miércoles, 5 de marzo de 2025

Sofía, Mateo y las Tres Llaves


Fe y Vida | Yris Rossi

 


Sofía, Mateo y las Tres Llaves

 

Sofía y Mateo eran dos hermanitos curiosos. Siempre hacían preguntas: ¿por qué brilla el sol?, ¿por qué las aves cantan?, ¿quién hizo las estrellas?

 

Un día, mientras jugaban en el bosque, vieron una luz dorada bailando entre los árboles. Intrigados, la siguieron hasta encontrar a un anciano de barba blanca, sentado junto a un viejo libro.

 

—¿Qué es esa luz? —preguntó Mateo.

 

El anciano sonrió.

 

—Es el misterio del mundo. Si quieren entenderlo, necesitan tres llaves.

 

Sofía y Mateo se miraron con emoción.

 

—La primera llave es la fe —dijo el anciano—. Ella les ayudará a ver lo invisible, a sentir que hay algo más grande que todo lo que conocen.

 

Los niños tomaron la llave, y en ese instante, sintieron una calidez en el pecho, como un abrazo invisible que los hacía sentirse seguros y amados.

 

—La segunda llave es el corazón —continuó el anciano—. Con ella aprenderán a escuchar, a comprender lo que no se puede medir, a ver con los ojos del alma.

 

Al tomar la segunda llave, Sofía y Mateo oyeron el susurro del viento, entendieron la dulzura del canto de los pájaros y sintieron que todo estaba conectado.

 

—Y la última llave —dijo el anciano— es la ciencia. Ella les mostrará cómo funcionan las estrellas, los ríos, los árboles y hasta su propio cuerpo.

 

Los niños tomaron la tercera llave y, de repente, el cielo se llenó de figuras: el sistema solar, el vuelo de las aves, los colores del arcoíris. Todo tenía un orden, una armonía perfecta.

 

—Ahora tienen las tres llaves —dijo el anciano—. Con ellas podrán descubrir el gran misterio: que todo ha sido creado con amor, y si buscan con el corazón abierto, siempre encontrarán la verdad.

 

Los niños sonrieron, y entonces el anciano agregó con voz suave pero firme:

 

—Y la misión más importante de todo ser humano es adorar al Creador de todo esto, a Dios, porque Él es el origen y el destino de toda la belleza que han descubierto.

 

Desde ese día, Sofía y Mateo siguieron explorando el mundo con sus tres llaves, sabiendo que la fe, el corazón y la ciencia los llevaban siempre a la misma verdad: todo en el universo tenía un propósito, y el mayor de todos era amar y honrar a Dios.






 

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