Reflexión | Revista CR
Acoger para hacer camino
¿Qué acoger? En coherencia con lo dicho
anteriormente, hay cosas, acontecimientos, resultados, que no prevés, no
esperas, y se dan… hay que ponerlos en su sitio, hay que afrontarlos. Cuando
llegan no llaman a tu puerta, entrar, se presentan, y lo mejor es encontrar,
descubrir su significado, su razón de ser y, consecuentemente, cambiar lo que
haya que cambiar para que no puedan interrumpir, sin permiso, la ejecución de
nuestros proyectos, la realidad de nuestros objetivos, el sentido de nuestras
opciones, el caminar coherente y sincero de nuestras acciones y relaciones.
Acoger, para hacer camino, para definirse,
desarrollar y crecer en la vida, para hacer la vida. Acoger, con libertad,
abrigada por principios, valores, experiencias, creencias, historia y
memoria.
Acoger con responsabilidad, que amplía la propia
sabiduría. El responsable que acoge los resultados se da la oportunidad de
descubrir caminos, otras soluciones, que le enriquecerán. Un error puede ser
una oportunidad.
¿A quién acogemos? Para empezar, no rechacemos a
nadie, pero ¿quiénes son los más urgentes, preferentes, necesitados?
Hemos tenido la oportunidad, una vez más, a raíz
de haber sufrido la borrasca filomena, de comprobar dónde estaban las máquinas
para hacer transitable las calles, dónde se ponía el servicio de recogida y
limpieza, a quién no le falto ningún servicio, de luz, de agua, etc. Una vez
más, las diferencias eran evidente, los poderosos los primeros… ¿Qué y quiénes
son lo más urgente?
Acoger, aprendiendo del Maestro: ¿Dónde ponía sus
ojos? ¿Dónde ponía el corazón?... Todo lo que existía era amado por el Hijo de
Dios, para Él todo era obra del Padre. El hombre Jesús de Nazaret no ocultó su
opción preferencial (no excluyente) por todas aquellas víctimas de la
injusticia, la enfermedad, el abandono, la denigración: los “pequeños” que no
pueden ser excluidos del amor de Dios. Y poner los ojos y el corazón en los
“pequeños” no consiste sólo en declarar y reconocer su dignidad ante Dios, sino
también denunciar las causas, solidarizarse a favor de que las condiciones
materiales, culturales, políticas, religiosas… cambien en favor de los
“pequeños”.
“Quien
acoge a uno de estos niños en atención a mí, a mí me acoge. Quien me acoge a
mí, no es a mí a quién acoge, sino al que me envió.” (Mc 9,37)
Y es que el amor al prójimo resulta, en la
práctica, lo mismo que el amor a Dios: “Así cuando diste de comer al
hambriento, diste de beber al sediento, acogiste al extranjero, vestiste al
desnudo, cuidaste al enfermo o visitaste al encarcelado…, todo eso lo hiciste
con Dios. Y cuando te negaste ayudar al hambriento, al sediento, al desnudo,
cuando no recibiste al extranjero o cuando ignoraste al enfermo y al
prisionero, dejaste de hacérselo a Dios, tanto si fuiste consciente de ello
como si no. La identificación de Dios y el prójimo no podía haber sido
expresada de un modo más vigoroso y eficaz.” (Albert Nolan)
Revista CR: ACOGER. “Quien acoge a uno de esos
‘pequeños’ a mí me acoge… Acoge a quién me envió” (Mc 9,37)
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