Fe y Vida | AICA
Patriarca Maronita pide "verdad y justicia"
“Verdad de los hechos, justicia para los responsables y solidaridad para
las víctimas”, pidió el cardenal Béchara Boutros Raï, patriarca de la Iglesia
maronita durante la misa celebrada ayer, en la zona del puerto de Beirut
(Líbano), donde el 4 de julio de 2020 una aterradora explosión mató a más de
200 personas e hirió a 6.500.
La detonación rasgó las tejas de las casas tradicionales, derribó muros de arenisca, transformó puertas y marcos de ventanas en bastones y fragmentos de vidrio en disparos de ametralladora, cuchillas y dagas. Miles de familias perdieron sus hogares y se han visto obligadas a trasladarse. Los hospitales, escuelas e iglesias también resultaron gravemente dañados por la explosión, que se escuchó a kilómetros de distancia.
La Eucaristía celebrada por el patriarca maronita se realizó en el lugar
de la explosión, a las 17.50, hora exacta de la tragedia, se guardó un minuto
de silencio, seguido del sonido de las campanas y la llamada a la oración
musulmana y a continuación se leyeron los nombres de las víctimas uno por
uno.
A la ceremonia asistieron dignatarios musulmanes y drusos, pero no
estuvieron presentes representantes políticos o diplomáticos.
La celebración eucarística contó con la presencia del nuncio apostólico
en el Líbano, monseñor Josef Spiteri, 25 obispos, 150 sacerdotes y 1.200
civiles participantes, familiares de las víctimas, heridos o mutilados por la
explosión o que hayan perdido sus pertenencias. Solo estuvieron presentes
algunas ONG involucradas en la reconstrucción, así como periodistas.
La ceremonia -transmitida por la televisión libanesa- estuvo organizada
por el grupo de sacerdotes “Iglesia por el Líbano”, que desde hace un año
trabaja a tiempo completo con las familias de las víctimas y mártires.
Verdad y justicia
“En las calamidades y catástrofes, sólo Dios es el consuelo y la
esperanza” y en esta perspectiva, el cardenal Béchara Raï en su homilía aseguró
que “las palabras del papa Francisco al final de la audiencia general de ayer
vinieron de manera especial a curar las heridas de las familias de las
víctimas, de los heridos y de todos los libaneses”.
Pero además del consuelo el purpurado libanés afirmó con firmeza que
“estamos aquí para exigir verdad y justicia”.
“La tierra seguirá temblando en este lugar hasta que sepamos la verdad
sobre lo ocurrido en el puerto de Beirut. El Estado debe la verdad no sólo a
las familias de las víctimas, a los heridos y a los afectados, sino a todos los
libaneses”, afirma, y pide a los organismos competentes que aclaren las
circunstancias y la cadena de responsabilidades que condujeron a la terrible
explosión de nitrato de amonio que se comió un trozo, un tercio de
Beirut.
“Damos testimonio de la unidad de cristianos y musulmanes en la
fidelidad al Líbano”, dijo en un momento dado el cardenal Béchara Raï, “Estamos
aquí para lanzar un llamamiento a los dirigentes políticos: adelante,
establezcan inmediatamente un gobierno de reforma y de salvación”.
Y “estamos aquí -continúa- para lanzar un llamamiento a los países del
mundo: ¡El Líbano les grita, sálvenlo!”. Y agradeció a la Conferencia de
Donantes de París que ayer recaudó 370 millones de dólares para el Líbano.
Frente a la “masacre del alma de un pueblo”, que “mediante el poder de
la oración” puede encontrar alivio, es justo que la justicia y la verdad sigan
su curso.
El patriarca de los Maronitas apela enérgicamente a la conciencia de los
políticos libaneses, amonestando e instando. “No queremos luchar más, no
queremos más guerras”, dice, sino que -y el discurso se amplía para abarcar las
esperanzas de generaciones- “declaramos nuestra lealtad a Beirut
reconstruyéndola: con su belleza y su patrimonio”, con su arte y sus edificios,
sus iglesias y sus mezquitas, “con sus flores y sus árboles, con los rasgos más
destacados de su civilización y su cultura”.
“Si la moral se mantiene intacta y alta, todo Beirut podría
reconstruirse sin demasiados problemas”, dice el cardenal Béchara Raï. “En las
grandes tragedias y catástrofes, el tiempo deja de ser cronológico. Los días se
convierten en años, y los años en eternidad. Pero para Dios, el tiempo es
infinito. Dios nos mira con su misericordia, abraza a nuestras víctimas y las
une con la ternura de su corazón y las luces de su gloria”.
Y termina el cardenal Béchara Raï con las palabras del Apocalipsis, que
suenan como una invitación a la confianza para cada libanés de los miles que
escuchan: “Enjugará toda lágrima de sus ojos: ya no habrá muerte, ni llanto, ni
lamento, ni dolor. Porque el viejo mundo ha pasado”.
Publicado por Aica.org
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