Comentario | José Antonio Pagola
No todo es trabajar
Pocas parábolas pueden provocar mayor rechazo en
nuestra cultura del rendimiento, la productividad y la eficacia que esta
pequeña parábola en la que Jesús compara el reino de Dios con ese misterioso
crecimiento de la semilla, que se produce sin la intervención del sembrador.
Esta parábola, tan olvidada hoy, resalta el contraste
entre la espera paciente del sembrador y el crecimiento irresistible de la
semilla. Mientras el sembrador duerme, la semilla va germinando y creciendo
«ella sola», sin la intervención del agricultor y «sin que él sepa cómo».
Acostumbrados a valorar casi exclusivamente la
eficacia y el rendimiento, hemos olvidado que el evangelio habla de fecundidad,
no de esfuerzo, pues Jesús entiende que la ley fundamental del crecimiento
humano no es el trabajo, sino la acogida de la vida que vamos recibiendo de
Dios.
La sociedad actual nos empuja con tal fuerza hacia el
trabajo, la actividad y el rendimiento que ya no percibimos hasta qué punto nos
empobrecemos cuando todo se reduce a trabajar y ser eficaces.
De hecho, la «lógica de la eficacia» está llevando al
hombre contemporáneo a una existencia tensa y agobiada, a un deterioro
creciente de sus relaciones con el mundo y las personas, a un vaciamiento
interior y a ese «síndrome de inmanencia» (José María Rovira Belloso) donde
Dios desaparece poco a poco del horizonte de la persona.
La vida no es solo trabajo y productividad, sino
regalo de Dios que hemos de acoger y disfrutar con corazón agradecido. Para ser
humana, la persona necesita aprender a estar en la vida no solo desde una
actitud productiva, sino también contemplativa. La vida adquiere una dimensión
nueva y más profunda cuando acertamos a vivir la experiencia del amor gratuito,
creativo y dinamizador de Dios.
Necesitamos aprender a vivir más atentos a todo lo que
hay de regalo en la existencia; despertar en nuestro interior el agradecimiento
y la alabanza; liberarnos de la pesada «lógica de la eficacia» y abrir en
nuestra vida espacios para lo gratuito.
Hemos de agradecer a tantas personas que alegran nuestra
vida, y no pasar de largo por tantos paisajes hechos solo para ser
contemplados. Saborea la vida como gracia el que se deja querer, el que se deja
sorprender por lo bueno de cada día, el que se deja agraciar y bendecir por
Dios.
Publicado en www.gruposdejesus.com
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