Reflexión | Padre Riera, MSC/Madre y Maestra
Los pecados de la mente
Los pecados de la mente consisten
en considerar el bien o el mal en la moralidad humana, no en lo que dicta nuestra
naturaleza racional o la religión, sino en nuestro criterio subjetivo o las ideologías
que profesamos. Hoy más que nunca se cumple el sentido del primer pecado de
nuestros primeros padres inducido por el Tentador: “Seréis como dioses,
conocedores del bien y el mal” (Génesis 3,5). No hay mayor error en el
mundo que negar la existencia del mal o considerar el mal como un bien, como si
fuéramos legisladores supremos.
Ojos que no ven…
En moralidad, los pecados
de la mente es el mas grave que se puede concebir, por cuanto afectan a los
principios y valores en base a los cuales juzgamos las acciones y tenemos sobre
ellas una determinada conciencia. Dice Pascal: “Pensar bien, es el principio
de la moralidad”. Tenemos conciencia de la moralidad o inmoralidad de una acción,
en efecto, cuando aceptamos que el bien y el mal son valores absolutos inscrito
en la propia naturaleza racional humana y, en cuanto tales, están por encima de
nuestras opiniones personales. Un asesinato, por ejemplo, es un mal moral en sí
mismo y, cuando se justifica como bien, se pasa del pecado de la acción al
pecado de la mente que es incorregible, pues desaparece la conciencia y la valoración
objetiva de las acciones.
La gran perversión de la
edad moderna, que se gesta en el siglo dieciocho, es reivindicar la libertad de
pensamiento en todos los ámbitos, inclusive en la ética. A estas alturas del
tiempo, este derecho ha rebasado todos los limites y la libertad de pensamiento
se ha convertido en el pecado del pensamiento. Los ejemplos más clamorosos son,
entre otros, el aborto y la eutanasia. El gran mal moral de nuestra sociedad ya
no es cometer millones de asesinatos a la vista de todo el mundo, sino
justificar esos asesinatos como un derecho intocable. Ello nos indica que el
pensamiento de la mayor parte de la gente está gravísimamente pervertido. Las más
grandes matanzas de la historia, ya no son matanzas, sino derechos. ¿Es
exagerado calificar esto como el mal moral más grave de la historia?...
Aparte de que las
valoraciones morales en nuestra sociedad están muy influidas por el pensamiento
de la mayoría que s impone, no cabe ninguna duda de que las ideologías liberales
han sido la causa principal de los pecados de la mente que hoy padecemos. Las
ideologías, al principio se presentan como una visión política, hoy se han
convertido en una valoración global de todas las dimensiones de lo humano. Han ocupado
el lugar de la religión y, en el fondo, tienen las mismas pretensiones, por cuanto
defienden el bien y el mal, a la alabanza a la condena, lo que se ha de hacer o
no se ha de hacer, con la pretensión de regular toda la conducta humana. La moralidad
no es de derechas ni de izquierdas, pero se ha conseguido que el pensamiento
moral de la mayoría de la gente se califique según tal dicotomía.
Terroristas ideológicos
Si analizamos bien las
cosas, descubriremos que los pecados de la mente que toman cuerpo en ciertas ideologías
son las causas de enormes atrocidades cometidas en nuestra edad moderna, como
fueron las revoluciones bolchevique y nazi, es como es actualmente el
terrorismo islámico. Cuando el bien y el mal los definen, no la razón, sino los
prejuicios arraigados en nuestra mente, hasta los mayores crímenes quedan
plenamente justificados. Un terrorista ideológico no tiene conciencia de ser un
criminal asesino, sino, al contrario, un defensor de la verdad y del bien ante
sus maléficos enemigos. Quien reconoce que ha obrado mal puede arrepentirse y
corregirse, pero cuando el pecado está en la mente, como sucede en los
terroristas, ello es imposible.
En la mayoría de los casos,
los pecados humanos provienen de nuestras paciones desordenadas, de nuestros egoísmos,
de nuestras debilidades y siempre tenemos, en mayor o menor grado, un
sentimiento de culpabilidad, por haber obrado mal. Pero los que están ciegos
por el pecado de su mente, jamás se arrepienten de ciertas acciones inmorales
que cometen. Pierden el sentido de la culpa y del pecado que, por desgracia, es
la situación interior de la mayoría de la gente en nuestra sociedad moderna. Es
un grave error considerar que lo importante son las obras, no lo que pensamos. Si
el ser humano hemos de definirlo como el ser que reflexiona y piensa, es aquí,
en su mente, donde hemos de buscar la causa principal de su mal intentando
lograr su difícil conversión.
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