A Debate | José Manuel
Giménez y Jorge Martín Montoya/A&O
Claves para el pensar y vivir cristiano en el mundo
actual
¿Qué se demanda a los cristianos en un mundo como
el nuestro? Esta pregunta surge imperiosa ante el contrastado alejamiento de
Dios como un fenómeno de masas, tal como ya advirtió Leonardo Rodríguez Duplá,
catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Se ha intentado resolver
este problema desde muchos puntos de vista, pero acometerlo desde la
perspectiva intelectual se ha vuelto una necesidad. En gran medida, la batalla
contra el poscristianismo hay que librarla en el campo de las ideas.
Los seres humanos debemos pensar la realidad de un
modo responsable y comprometido, como dice el catedrático de la Universidad
Pontificia Comillas Miguel García-Baró. Por esto, los cristianos tenemos la
obligación de pensar la fe y de debatir con argumentos las cuestiones
planteadas en el mundo actual, dando prioridad al diálogo entre la fe y la
cultura.
Encubrimiento
y verdad: algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual, publicado en EUNSA, es un intento de mostrar esta actitud. La
reflexión suscitada en esas páginas se decanta en tres acciones que
resumimos en estas líneas. La primera acción es transmitir la fe en una cultura
que ha sido vaciada de ella. Este es el reto inicial que tenemos los cristianos
en una modernidad que ha conseguido vaciar la
cultura cristiana que antes la alojaba. Porque hay una cultura cristiana a la
que se le ha arrebatado el propio cristianismo, pero que sigue existiendo de un
modo latente.
Estamos viviendo unos momentos en los que brilla
una especie de amnesia histórica que ha erradicado de la conciencia una serie
de valores cristianos en su origen, y que ahora se vivencian en este mundo
moderno, pero sin su relación con la fe.
Siguiendo al filósofo Rémi Brague,
parece claro que, a lo largo de los últimos siglos, muchos de los elementos de
la cosmovisión cristiana han pasado al patrimonio de la humanidad moderna, pero
desgajados de su origen. Tales valores trasplantados (por
ejemplo, la dignidad humana, la libertad, etc.) se reforzaron con el
conocimiento científico y una razón humana convencida de sí misma, deseosa de
ser plenamente autónoma.
Vistas las cosas de esta manera, sectores de la
opinión pública ven la fe cristiana como algo irrelevante para la conservación
y promoción de los valores que componen nuestro mundo. Es más, parece que la
religión –la fe de los católicos– se ha convertido en un enemigo de esos mismos
valores que nacieron en ella, tachándola de oposición obsesiva e irracional
frente al progreso de la humanidad. Ante esta situación, es particularmente
urgente formarnos en el sentido verdadero que posee la tradición cristiana,
especialmente en el ámbito familiar. Esta es una dura batalla social en la que
nos encontramos todos los cristianos.
La segunda es pensar la fe: explicar por qué es
razonable creer lo que creemos. Pero, ¿qué significa esto de pensar la fe? Lo
entendemos como una llamada a entrar en diálogo con la cultura y el pensamiento
en el que estamos imbuidos para, apreciando sus aspectos positivos, desentrañar
sus contradicciones y, de este modo, esclarecer y rescatar esos valores
cristianos que se encuentran ahora aislados y sin contexto que los iluminen.
¿Cuál es la hoja de ruta de la reflexión que
proponemos? Se encamina hacia tres grandes consecuencias de la modernidad –y su
culminación posmoderna–, que demandan para hacerles frente una buena
comprensión intelectual de la fe cristiana. La primera es la disolución del
sujeto, del ser humano, en una racionalidad meramente técnica que lo ha llevado
a convertirse en un objeto manipulable frente a cualquier tipo de poder. La
segunda es profundizar en las raíces de la renuncia a la verdad, que nuestra sociedad
ha llevado a cabo al confinarla en la funcionalidad de la técnica y de los
resultados pragmáticos inmediatos, dejando al sujeto a merced de sus propios
sentimientos y condicionando la experiencia humana a los prejuicios. Hablar de
una vida verdadera se ha vuelto algo ilusorio. La tercera es el adiós a la
historia que el pensamiento moderno lleva proclamando desde hace siglos, donde
el pasado se ha vuelto irrelevante para el presente. Todo esto está
configurando una cultura que mira al cristianismo como algo muy ajeno a ella.
Finalmente, la tercera acción podría entenderse
desde la idea de que evangelizar en la sociedad actual es también tratar de
facilitar espacio a Dios a través de la reflexión antropológica y ética. Con
este término, facilitar, nos referimos a la necesidad de dar cauce a Dios en el
tupido bosque de las ideas y proyectos modernos e iluminar su relación con los
hombres; dar cauce a Dios en toda su realidad viva, desde la perspectiva
intelectual, porque la secularización que hemos sufrido en los últimos siglos
ha dejado a Dios encerrado en el ámbito privado de la conciencia.
Intentar mostrar la relación de Dios con los
hombres, para que el contenido de la fe cristiana sea reconocido como una ayuda
al desarrollo y a la convivencia de la sociedad, se convierte así en una tarea
intelectual prioritaria de todos los cristianos.
Publicado
por Alfa & Omega
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