martes, 11 de marzo de 2025

En el 8 de marzo reconozcamos al Mayor defensor de la Mujer


Actualidad | Yris Rossi

 


En el 8 de marzo reconozcamos al Mayor defensor de la Mujer

 

No hay mérito que deba negarse a las luchas de las mujeres que, con sus manos labradas por el esfuerzo, abrieron caminos de justicia en fábricas, en calles, en hogares de angustia y pan escaso. No hay nombre que deba callarse cuando se trata de recordar a quienes alzaron la voz para reclamar la dignidad que les fue arrebatada. Pero en este día, cuando el mundo se viste de púrpura y consignas, es preciso alzar los ojos hacia Aquel que, sin ejército ni pancarta, fue el mayor defensor de la mujer.

 

Fue Él quien, con un gesto de amor y verdad, detuvo las piedras que ya volaban sobre la mujer adúltera, recordando a sus acusadores que la pureza no es un disfraz de condena, sino un espejo que a todos revela. Fue Él quien, en la calidez de un pozo y el misterio de un agua viva, calmó la sed espiritual de la Samaritana, mostrándole que su historia no la condenaba, sino que la llamaba a la luz.

 

No despreció a la mujer pecadora, no la humilló con miradas de juicio, sino que, dejando que sus lágrimas mojaran sus pies, se dejó hundir en la ofrenda de su amor. Sanó a la mujer de flujo de sangre, no solo devolviéndole la salud, sino también la dignidad de ser vista, tocada, reconocida. En la ofrenda silenciosa de la viuda pobre, halló la grandeza de un corazón que da sin medida.

 

En la casa de la mujer cananea, donde la desesperación pedía un milagro, Él no solo respondió, sino que encendió la esperanza de una fe inquebrantable. A la niña enferma no la dejó en el sueño de la muerte, sino que la llamó por su nombre y la levantó, porque la vida no se resigna a la tumba cuando el amor la sostiene.

 

Y cuando la sombra de la cruz cedió al resplandor del tercer día, fueron mujeres las primeras en ver la victoria de la vida sobre la muerte, las primeras en llevar la noticia que cambiaría el mundo, las primeras en ser mensajeras de la esperanza.

 

Liberó a mujeres de cadenas invisibles, de demonios que ataban el alma y el cuerpo, pero, sobre todo, se encarnó en el vientre de una Mujer. En María halló refugio la divinidad, en su sí floreció la redención, en su carne tomó forma la Salvación.

 

Hoy, que la historia sigue buscando justicia para la mujer, no olvidemos que el amor que dignifica no empezó en un parlamento ni en una marcha: comenzó en un corazón que nunca discriminó, que nunca oprimió, que nunca temió exaltar a la mujer. Aquel que es Resurrección y Vida sigue siendo su mayor defensor.






 

 

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