos libera de la estrechez de miras de la
religión de la ley y nos conduce a una “ética de la creatividad”. (Berdiaev)
Alsem Grün termina expresando que la imagen de la vid y
los sarmientos enuncia el lado alegre de nuestro camino espiritual. La meta de
nuestro camino es el éxtasis, la alegría en la unidad con Dios y podamos regocijarnos
como nos dice Jesús en que “la gloria de mi Padre está en que den mucho
fruto, y sean mis discípulos” (Jn. 15, 8).
A Jesús, “la vid verdadera”, agradezcamos porque
él nos ha alimentado con su Palabra y pidámosle al Padre, “el viñador”, que
nos pode con dulzura para dar más frutos y permanecer en éxtasis con Cristo como
auténticos discípulos. “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran y lo conseguirán” (Jn. 15, 7).
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