La
Familia | Diácono Julián Tavárez
Promesa
de amarse en el Amor de Dios
El amor
de los seres humanos encuentra en la fe su plenitud. Por eso las parejas viven
el amor desde Dios como un sí que compromete cada día. Se han prometido amor
para siempre, mutua fidelidad en las buenas y en las malas, en la salud y en la
enfermedad. Quienes dan ese paso se comprometen en el diario vivir, conscientes
de que un proyecto responsable y fundamentado enfrenta cada día las situaciones
donde se puede echar atrás y decir no, o mirar juntos hacia delante y decir sí.
Ese sí se ha dado en la promesa en el amor de Dios y se hace concreto en la
vida.
Solo amándose con todas sus consecuencias la pareja puede realizar proyectos de vida y sueños de amor
Es en ese
amor donde las parejas van asegurando el futuro de la sociedad y el bienestar
de las personas. El matrimonio es la primera, indispensable, insustituible
escuela de vida y amor. Pero el matrimonio no es una aventura fácil; requiere
esfuerzo y generosidad. El sueño de amor matrimonial es persistente y fuerte;
es la causa más grande de felicidad personal; pero tiene sus fragilidades, como
todo lo humano. Está sometido al desgaste del tiempo, al acecho de la rutina, a
la tentación de la ensoñación.
Nuestra
sociedad hoy prefiere lo rápido, lo inmediato, no quiere promesas a largo
plazo, no quiere compromisos que aten para toda la vida. Y le da prioridad al
individualismo, a alcanzar las propias satisfacciones, el éxito rápido. Si la
pareja sigue esa corriente mundana no puede asegurar que va a mantener su
promesa de amor ante Dios.
Sin la
aceptación responsable del amor no existe un proyecto de vida permanente, que
supere dificultades y alcance realizaciones. Solo amándose con todas sus
consecuencias la pareja puede realizar proyectos de vida y sueños de amor. Y
así ambos se sienten acompañados, tienen el entusiasmo para seguir adelante y
vivir con el peso de las dificultades, pero también con la gracia del don de
Dios que los hace permanecer en el amor.
Muchas
preguntas llegan cuando se presentan obstáculos, pero si hay amor y esperanza
se mantiene la motivación. El amor facilita caminos, permite el acompañamiento
en las situaciones de la vida. Los matrimonios jóvenes deben reconocer esta
realidad y buscar no solo apoyo mutuo, sino consejería, acompañamiento,
conocimiento de las vidas y experiencias de quienes ya han recorrido un largo
camino.
La
promesa de amor y fidelidad dada en el sacramento supone vivir bajo la gracia
de Dios, la confianza en su presencia y el apoyo de la comunidad de fe, lugar
donde la pareja ha hecho su promesa esponsal. Pero también tienen que buscar
los medios de permanecer en esa promesa. La pareja sabe que el amor es un
proyecto constante, como una planta que debe ser regada para que llegue a ser
lo que está llamada como árbol frondoso, fecundo.
Hay
muchos problemas internos y externos a la pareja que amenazan la permanencia en
el amor y la fidelidad. No cesan las noticias de violencia conyugal. Más bien
parece que aumentan en nuestras sociedades. Escuchamos con frecuencia los
feminicidios, los divorcios, los maltratos físicos y verbales que amenazan la
vida conyugal y la estabilidad familiar. Muchas relaciones que se iniciaron con
mucho amor y confianza terminan en destrucción del otro o de la otra, en
anulación espiritual y psicológica y, en muchos casos, hasta en la muerte.
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