Casa de Luz | Lic. Juan
Rafael Pacheco
Cuando Dios calla
En el norte de Europa
circula la leyenda de Haakon, un buen hombre que cuidaba una ermita en la que
había un gran Jesús crucificado.
Un día, Haakon dijo a
Jesús: “Señor, quiero padecer por ti. Permíteme ocupar tu puesto. Quiero
reemplazarte en la Cruz.”
“Siervo mío, accedo a tu
deseo, a condición de que, suceda lo que suceda y veas lo que veas,
permanecerás siempre en silencio.”
“¡Te lo prometo, Señor!”
Nadie advirtió el trueque.
Nadie reconoció al ermitaño, colgado de los clavos en la Cruz, ni al Señor
ocupando el puesto de Haakon, quien por largo tiempo fue fiel a su
promesa.
Un día llegó un rico a
orar y dejó olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló.
Luego un pobre, horas
después, se apropió de la cartera.
Tampoco dijo nada cuando
un muchacho se postró ante él para pedirle su gracia, antes de emprender un
largo viaje, justo cuando el rico volvió buscando su cartera.
Al no hallarla, acusó al
muchacho de habérsela cogido y lo maltrató duramente.
Entonces
sonó una fuerte voz: “¡Detente!” El rico vio sorprendido que la imagen le
hablaba, defendiendo al joven y amonestándolo por la acusación sin fundamento.
Totalmente confuso, salió corriendo de la ermita, al igual que el joven, quien
tenía prisa por correr al puerto y emprender su viaje.
Tiempo después quedó la ermita a solas. Cristo dijo a Haakon: “Baja de la Cruz.
No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.”
“Señor, ¿cómo iba yo a
permitir semejante injusticia? “.
Jesús ocupó la Cruz
nuevamente. “Tú no sabías que al rico le convenía perder la cartera, ya que
llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad
de ese dinero para su familia. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado,
sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje, que para él resultaría
fatal. Justo ahora acaba de zozobrar el
barco y ha perdido la vida. Tú no sabias nada. Yo sí. Por eso callo.”
Y el Señor nuevamente
guardó silencio.
¡Cuántas veces en la vida
nos preguntamos por qué razón Dios no contesta nuestras oraciones!
Muchos quisiéramos que Él
nos respondiera lo que deseamos oír y que lo hiciera rápidamente. Pero Dios no
es así.
Y es que Dios nos responde
aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo aún cuando calla.
Su silencio son palabras
destinadas a convencernos de que Él sí sabe lo que está haciendo. En su silencio Él nos dice con amor:
“¡Confía en Mí, que Yo
bien sé lo que hago!”.
Dice el Padre Fernando
Pascual que nos cuesta entender ese misterio de la oración “no escuchada”. Se
trata de confiar hasta el heroísmo, cuando el dolor penetra en lo más hondo del
alma, porque vemos cómo el sufrimiento hiere nuestra vida o la vida de aquellos
seres que más amamos.
En esas ocasiones necesitamos recordar que no hay lágrimas perdidas para el
corazón del Padre que sabe lo que es mejor para cada uno de sus hijos. El
momento del “silencio de Dios” se convierte en el momento del sí del creyente
que confía más allá de la prueba.
Entonces se produce un
milagro quizás mayor que el de una curación muy deseada: el del alma que acepta
la Voluntad del Padre y que repite, como Jesús, las palabras que decidieron la
salvación del mundo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).
Bendiciones y paz. ADH 854
Mis cuentos
aparecen publicados en Catholic.net
Este cuento
aparece publicado en la página 171 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y cuentos para ser feliz”. Disponible en Papelería Villa Olga, teléfono 809 583 4165,
Santiago; Librerías Paulinas, La Sirena y Librería Cuesta.
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