Temas de Salud | Dra. Marcia Castillo
Una etiqueta positiva
Entre abril de 2020 y abril de 2021
pasaron los mismos 365 días que regularmente pasan entre un año otro si no es
bisiesto. Como cada 11 de abril mundialmente se generan campañas de
sensibilización y visibilizacion sobre “cómo es vivir Parkinson”, coincidiendo
con el natalicio de sir James Parkinson, neurólogo londinense quien fue el
primero en describir en la gaceta de neurología su famoso ensayo “Parálisis
agitante” y que luego en honor a él, el padre de la neurología Jean Martin
Charcot acuñaría bajo su epónimo.
Pasaron los mismos 365 días es verdad,
pero con una pequeña particularidad: una pandemia aguda, brutal e infecciosa llamada
Covid-19 arrasó con millones de vidas y en el camino se encontró con esta otra
crónica, silente, de la cual centurias después de su descripción no sabemos la
causa.
Las enfermedades neurodegenerativas son
las otras pandemias, las indoloras, de las que nadie habla. El Alzheimer y la
enfermedad de Parkinson afectan millones de personas en el mundo y su
prevalencia década tras década va in crescendo
no solamente afectando la calidad de vida de quien la padece, sino de sus
familiares y cuidadores, impactando el sistema sociosanitario y desmembrando del
núcleo familiar, lo que ha hecho la pandemia aguda es mostrar más vulnerables
a los vulnerables y aumentar las tasas
de desatención de enfermedades que ya de por sí son huérfanas, porque es bien
sabido que las enfermedades neurodegenerativas son una sentencia de
muerte anticipada y una carencia total del respeto por la dignidad humana.
En el caso específico del Parkinson 1
de cada 100 personas por encima de los 65 años la padece y es la segunda afección
neurodegenerativa en frecuencia después del Alzheimer y a pesar que este grupo
no se definió dentro de los grupos de riesgo, lo que sí hemos observado en
diferentes países y en los pocos artículos publicados es lo siguiente:
· Aparición
de casos nuevo de Parkinson post COVID
· Agravamiento
de los síntomas motores y no motores
· Patrones
atípicos de parkinsonismo
· Necesidad
de incremento de las dosis habituales de la medicación antiparkinsoniana
· Variante
miscelánea
· Empeoramiento
del deterioro cognitivo post covid.
Hoy se están llevando a cabo una serie
de metaanálisis y los centros de investigación se han volcado en buscar los mecanismos
patogénicos que generan las situaciones antes dichas y cuáles podrían ser los casos
más propensos, todo esto a partir de un estudio que dio la voz de alerta,
publicado en The Lancet que concluía que “Hasta el 65% de las personas con
COVID-19 presentan hiposmia, que también es un síntoma premotor común en la
enfermedad de Parkinson. Este síntoma, sumado al hecho de que se ha informado
parkinsonismo después de COVID-19, ha llamado la atención de la comunidad
médica sobre el vínculo hipotético entre la infección por SARS-CoV-2 y la
enfermedad de Parkinson”.
Otro parte de la que aún queda mucho por
decir y mucho por estudiar es el Longcovid Espectro clínico bajo el cual se
acuñan una serie de secuelas extra pulmonares, pero en este caso preponderantemente
de la esfera neuropsiquiatría: insomnio, alucinaciones, delirio, declive
cognitivo y empeoramiento de la enfermedad subyacente, entre otros.
La pandemia por COVID 19 ha venido a
quitar muchas máscaras, la del capitalismo, la de la equidad, la de igualdad de
clases pero sobre todo, ha venido para resaltar y recalcar que vivimos la
cultura de la inmediatez, donde siguen siendo los envejecientes con
enfermedades crónicas los grandes olvidados y los grandes desatendidos, el mes
de abril, mes de concientización sobre lo que es vivir con Parkinson con un lema bastante esperanzador “pon una
etiqueta positiva”. Yo me pregunto y les pregunto, en una sociedad Gerascofóbica
que desdeña sus envejeciente, ¿quién pondrá esa etiqueta? ¿cuándo se pondrá esa
etiqueta? Pero, sobre todo: ¿a alguien le interesa? ADH 856.
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