Sostenibles | Ofrecido por UE Studio
El cuidado del
planeta empieza en casa
Desde los alimentos a la
electricidad. Todos los productos o servicios que adquirimos están etiquetados
para que el consumidor disponga de información sobre su procedencia,
composición o el impacto que tienen sobre el medioambiente, datos que nos
ayudan a hacer un “consumo consciente”.
Hasta no hace mucho,
adquirir una lavadora, un pantalón o unas naranjas era una simple transacción.
Se trataba de un acto casi automático que servía para cubrir una necesidad. Sin
embargo, nos hemos acostumbrado a leer en las etiquetas la composición de los
alimentos antes de consumirlos, valoramos su procedencia o el proceso que se ha
seguido para fabricar un producto. En definitiva, las etiquetas se han
convertido en un aliado clave para quienes apuestan por un consumo responsable.
Gracias a ellas sabemos que, si compramos naranjas en agosto, muy
probablemente, nuestra compra no será de proximidad y que esto, necesariamente,
tendrá un impacto en el medioambiente.
Esto es lo que llamamos
“consumo consciente”, o lo que es lo mismo, ahora podemos elegir entre un
producto u otro en función de criterios más allá de los económicos, por
ejemplo, su impacto en el planeta y la vida de las personas. “El consumidor
elige siempre la mejor etiqueta. En el caso de los electrodomésticos, fueron
los usuarios los que hace años empujaron a la industria a fabricar lavadoras,
hornos o neveras mucho más eficientes porque ningún equipo con letras bajas se
vendía”, explica Miguel Fontela, director técnico de Energía de Everis
Ingeniería.
En este escenario, el
etiquetado energético, del mismo modo que el de la alimentación o la ropa, se
ha convertido en el gran aliado del consumidor responsable. La información
detallada sobre la eficiencia o la procedencia de la energía que usamos en
nuestro día a día cobra cada vez mayor relevancia. Fontela pronostica que con
el suministro de energía está empezando a suceder un fenómeno similar al de los
aparatos electrónicos. “Que la fuente de energía sea lo más limpia posible es
un factor que cada vez cobra más fuerza y tiene más influencia en la decisión
de con quién contratamos la luz, casi tanto como el precio”.
Los hogares consumen el
29% de la energía mundial y, en consecuencia, contribuyen al 21% de las
emisiones de CO2 resultantes. No es de extrañar pues, que muchos de nosotros
nos preguntemos si es posible minimizar el impacto de encender la lámpara del
salón o poner el lavavajillas. Y desde luego que podemos. Aplicando criterios
de eficiencia energética en nuestros hogares —aislar adecuadamente puertas y
ventanas, hacer la colada solo cuando la lavadora esté llena o simplemente,
tapando las ollas al cocinar—podemos contribuir a reducir el consumo energético
y, por tanto, el calentamiento global.
También podemos apostar
por las energías renovables. Pero, ¿es posible conocer de dónde procede la
electricidad que nos llega a casa? La Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia (CNMC) es el organismo regulador que se encarga en España de
analizar y elaborar la información que cada comercializadora pone a disposición
de sus clientes para informarles sobre la procedencia de la energía que llega a
sus hogares. Una tarea especialmente clave en el escenario actual donde
convive, más que nunca, electricidad de distintas procedencias, desde la 100%
renovable y de bajas emisiones, a otras opciones que tienen distintos
porcentajes de generación renovable en el ‘mix’ que se comercializa. Es una
manera de velar por la transparencia y contribuye a que el ciudadano pueda
tomar una decisión informada sobre su propio consumo energético.
La CNMC evalúa dos
categorías: emisiones de CO2 y residuos radiactivos. En función del impacto
ambiental de la energía comercializada, las compañías reciben una
certificación, el denominado Etiquetado de Electricidad, que va de la ‘A’ a la
‘G’, siendo ‘A’ la más sostenible y la ‘G’, la que menos. En el último informe,
publicado en abril, se detalla el etiquetado de 244 empresas y se señala que
sólo una de las grandes comercializadoras —por volumen de clientes
suministrados— garantiza el origen 100% renovable a sus clientes. Se trata de
Repsol, que, además, obtiene esta certificación, la etiqueta A, por segundo año
consecutivo, en 2020, además, 100% renovable.
Pero, ¿qué se entiende por
energía 100% renovable? Es aquella que procede de fuentes como la energía
eólica, la eólica marina, la solar fotovoltaica, la hidroeléctrica y el biogás.
Todas ellas fuentes de energía con una relevancia que va en aumento. Y es que
el papel de las renovables va a ser crucial en la estrategia de
descarbonización de la Unión Europea, que pretende reducir las emisiones un 55%
para 2030.
Para alcanzar dicho
objetivo, los gobiernos y las principales empresas del mundo tienen un papel
capital, pero también lo tiene el ciudadano, que, a diferencia de hace algunos
años, es cada vez más consciente de que su contribución puede tener una importancia
destacada para lograr un mundo más sostenible. Ahora, cuenta con información
para tomar decisiones de consumo responsable, se siente empoderado y, por
tanto, ha decidido ser parte del cambio.
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