Reflexiones
| Telésforo Isaac, Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana
Responsabilidad
Personal
Cuando
se piensa o se habla de “responsabilidad personal”, es de lugar tener en cuenta
los diversos conceptos y significaciones que ha habido y hay acerca de lo que
se cree o se quiere decir con esta expresión.
El número
cinco de los diez mandamientos de Dios dados a Moisés, dice así: “… yo soy el
Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la
maldad de los padres que me
odian, en sus hijos, nietos y bisnietos” (Éx 20, 5b). Esto aparenta indicar que en aquel tiempo del peregrinaje de los hebreos de Egipto a
la Tierra Prometida, se consideró que ‘lo que hace un progenitor’ será pagado
por sus descendientes hasta la tercera generación.
Esta forma de pensar de los hebreos fue modificada por las declaraciones de los profetas Jeremías
31, 29-30, y Ezequiel 18, 1-20. Los dos iluminados manifestaron que el Señor
Dios se dirigió a ellos y les dijo: “En Israel no se debe repetir el refrán
que dice: los padres comen uvas agrias y a los hijos se le destemplan
los dientes” [les da
dentera]). (Ezequiel 18, 2); además, recalcó que: “Sólo aquel que peque
morirá. Ni el hijo ha de pagar por los pecados del padre, ni el padre por los
pecados del hijo. El justo recibirá el premio a su justicia; y el malvado, el
castigo a su maldad”. (Ezequiel 18, 20).
Esta posición de los profetas Jeremías y Ezequiel fue reforzada por el
mismo Jesús el Cristo, cuando trató a un hombre que había nacido ciego. Sus
discípulos le preguntaron. --¿Maestro,
por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres o por su propio
pecado?
El Maestro de Galilea respondió en forma enfática, diciendo: “Ni por
su propio pecado ni por sus padres”. Podemos
entender que las cosas malas que
le pasa a alguien, no es castigo o retaliación divina por una conducta,
una acción indecorosa, o por represalia celestial
por los pecados de los padres, abuelos o bisabuelos.
La responsabilidad personal es un importante valor que caracteriza a toda persona de manera
particular. Esta identidad tiene apego por la relación que hay por la intimidad
y estrecha relación del ser, porque se concibe, se nace y se vive en sociedad
por la naturaleza conforme de la
criatura humana.
En ambiente en que vive el sujeto, puede ser el núcleo familiar (la madre
y el padre), la agrupación más cercana a la persona (los hermanos, los otros
miembros de la familia), el vecindario, la colectividad barrial, el grupo con
que se relaciona en la sociedad, la tribu a
la que pertenece, el conglomerado más extenso; y por supuesto, el pueblo en
general.
El deber del individuo se fundamenta en la voluntad propia; por tanto, la
consecuencia de lo que se haga o se deja de hacer, será fruto de los
valores que se tienen y se manifiestan según cómo se quiere vivir y
convivir.
Si se toma tiempo y espacio para reflexionar sobre este asunto del valor
de ser consecuente con la ética moral, sería recomendable analizar los elementos históricos, las
percepciones, y las tradiciones que conocemos en la civilización occidental
sobre esta cuestión.
Hay que ser invariable con la ética-moral y estar en continua disposición
para interactuar socialmente con realidad sincera, integridad, humildad, sensibilidad, reciprocidad, y buena voluntad; así se
concreta efectivamente, la responsabilidad personal. ADH 770
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