Comentario | Carmen Notario, sfcc
Profeta, Portavoz de Dios
El evangelio de este próximo domingo hay que entenderlo
en el contexto del evangelio del domingo pasado en el que los marginados de
Israel encuentran en Jesús una alternativa a su situación. La multitud es
representada por la hija de Jairo, sometida a la institución y por la mujer con
flujos que representa al pueblo marginado por quien dice actuar en nombre de
Dios.
Jesús, en el evangelio de Marcos va marcando
claramente cómo la institución solo provoca la muerte y margina a las personas
dejándoles sin solución. La enfermedad es castigo de Dios y quien está en la
impureza no se puede acercar ni a Dios ni a los demás, por lo que está
condenada a un aislamiento que solo puede conducir a la muerte. El propósito de
Jesús no es por lo tanto curar a la gente sino sanar de raíz una cultura, una
religión que oprime y explota y Jesús les presenta una alternativa: otra imagen
de Dios.
Ese Dios cuya experiencia Jesús describe como Abba,
está fuera de la ley; no es un dios de mandamientos, normas y preceptos, sino
un amor incondicional que pretende lograr la libertad de cada hij0(a). Esa
libertad que Jesús predica tiene un precio: quedar excluido del círculo de la
familia, del pueblo, de la comunidad.
Su gente está impresionada por sus enseñanzas pero no
reconocen su autoridad. No quieren dar el salto de dejarse tocar, sanar,
resucitar por Jesús porque temen las consecuencias que eso les puede traer; es
mucho más fácil ridiculizar al mensajero y escandalizarse de él.
Todo profeta es amado y odiado al mismo tiempo.
Queremos su mensaje liberador pero no las consecuencias que ese mensaje
comporta para nuestras vidas. Ningún profeta es querido por mucho tiempo porque
acaba tocando las fibras más sensibles de nuestra comodidad y anquilosamiento.
Posiblemente no son palabras de Jesús: “Solo en su
tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta”; más bien, es
la reflexión de la comunidad cristiana que experimenta el rechazo de los más
cercanos porque aceptar que alguien como nosotros trae un mensaje de Dios es
muy difícil; se mezclan la envidia, los celos, el miedo… y el arma más potente
es ningunear a esa persona.
Atentos a la diferencia entre profeta y gurú. Hoy en
día muchas personas se erigen como “maestros” y sus enseñanzas pueden ser
constructivas… ¿por qué no? Pero hay mucho ego mezclado, muchas ganas de estar
en medio y de causar impresión en todos los campos del saber.
El otro día nos contaban de un proyecto
interesantísimo sobre agricultura regenerativa, aquí, en Mallorca, capitaneado
por alguien con una gran filosofía sobre el cambio climático y la necesidad de
crear proyectos de agricultura sostenible en los lugares con más peligro de
desertización.
En poco tiempo vieron que alguien que “predicaba”
sobre cambios profundos en nuestra manera de pensar y actuar estaba preocupado
sobre todo en que su nombre apareciera en el documental explicativo y que se le
remunerara por todas y cada una de sus aportaciones, sin contar para nada que
en este momento incipiente los recursos económicos eran más bien escasos.
No hay cambios estructurales posibles sin cambios
personales de escalas de valores y de actitudes internas profundas. Los ideales
más grandes caen cuando nuestro “ego” se pone en medio y nos hace perder la
visión.
Hoy tenemos muchos gurús, personas a las que admiramos
y que marcan caminos a seguir. Pueden ser sustitutos de la Ley, gente a la que
seguimos pero sin implicarnos personalmente.
Y sin embargo, se nos llama a ser un profeta, alguien
tocado por Dios a diario, a través de la escucha atenta, voz y presencia de la
compasión, de la ternura, a la vez que denunciante de la injusticia, de la
opresión, del abuso del poder.
Si experimento en mi vida el gozo de ser sanada,
liberada, reconstruida, no hace falta una elección especial, una tarea
encomendada, me convierto en “porta-voz”, alguien que lleva esa palabra de
aliento, esa escucha atenta, esa mirada compasiva dondequiera que voy, a los
lugares donde me siento llamada.
La voz de Dios y la voz de la comunidad me van
ayudando a discernir dónde invertir mis talentos, cómo trabajarlos,
compartirlos…y sé que estoy en el camino cuando experimento una paz interior
que por otro lado no me deja tranquila, no siento que ya he llegado… siempre en
camino.
Carmen Notario, sfcc
espiritualidadintegradoracristiana.es
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