Vida Religiosa | Pedro Rafael Ortiz S./RD
'Funcionarios del Evangelio'
y el 'mal rayo' que parte al pueblo
La vida,
reflexión y testimonio vivo de nuestro querido Pablo Richard me
mueven a compartir estos pensares sobre la Iglesia y los estilos de vida que
necesitamos revisar. Urge una auténtica “conversión humana y
pastoral”.
Creer que se
tiene la verdad “cogida por el rabo”, como decimos en mi pueblo no es lo mismo
que dejarse guiar por la verdad. Con eso quiero decir que no es igual
seguir a Cristo que creerse “administrador o funcionario” del Evangelio.
Pero muchas veces esas cosas se confunden y los mismos que hemos sido llamados
a ayudar en el pastoreo del pueblo de Dios nos creemos ungidos de un poder para
fulminar y excluir sin darnos cuenta que lo que terminamos haciendo es lanzando
rayos que parten el alma, que andamos “descartando” gente y lanzándolos a la
miseria espiritual.
Por eso, las
advertencias de nuestro querido Papa Francisco contra la “cultura del descarte”, que comienza por consumir y descartar
bienes y culmina con destruir y descartar a los seres humanos más débiles, es
un llamado a la reflexión que me tomo de manera muy personal. Es una crítica a
la salvajada de identificar como civilización la supuesta supervivencia del más
apto, cuando en realidad lo que se hace en nuestra sociedad es que los que se
creen “más aptos” usan a los demás como peldaños de una escalera que conduce al
poder, no al Cielo que es plenitud.
Muchos ricos
engreídos se creen más aptos que los trabajadores que sostienen sus riquezas.
Los generales altaneros se forran a sí mismos de medallas mientras son los
soldados rasos los que sirven de alimento para los misiles, y, los que creen
dominar las fuerzas destructivas fabricadas por la ciencia, lanzan ataques
sobre el horizonte que matan muchos civiles a mansalva. Hasta los
estadísticos yerran al sencillamente calcular el daño de la pandemia a base de
“contagiados y fallecidos” por la enfermedad, sin hacerse cargo que la inmensa
mayoría de las víctimas son los más de 500 millones de seres humanos lanzados a
una miseria letal. Desde la destrucción del Amazonas hasta la torpe
fabricación de más guerras para asegurar dominios de países ricos sobre países
pobres y de mayor explotación de magnates sobre los condenados a la miseria, lo
que está en juego es demasiado.
Ante un cuadro
tan urgente, ver que se proyecta un modelo de Iglesia como la poseedora
de fórmulas sacramentales que por su abuso se convierten en hechizos
supersticiosos y de condenas a mansalva contra los más necesitados de amor, no
es algo bueno. La miseria espiritual que resulta de eso, justifica esa
cultura de echar seres humanos a los “infiernos sociales”, de cortarle el paso
a las búsquedas humildes de una espiritualidad que le dé esperanzas a las
luchas por la justicia.
Los sacerdotes
y demás ordenados no somos los “policías de la espiritualidad”, somos los que
nos hemos echado la tarea de sanar corazones, de curar las almas. No es función del médico juzgar y
descartar a los enfermos, sino curarlos, o al menos, aliviar su dolor.
Me parece que
esa enseñanza del Papa Francisco va en contra de la idea autoritaria que mira
la Iglesia como un “súper-poder terrenal” que asigna a los obispos y curas la
función de ser los jefes, los directores espirituales, los portadores de un
rayo que condena. No necesitamos funcionarios del Evangelio ni gerentes
de la salvación. Necesitamos urgentemente acompañar al pueblo sus luchas
por el camino hacia la luz. Testigos…
tenemos! Pablo, entre ellos!
Publicado por Religión Digital
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