Matrimonio y Familia | Andrea Safier
El amor en el matrimonio
desde Amoris Laetitia:
Cultivar la paciencia en la familia
Hablar del evangelio del matrimonio y la familia
supone detenerse para considerar el amor, pues como dice el Papa en Amoris Laetitia,
“no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no
estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor
conyugal y familiar”. Podríamos hacer grandes cosas en la fe y para los demás,
pero “si no tengo amor, no soy nada”. Y con el texto de Pablo en 1Co 13, 2-3, encontramos
un texto que nos haga del verdadero amor, como lo presenta el Apóstol de los
Gentiles.
“Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que
comparten todos los días los esposos, entre sí y con sus hijos. Esto se vive y
se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días los esposos, entre
sí y con sus hijos. Por eso es valioso detenerse a precisar el sentido de las
expresiones de este texto, para intentar una aplicación a la existencia
concreta de cada familia” (AL 90).
El amor es paciente, es servicial
El sentido de la paciencia proviene de la traducción
griega del Antiguo Testamento, donde dice que Dios es «lento a la ira» (Ex
34,6; Nm 14,18). Como actitud de la persona, se manifiesta en la capacidad de
no dejarse llevar por los impulsos y evitar la agresión. El Dios de la Alianza
revela de sí esta cualidad a la que somos llamados a vivir y cultivar en
nuestras relaciones humanas.
El trasfondo de los textos en los que Pablo usa la
palabra paciencia está en el Libro de la Sabiduría. No se trata simplemente de
que Dios se aguante ante el pecador o sea justo en su veredicto, sino que, al
mismo tiempo que se alaba la moderación de Dios para dar espacio al
arrepentimiento, se insiste en su poder que se manifiesta cuando actúa con
misericordia (AL 92).
Qué no es la paciencia
El número 92 de Exhortación apostólica postsinodal lo
explica: No significa ser pasivos ante el mal ni permitir abusos a nuestra
dignidad humana: “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente,
o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos”.
No pretender la perfección en nuestras relaciones
familiares, no esperar que se cumpla nuestra voluntad, poniéndonos como ejes de
la vida familiar: “El problema es cuando exigimos que las relaciones sean
celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el
centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad.
Si así nos comportamos, de ninguna manera seremos
personas cuyo amor refleje la paciencia del que ama, la amabilidad que ella
supone. Cuando así ocurre, “Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a
reaccionar con agresividad.
En la vida familiar, cultivar la paciencia
Muchas de nuestras virtudes y cualidades humanas
requieren esfuerzos para alcanzarlas. Y una sana relación, en la búsqueda de
construir una familia real, en camino de realización, conlleva cultivar la
paciencia, hay que abonar el terreno y sembrar la semilla con clara conciencia
de la responsabilidad que tenemos para alcanzar esa expresión del amor que es
la paciencia.
Cuando no cultivamos la paciencia, qué ocurre
Conocemos muchas familias que, en su experiencia
comunitaria, lejos de transformarse hacia una vida familiar de valores,
principios cristianos y presencia social, se tornan desorganizadas, intolerantes y su
hogar no refleja la bondad de ser familia.
“Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos
excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que
no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la
familia se volverá un campo de batalla”. Por eso, la Palabra de Dios nos exhorta:
«Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la
maldad» (Ef 4,31).
Reconocer y aceptar las otras personas
Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro
también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No
importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su
modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene
siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte
de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.
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