Reflexiones | Gabriel Ma. Otalora
Demos
gracias a Dios
Los
finales años así como los principios del siguiente son momentos propicios
para dar gracias a Dios de una manera especial. Es verdad que 2020 ha
sido un año especialmente negativo para casi toda la población, que hemos
soportado una pandemia mucho más grave de lo que al principio se pensaba. El
mundo entero ha visto como la noticia principal era el seguimiento de
contagios y muertes y los esfuerzos por minimizar la realidad. Así las cosas,
no pocos cristianos ni se han parado a pensar en lo positivo que ha ocurrido en
sus vidas, abrumados como estaban, por esta tragedia comunitaria que ha
impactado sin tregua en la salud y la economía.
Pues
bien, la primera buena noticia para dar gracias a Dios es la vacuna. No va
a ser el antídoto que elimine el virus pero es un punto de inflexión radical a
la hora de domeñar la pandemia y sus efectos. Ha sido un tiempo récord el que
ha logrado la comunidad científica en lograrla, como nunca antes se había
logrado en tan pocos meses. Y no solo una, sino varias. La segunda excelente
noticia, es que vivimos en una zona del mundo donde tiene dinero para pagarla.
El
Papa, siempre atento a los más desvalidos, ha dicho alto y claro que “No
podemos dejar que el virus del individualismo radical nos venza y nos haga
indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas”. Que “las leyes del
mercado y las patentes” no se antepongan a “las leyes del amor y de la salud de
la humanidad” a la hora del reparto de las inyecciones para frenar el virus.
Sin ningún mérito por nuestra parte, el haber nacido “aquí” en lugar de “allí”
supone tener acceso a unidades especializadas en la covid-19, atención médica y
vacunas. No deja de haber motivos de preocupación, pero hagamos sitio al
agradecimiento y oración de petición por los que peor lo tienen, solidarizados
en su realidad mucho menos favorable. Que no nos coma el veneno de la
indiferencia, la falta de solidaridad y el agradecimiento por los dones
recibidos sin ningún mérito por nuestra parte.
Esta
realidad dolorosa de la pandemia es una buena piedra de toque para detenernos
a reflexionar sobre lo que diariamente no damos gracias a Dios, sencillamente
porque lo consideramos lo más normal del mundo… aunque muchos millones de
personas lo perciben como una quimera. Me refiero a lo que para muchos de
nosotros son pequeñas cosas de cada día y para otros muchos son estadios de
bienestar inalcanzables o que hace tiempo han dejado de experimentar: un café
caliente antes de ir a trabajar, una lectura gratificante, un fin de semana
para descansar, una familia a la que amar, ropa, calzado, amistades,
vacaciones, tres comidas al día… Como afirma David Steindl-Rast. Una vez que
dejamos de darlo todo por sentado, nos sorprendemos de todo lo que nos rodea,
lo cual nos lleva a ser más agradecidos. La sorpresa es el punto de
partida de la gratitud.
Para
este monje benedictino nonagenario, “atrapado” por la pandemia en Argentina
desde hace meses, es obvio que si queremos ser felices, hay que ser
agradecidos. La idea de gratitud está en el corazón de todas las religiones
pues la gratitud es una experiencia que nace en el corazón de los seres humanos
cuando descubrimos que la vida es un don, que el estar vivos es un
regalo. Si lo que nos toca vivir no es algo de lo que podemos estar
agradecidos, como por ejemplo la pobreza humana, la violencia, una traición de
un amigo, la destrucción de la naturaleza o ver la corrupción de ciertos
políticos, no estaremos agradecidos por estos hechos, pero sí por la
oportunidad que nos da la vida en ese momento para hacer algo. El momento
presente es un regalo. Y el regalo no es la situación no deseada, sino que es
la oportunidad de poder hacer algo con ella.
Demos
gracias a Dios como oración recordando lo que nos parece un derecho diario al
que no prestamos la mínima atención hasta que nos falta en actitud de
escucha al Espíritu para ver lo que puedo hacer con todo eso que ya poseo
y otros, quizá a mi alrededor, no tienen.
Publicado en Eclesalia:
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).
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