Espiritualidad | Lucrecia Casemajor/Asamblea Eclesial
Conciencia de ser hito
Desde el corazón de
nuestra iglesia, desde las entrañas de esta tierra encendida de caminos
teológicos, pastorales y espirituales, hemos sido invitados a ser
protagonistas, testigos y testimonio vivo de este tiempo.
En este momento en el que
somos habitantes igualados por los mismos dolores, por las mismas debilidades y
las mismas hermanas muertes, como en aquellos tiempos, hemos sido invitados al
banquete del kahal, de la asamblea.
Podríamos pensar muchas
cosas y hacernos muchas preguntas al respecto. Podríamos poner muchas excusas para no participar,
porque se nos hace difícil justamente ahora que cada una y cada uno estamos tan
urgidos por resolver lo cotidiano, por salir a dar de comer, por ir a buscar al
herido en nuestra propia familia o comunidad, por consolar y necesitar
consuelo.
Un
presente que será hito
Sí,
es en este tiempo que se nos pide, porque este es el momento de darnos cuenta
de un presente que será hito. Abrirnos a
la dimensión de una nueva conciencia histórica para proyectarnos al mañana.
Será lo que habremos dejado para cambiar la historia.
Podríamos arriesgar que,
quienes fueron viviendo los tiempos que luego fueron hitos en la historia de la
humanidad, en la historia de la Salvación y en la historia de la Iglesia, no
eran conscientes de lo que hacían, ni de porqué –esos hechos que vivían– luego
serían considerados un antes y un después en la historia.
Un hito es un punto donde
confluyen la coherencia histórica, la sorpresa contemporánea que lo hace
original y los testigos protagonistas del momento.
Si nos detenemos a mirar
lo que se nos propone desde la Asamblea Eclesial, podemos encontrar que la
coherencia histórica está dada por los documentos que la guían y alientan como
son Aparecida y el Magisterio del Papa Francisco, “para contemplar la realidad
de nuestros pueblos, profundizar en los desafíos del continente en el contexto
de la pandemia por el Covid-19, reavivar nuestro compromiso pastoral y buscar
nuevos caminos para que todos tengamos vida en abundancia”.
La sorpresa contemporánea
está dada justamente por este tiempo que nos tomó por asalto y que nos hace
revisar, redimensionar y volver a jerarquizar la tarea de cada uno y cada una
en nuestra dimensión de ser con otros y otras, en el aquí y ahora, para sembrar
futuro.
Intervención
de Dios
La
sorpresa es la intervención de Dios que se hace presente en la historia y en
las pequeñas historias que podemos escuchar y compartir en esta, nuestra
Asamblea. Descubrir esas historias es
mostrar a Dios y darlo de beber a quienes están sedientos hoy.
Y los testigos, somos
todos y todas en este hoy, con las dificultades, los agobios y las tristezas
que nos hacen vivir nuestro tiempo de Cruz, tan sagrado como único. Con todo lo que somos,
tenemos lleno de amor el cacharro de barro que por nuestro Dios está siendo más
amado que nunca antes.
Seremos fruto de ese amor
para nuestro suelo latinoamericano, hermanados en la conciencia histórica de
ser un hito que quedará escrito con la sangre, el sudor y las lágrimas del
cuerpo de Cristo, que desde la Cruz nos pide trascendencia y nos muestra la
gloria.
Hemos sido invitados, como
en aquellos tiempos, a ser parte de la Asamblea inmensa que es este continente
lleno de Esperanza. Aquí,
donde vivimos más del 45% de los católicos del mundo; en la región con más alto
índice de urbanización del planeta y donde la mayoría de sus habitantes viven
en los barrios suburbanos; donde en el último medio siglo nuestra iglesia ha
crecido en comunión pastoral y ha ido delineando su figura regional, tal como
condensa Aparecida*.
Todo está dado, todo
confluye: somos discípulos misioneros que hemos sido llamados a tener
conciencia de hito. Hasta
que toda rodilla se doble.
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