Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Juan es su nombre
Lunes. Natividad de San Juan Bautista, solemnidad /
Lucas 1, 57-66. 80
Evangelio: Lucas 1, 57-66.
80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz
a un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho
una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ochos días vinieron a circuncidar al niño, y
querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería
que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:
«Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y
empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos y se comentaban
todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían
reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía
en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.
Comentario
Se comenzó a celebrar este día el nacimiento de San
Juan para cristianizar la fiesta pagana del solsticio de verano. El dios sol
debía ser sustituido por quien es la Luz. Y las hogueras encendidas en el día
del nacimiento de San Juan debían servir para apuntar con el fuego que ardía en
su corazón hacia el nacimiento de Cristo nueve meses después.
«Pues ¿qué será este niño?». Se preguntaban las
gentes. Tal era el espectáculo de su nacimiento que pensaron que venía por sí
mismo. Como después los que le oyeron predicar y se dejaron bautizar llegaron a
pensar que Juan era el mesías. ¡Tanto fuego había en su interior!
En ese sentido, debemos interpretar también todas
nuestras pasiones vitales como precursoras de la luz de Cristo. Cuando nuestro
corazón arde —ya sea por algo que nos emociona, por el amor que sentimos por
alguien— está prefigurando el fuego que Cristo provocará en nosotros. El amor a
la vida es un eco del Amor de Cristo. Toda pasión por la vida en nosotros
anuncia a quien es la Vida. «El deseo de luz produce luz», escribió Simone
Weil. Los deseos de nuestro corazón, que iluminan la vida, anuncian la Luz del
mundo.
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