Desde los tejados | Manuel Maza, SJ
Se fue para subir y volver
La primera lectura de hoy,
solemnidad de la Ascensión del Señor, presenta el inicio del libro de los
Hechos de los Apóstoles (1, 1–11). Allí encontramos los objetivos y las
instrucciones últimas de Jesús a sus apóstoles antes de partir. Bien nos pueden
servir a nosotros.
El objetivo de Jesús en su
trato con los apóstoles pretendía dejarles claro que “Él estaba vivo”. Mientras
consideremos a Jesús de Nazaret como nuestro difunto más ilustre, nos matará la
nostalgia.
Jesús los invita a no
tomar decisiones movidos por el temor. Jerusalén era la ciudad asesina que
había apresado y crucificado a su Maestro. Jesús les pide que no se alejen de
ella para aguardar que se cumpla en ella la promesa del Padre: el envío del
Espíritu. Pentecostés ocurrirá justo en esa ciudad dominada por la Ley, el
Templo, los herodianos y los romanos.
Jesús los libera de
aspiraciones triunfalistas. Cuando le preguntan: “¿es ahora cuando vas a
restaurar el reino de Israel?”. Jesús los libera de esa curiosidad estéril y
les exhorta a disponerse para recibir el Espíritu Santo.
Los apóstoles no necesitan
de una fuerza para avasallar, sino para ser testigos. Lo que ocurrió en semilla
en los apóstoles, nos ocurre a todos nosotros. Ese Jesús que se ha ido al
Padre, nos constituye en testigos mediante la fuerza de su Espíritu.
Con frecuencia olvidamos,
que la palabra “política” no se reduce simplemente a votar, sino que señala
todo lo referente a la vida ciudadana.
A los cristianos nos toca
ser testigos precisamente en esa vida ciudadana llena de desafíos. La tentación
sería quedarnos mirando al cielo. O reducir la victoria del Señor a la victoria
de un determinado partido o grupito.
Las campañas duran un
ratico. Ser testigos es tarea de toda la vida.
Manuel Maza, SJ/mmaza@pucmm.edu.do
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