lunes, 1 de julio de 2024

Curaciones, Divinidad y Humanidad


Espiritualidad | Alcedo A. Ramírez

 


Curaciones, Divinidad y Humanidad

 

Uno de los rasgos esenciales del Cristianismo, a diferencia de otras creencias políticas y religiosas, reside en el hecho de que nosotros los cristianos creemos y seguimos a una persona, no a una ideología o concepción cualquiera de la realidad o de la vida. En tal sentido, Cristo Jesús resulta ser el objeto, principio y fin de nuestra religiosidad, la cual debe ser experimentada y vivida desde esta perspectiva de conocimiento y seguimiento de Jesucristo. Esta es la gran característica distintiva nuestra.

 

Por estos motivos es que la Iglesia Católica puede exhibir un gran número de personas que por sus actitudes y comportamientos de vida pueden ser considerados como Santos de Dios, lo que enriquece el panorama general del Cristianismo y le otorga un sitial especial en la Cultura Universal y de casi todos los países en que se encuentra. También estos Santos, de manera muy heroica y gloriosa, han contribuido enormemente a la difusión y expansión del Credo Católico a toda la geografía mundial, dejando rastros de vidas ejemplares cristianas.

 

En los últimos días hemos celebrado las fiestas de grandes santos, que vivieron en los primeros siglos después de Jesucristo y que hicieron grandes aportes a la cultura cristiana, entre los que mencionamos a los Santos Pedro, Pablo, Cirilo de Alejandría y San Ireneo. Las vidas de estos santos pueden servir de ejemplo a las generaciones de sus épocas y futuras, pues todos pudieron mostrar el seguimiento a las enseñanzas de Cristo Jesús, sus normas de vida y la búsqueda de la perfección y la santidad aquí en la tierra.

 

Los aportes de estos santos a la difusión y expansión del Cristianismo en todo el mundo no pueden dejar de reconocerse permanentemente, ya que constituyen las bases para muchas de las enseñanzas y vivencias que hoy seguimos observando en nuestras vidas y comportamientos, entre los que podemos resaltar la convicción de la Divinidad de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, la aceptación fiel de que La Virgen María es la Madre de Dios, por ser Madre de Jesús, el reconocimiento de creencias y doctrinas contrarias a las cristianas verdaderas, entre otras.

 

Hoy queremos resaltar la figura y el accionar del verdadero protagonista de nuestra historia y de nuestras vidas, Nuestro Señor Jesucristo, quien pasó haciendo el bien, curando las heridas y sanando las enfermedades de las gentes, por amor, dedicación y servicio al prójimo. Esta manifestación de vida le pudo asegurar el seguimiento de muchas personas que querían ser sus discípulos, pero que seguramente estaban influenciados por la euforia del momento y la grandeza de los actos realizados por Jesús. Conociendo esta realidad, el Cristo les aclara la dureza del camino.

 

Primero vino el Letrado que le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. Pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza, le respondió Jesús. Con esta respuesta se quiere enfatizar que la responsabilidad de Jesucristo y de cualquiera de sus seguidores tiene que ser la entrega permanente al trabajo misionero, en beneficio de las almas que esperan el conocimiento y la conversión de Cristo para salvarse. Los seres humanos y los animales necesitamos tener un lugar seguro al cual volver, después de que hemos realizado nuestras obligaciones, quehaceres y trabajos. No así el Hijo de Dios, que permanece siempre en su Misión Redentora y Salvadora. También debemos actuar de esa manera los que queremos seguir a Jesucristo.

 

Luego apareció otro que era discípulo de Jesús y le dijo: “Senior, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos. De esta manera queda muy claro que el discípulo de Jesucristo tiene una prioridad en la vida, sobre todas las demás cosas, seguir a su Maestro y Salvador.






 

 

 

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