Vaticano | Padre Francisco Díaz S.J.
La Sagrada Familia
Los primeros capítulos del Evangelio según San Lucas nos
presentan los nacimientos de Juan y de Jesús. Si
realizamos una lectura atenta y pausada, notaremos los detalles de ternura y
alegría que moldean a los personajes. En un sentido especial, el nacimiento de
Jesús muestra el cumplimiento de la promesa de Dios, de revelarse plenamente a
toda la humanidad representada en Isabel y Zacarías, María y José, los
pastores, Ana y Simeón. Todos ellos esperaron con calma y nunca perdieron la
esperanza.
En el caso de Simeón, poco importa la demora.
No se frustra ni se desencanta. Simeón, de avanzada edad, tiene la sabiduría
acumulada por los años y sabe que el Salvador del mundo se presentará en el
templo de forma humilde y silenciosa. Por eso reconoce al recién nacido en los
brazos de María. Y, al verlo, abraza a nuestro Señor y reza que ha llegado
el momento de irse en paz, porque ha visto al Salvador quien será luz para las
naciones. De igual manera la profetisa Ana, quien servía en el Templo, ayunando
y orando sin cesar, da gracias a Dios por ese niño.
Ni Simeón y Ana tendrán la oportunidad de verificar o de
comprobar si sus profecías acerca del niño recién nacido de
una pareja pobre se cumplirán. Pero, saben algo, ellos no necesitan
comprobarlo. Tienen fe y, a pesar de la edad avanzada, están llenos de
esperanza. El niño no ha pronunciado ni una sola palabra y no ha realizado
ninguna obra y, Simeón y Ana, saben que será de bendición para todos los
pueblos.
El Evangelio finaliza explicando que Jesús crecía lleno de sabiduría
y que la gracia de Dios estaba con él. Te
invito a que tu oración de estos días sea la de pedir la gracia de tener, como
Simeón y Ana, una mirada contemplativa, una mirada llena de esperanza.
Comentario del Padre Francisco Díaz S.J.,
del Evangelio según San Lucas 2, 22-40, correspondiente a este Domingo 27 de
diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia.
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