sábado, 3 de julio de 2021

Ser testigos de la esperanza

Fe y Vida | Andrea Safier

 

Dios nos está convocando a “pasar de un cristianismo de costumbres a uno de testigos”, afirma el papa Francisco

 


Ser testigos de la esperanza


Como a todo el mundo, a nosotros nos interesa salir ilesos de esta realidad crítica. Y en la práctica cristiana, nos sentimos llamados a testimoniar la coherencia de la fe cristiana -personal y comunitaria- en este tiempo de pandemia.

 

Situados así ante la realidad, nos hemos preguntado y orado a nivel personal y en comunidad, cuál debe ser nuestro comportamiento que, compartiendo los mismos peligros, las mismas expectativas y los mismos desafíos, esté marcado por un testimonio coherente, que a su vez anime a los que nos rodean y el camino de Jesús ilumine nuestras vidas.

 

Nuestras reflexiones son muy amplias, requieren espacios de oración y discernimiento. Celebrar la fe y continuar nuestras tareas ordinarias conlleva un estilo de vida cristiana. Si nos preguntamos dónde están ancladas nuestras vidas, miradas desde la fe que compartimos, proponemos cuatro modos entrelazados de asumir este tiempo: la esperanza, la fraternidad, la misión y el testimonio. Comencemos reflexionando sobre la esperanza

 

La esperanza

¿Es posible la esperanza en tiempo de coronavirus? Es imposible asumir nuestra condición sin esperanza. La desesperanza no nos conduce a ninguna parte, no abre horizontes. Nos quedamos confundidos, indecisos, incapaces de darles soluciones adecuadas a nuestro tiempo. Sin esperanza no hay vida.


Plantear hoy la esperanza es un gran desafío. En tiempos de incertidumbre como los que nos toca vivir por la pandemia de coronavirus. ¡Quién sabe cuál es el contenido de nuestra esperanza! No faltan agoreros que dicen que no queda nada bueno que esperar. Muchos insisten en “el fin del mundo” porque han pedido el sentido de la esperanza.


En el mito de Pandora, cuando esta mujer abre la caja que se le ha entregado, salen todos los males. Pero en la caja, al ser abierta por su curiosidad, permanece la esperanza. es la única que no sale de la caja al ser abierta por la curiosidad.


La esperanza es un consuelo. No es un regalo, es una tensión negativa, ya que esperar es estar siempre en falta de algo, desear lo que no se tiene, estar insatisfecho por no sentirse completo. Cuando se espera sanar, es que se está enfermo…


Necesitamos, en todo caso, pensadores sobre la esperanza, con el coraje de ser utópicos. La utopía es necesaria como conjunto de ensoñaciones sociales, en las que se ha produzca una contraposición entre las ideas que han intentado prevalecer. Soñar para estar despiertos…


Sin esperanza, no hay humanización. Hay conformismo resignado y, por eso mismo, cómplice. El filósofo Bloch enunció el “principio esperanza”, como motor del ser humano. Un teólogo católico vio su realización en el “principio misericordia”.


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