Evangelización | Héctor López Alvarado*
Jesús se identifica como el
Buen Pastor
Reflexión para
el Cuarto Domingo de Pascua – Domingo del Buen Pastor (Juan 10, 27-30). La voz
de Jesús nos habla hoy: escuchar, ser conocidos-amados y seguir.
Hemos llegado
al cuarto domingo del tiempo pascual, y con gozo seguimos proclamando que
Cristo ha resucitado, que Él vive y es nuestro Buen Pastor, que nos conoce por
nuestro nombre, nos ama con ternura y nos guía con firmeza por el camino de la
vida.
Este domingo
es conocido como el Domingo del Buen Pastor, y en él la Iglesia celebra también
la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, una oportunidad preciosa para
pedir por todas las vocaciones al servicio del Evangelio: sacerdotales,
religiosas, laicales, y matrimoniales.
El Señor nos
llama, a cada uno, a ser parte de su rebaño, y a vivir la propia vocación como
una respuesta de amor y como una misión de esperanza.
La vocación,
en cualquiera de sus formas, es el modo en que Dios nos invita a realizar el
sueño de amor que tiene para cada uno de nosotros.
Por eso, este
tiempo pascual es una ocasión privilegiada para escuchar su voz y seguirlo como
peregrinos de esperanza.
Iniciando esta
cuarta semana de Pascua, pidamos al Señor la gracia de escuchar su voz,
dejarnos conocer por Él, y seguirlo con corazón confiado. Sólo así podremos
vivir la alegría pascual como testigos del Resucitado en medio del mundo.
Clave de
lectura (Juan 10, 27-30)
El Evangelio
de hoy forma parte de las enseñanzas de Jesús pronunciadas durante la fiesta de
la dedicación del Templo en Jerusalén, y recogidas por San Juan en el capítulo
10.
En ese
contexto sagrado, Jesús se presenta como el Pastor verdadero que cuida, guía y
protege a su rebaño. Algunos comentaristas señalan que probablemente Jesús se
encontraba en el atrio del templo, un espacio rodeado, tal vez evocando un
redil, y desde allí sería, desde donde Jesús pronunció estas palabras que
revelan su identidad divina: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y
ellas me siguen”.
Este breve
pasaje del evangelio es continuación de una enseñanza profunda en la que Jesús
se identifica como el Buen Pastor.
Y esta
afirmación nos interpela hoy como cristianos: ya que no se puede decir que
seguimos a Cristo si no escuchamos su voz.
Veamos nuestra realidad
En nuestro
tiempo, marcado por un cambio de época, nos encontramos rodeados por muchas
voces que reclaman nuestra atención.
Voces que
prometen seguridad, felicidad y éxito, pero muchas veces son falsas esperanzas,
construidas sobre el poder, el dinero o el placer.
Vivimos en una
cultura del ruido, del exceso de información, de las redes sociales, donde a
menudo se propagan mentiras disfrazadas de verdad, y donde lo superficial
parece más atractivo que lo profundo.
Estas voces —a veces dulces, otras ensordecedoras— nos van alejando de la voz de Jesús, que nos habla con suavidad desde el corazón, con palabras de vida eterna.
Hoy más que
nunca necesitamos detenernos, hacer silencio interior, y aprender a reconocer
la voz del Buen Pastor en medio del bullicio del mundo. Sólo su voz nos conduce
a la vida plena.
¿Cómo ilumina nuestra realidad la Palabra de Dios y el
Magisterio de la Iglesia?
El Evangelio
de este domingo nos ofrece 3 palabras, como una clave luminosa para discernir
entre tantas voces, la voz de Jesús que nos habla hoy: escuchar, ser
conocidos-amados y seguir.
Jesús no solo
nos llama por nuestro nombre, sino que nos conoce íntimamente, conoce nuestras
luchas, nuestras heridas, nuestros anhelos y nuestras debilidades. Y a pesar de
todo, nos ama y nos invita a seguirlo.
El verdadero
discípulo es aquel que escucha y sigue a Jesús, incluso cuando el camino no es
el más cómodo ni el más popular. Jesús nos propone una relación viva, afectiva,
y transformadora. Como ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones 2025: “La vocación es un don precioso que
Dios siembra en el corazón, una llamada a salir de nosotros mismos para
emprender un camino de amor y servicio. Y cada vocación en la Iglesia —sea
laical, al ministerio ordenado o a la vida consagrada— es un signo de la
esperanza que Dios pone en el mundo y en cada uno de sus hijos”.
Responder a
esta llamada nos llena de esperanza, porque nos hace descubrir que nuestra vida
tiene un propósito y una misión, un camino que hemos de recorrer con paciencia
y alegría mientras vivimos como peregrinos de esperanza en este mundo,
permitiendo que sea Cristo Resucitado quien nos transforme, como bien decía el
Siervo de Dios Mons. Guglielmo Giaquinta, fundador del Movimiento Pro
Sanctitate: “¿Cómo podemos recorrer el camino de la santidad? ¿Puedo hacerlo
con mis fuerzas? Es Dios quien nos hace santos, es la acción del Espíritu Santo
que nos anima desde dentro es la vida de Cristo Resucitado que nos transforma”.
La voz de
Jesús, nuestro Buen Pastor, es siempre voz de esperanza, y por eso es tan vital
escucharla y seguirlo.
¿A qué nos invita el Evangelio de hoy?
Este Evangelio
nos invita a compromisos concretos para vivir como verdaderas ovejas del Buen
Pastor en este Año Jubilar de la Esperanza: Hacer silencio para escuchar.
Reservar unos minutos al día para orar, leer el Evangelio y afinar el oído del
corazón.
Seguir a Jesús
con fidelidad. No basta escuchar: hay que actuar. Revisar nuestras decisiones
diarias y preguntarnos si están en sintonía con el Evangelio
Ser misioneros
digitales: usar las redes para compartir luz, verdad, caridad y esperanza.
Combatir la desinformación con la verdad evangélica.
Ser testigos
de esperanza: vivir con la certeza de que nadie puede arrebatarnos de las manos
del Buen Pastor, y por eso, irradiar confianza, paz y alegría.
Conclusión
En este Año
Jubilar, como peregrinos de esperanza, caminamos con la firme convicción de que
Jesús Resucitado, nuestro Buen Pastor, está presente entre nosotros.
Vivimos
tiempos complejos, pero también llenos de oportunidades para dar testimonio.
Escuchar su
voz entre tantas otras requiere valentía y amor, y seguirlo exige coherencia y
entrega. Como decía el Papa Benedicto XVI: “No estamos hechos para la
comodidad, sino para la grandeza”. Y esa grandeza se concreta escuchando,
siguiendo y confiando en Jesús, nuestro Buen Pastor que da la vida por sus
ovejas.
Que esta
Pascua nos fortalezca en ese camino, y que cada día podamos decir con alegría:
“Yo escucho su voz, Él me conoce, y yo lo sigo”.
*Obispo
auxiliar de Guadalajara - México, y presidente de CEPCOM
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