sábado, 29 de mayo de 2021

La Fiesta de Nuestra Señora


Espiritualidad | Reflexión MSC





La Fiesta de Nuestra Señora 

Como cada año, celebrada la Novena a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, hoy nos disponemos a celebrar su fiesta, que la Iglesia ha propuesto en el calendario litúrgico, que celebremos el último sábado del mes de mayo.

 

La devoción y espiritualidad mariana con el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, comenzó con el proyecto de fundación de la congregación Misioneros del Sagrado Corazón, que se cristalizó en diciembre del año 1854.

 

El padre Julio Chevalier y el pequeño grupo de sacerdotes que con él iniciaron esta obra, rezaron una Novena a María, confiando a ella el propósito de fundación. Pidieron y recibieron una “señal” de que su empresa no era simplemente el deseo de un grupo de devotos, que Dios le pedía la fundación de un grupo misionero que anunciara por todas partes el amor misericordioso manifestado en Jesús.

 

Junto a uno de sus primeros compañeros, el padre Maugenest rezó esta Novena a María Inmaculada desde el 30 de noviembre al 8 de diciembre de 1854, haciendo la promesa de que en el caso de que su oración fuera oída: “Propagarían la devoción al Corazón de Cristo y harían, por todos los medios posibles, que María fuera conocida y amada de una manera especial”.

 

En la Carta Pastoral de nuestros obispos, del 21 de enero de este año 2021, la conferencia episcopal señala rasgos de la Virgen María que es importante recordar, celebrar y anunciar en esta fiesta mariana que celebramos el último sábado del mes de mayo, con el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Algunas expresiones de la Carta Pastoral nos indican la vocación y misión de María de Nazaret, la madre de Jesús.

 

“María es modelo de discípula misionera e intercesora a favor de sus hijos, en ella se refleja el rostro de una mujer discípula del Señor”, nos dicen los obispos.

 

La imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón nos indica hacia dónde dirigir nuestras vidas, como discípulos del Señor para alcanzar la plenitud de nuestro discipulado. En la imagen de Nuestra Señora ella lleva en brazos al niño y nos indica su corazón: recordamos el episodio en Caná: “Hagan lo que él les diga”. María y Jesús están íntimamente unidos en el amor. Al mirar hacia María encontramos a Jesús.

 

“El seguimiento de Jesús, luz del mundo, produce luz en sus seguidores. Todo lo que está cerca de Jesús está iluminado: María, San José, las estrellas, la columna del templo; así como todo lo que está lejos de Jesús y de María queda en la oscuridad”, expresan en la Carta.

 

Por esta conciencia de la presencia de María junto a su Hijo, nuestra oración es con ella, y lo expresa de manera precisa la oración del “Acuérdate”, cuando decimos “venimos contigo a las fuentes de su corazón, de donde brotan para la vida del mundo, la esperanza y el perdón, la fidelidad y la salvación".

 

Así es posible realizar el proyecto de discipulado, para vivir como vivió Jesús, para que nuestro proyecto de vida sea su propuesta del Reino de Dios. Para que, como la Madre y su Hijo, nosotros busquemos siempre hacer la voluntad del Padre y no oponer resistencia al amor, a la reconciliación, al servicio desinteresado.

 

La petición sincera de ser y vivir el estilo de Jesús ha de realizarse y requiere una profunda vida interior y un servicio misionero en el mundo. No lo podemos lograr solo por nuestras fuerzas. Por eso rogamos cada día, con insistencia, pero sin sobresaltos, esa realidad que irá transformando nuestras vidas y decimos: “Jesús, manso y humilde corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo”.



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