Cultura y Vida | Amigo del
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Día
Internacional para la Eliminación
de la Violencia Sexual en los Conflictos
La
"violencia sexual relacionada con los conflictos" abarca las
violaciones, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, los embarazos
forzados, la esterilización forzada y cualquier otro acto de grave violencia
sexual contra mujeres, hombres o niños que tienen una vinculación directa o
indirecta con un conflicto.
Una
preocupación constante es que el miedo y el estigma cultural convergen para que
la inmensa mayoría de los supervivientes de la violencia sexual relacionada con
los conflictos no denuncien esa violencia. Los profesionales sobre el terreno
estiman que, por cada violación denunciada en relación con un conflicto, hay
entre 10 y 20 casos que quedan sin documentar.
Resoluciones
de la ONU
En Junio de
2015, la Asamblea General proclamó, en su resolución A/RES/69/293, el 19 de junio Día
Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos con
el objetivo de concienciar sobre la necesidad de ponerle fin, honrar a las
víctimas y los supervivientes de la violencia sexual de todo el mundo y rendir homenaje
a todos quienes han dedicado su vida con valentía a la lucha para erradicar
estos delitos y han perdido la vida en esa empresa.
La fecha fue
elegida para conmemorar la adopción de la resolución 1820 del Consejo de
Seguridad, el 19 de junio de 2008, en la que el Consejo condenó la
violencia sexual como táctica de guerra y un impedimento para la consolidación
de la paz.
En respuesta
al aumento del extremismo violento, el Consejo de Seguridad aprobó la
resolución S/RES/2331
(2016), la primera para abordar el nexo entre la trata de personas, la
violencia sexual, el terrorismo y la delincuencia organizada transnacional.
Reconociendo la violencia sexual como una táctica de terrorismo, afirmó además
que las víctimas de la trata y la violencia sexual cometidas por grupos
terroristas deberían ser elegibles para la reparación oficial que se concede a
las víctimas del terrorismo.
El
impacto del COVID-19 en las personas supervivientes de la violencia sexual en
los conflictos
La ya
habitual falta de denuncias de violencia sexual relacionada con el conflicto,
debido al estigma, la inseguridad, el miedo a las represalias y la falta de
servicios, se ha visto agravada por las medidas de contención del COVID-19. Los
bloqueos, toques de queda, cuarentenas, temores de contraer o transmitir el
virus, restricciones de movilidad y acceso limitado a servicios y espacios
seguros (los refugios cerrados y las clínicas fueron reutilizados para la
respuesta a la pandemia) ha acentuado aún más las barreras estructurales,
institucionales y socioculturales existentes para denunciar tales delitos.
La pandemia de COVID-19 ha
afectado drásticamente la vida de las víctimas y supervivientes de la violencia
sexual relacionada con los conflictos, así como todos los aspectos del trabajo
realizado por las oficinas de la Representante Especial del
Secretario General sobre la Violencia Sexual en los Conflictos y la
de la Representante
Especial del Secretario General para la Cuestión de los Niños y los Conflictos
Armados, y las Naciones Unidas en su conjunto.
Las medidas
proactivas para fomentar un entorno propicio para que las personas
supervivientes denuncien en condiciones de seguridad y puedan solicitar la
reparación se han vuelto más urgentes que nunca.
La pandemia
ha puesto al descubierto las desigualdades interseccionales que afectan
a nuestras sociedades, agravadas por los conflictos, los desplazamientos y la
fragilidad institucional. La única solución para estas múltiples
lacras es una inyección de determinación política y recursos equivalentes
a la magnitud del problema.
Reconstruir
para mejorar
Reconstruir
para mejorar en esta pandemia requiere un enfoque inclusivo,
intersectorial y con perspectiva de género. Esta recuperación exige un
cambio de paradigma. Es necesario silenciar las armas; amplificar las voces de
las mujeres, las niñas y todas las supervivientes; avanzar con determinación
hacia la igualdad de género y abordar las causas profundas de los conflictos.
Se necesita invertir en el bienestar público en lugar de en los instrumentos de
guerra, mediante la reducción del gasto militar y el fortalecimiento de las
instituciones. También debe cambiar el paradigma de seguridad para fomentar la
seguridad humana y la resiliencia de las personas y las comunidades a las
crisis sociales, ambientales y económicas.
Promover
un nuevo contrato social
Una
recuperación mundial del COVID-19 que tenga en cuenta las cuestiones de género
no debería aspirar solo a una vuelta al statu quo previo a la
pandemia. Tiene que promover un nuevo contrato social en el que nadie en el
poder esté por encima de la ley, y ningún indefenso esté desprotegido ante la
ley, con el objetivo final de lograr la verdadera igualdad y justicia. Esto
conlleva una acción decisiva para mitigar los riesgos y prevenir la violencia
sexual, y para asegurar que nadie se quede atrás.
Las
respuestas deben ser amplias, multisectoriales, adaptadas a la edad y
centradas en los supervivientes, incluido el suministro de atención médica,
los servicios de salud sexual y reproductiva, el apoyo psicosocial, la
asistencia para la subsistencia, el apoyo a la reintegración socioeconómica y
el acceso a la justicia. La cobertura de los servicios debe llegar a los
supervivientes de zonas rurales, remotas y fronterizas, así como a los
refugiados y desplazados (S/2021/312).
Fuente:
Organización Naciones Unidas
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