Reflexión | Carmen Notario/FA
Y si fuese tu último día…
¿Cómo
vivirías ese día, cómo tratarías a las personas, a la Tierra de la que vienes y
a la que vuelves?
Te
invito a una meditación como homenaje a la Tierra y a las mujeres que sufren
violencia. Para ello, para que este momento sea orante y sincero, intentamos
relajarnos no como objetivo de la meditación, sino como preludio a un
importante encuentro.
Respiramos
y hacemos silencio, apagamos el móvil y cerramos la puerta de la habitación y
la de las ideas y ocupaciones, para acudir a una cita postergada por las
urgencias. La cita es con la Presencia que nos habita. Esa Presencia es callada
y respetuosa con nuestros ruidos: espera, aguanta, acoge.
…Y
si hoy fuese el último día que tengo para vivir conscientemente dueña de mi ser
y de mis decisiones ¿qué haría? Se me ocurre que lo primero que haría sería
bajar las actitudes defensivas y reconocer mi humus, de donde vengo y a donde
voy.
Todo
empieza en la Tierra; mira las imágenes que ofrecemos y escucha tu reacción
interior ante la naturaleza en estado puro, sin manipulación ni
explotación…todo fluye, no hay violencia, hay vida.
Es
la violencia la que causa bloqueos y los bloqueos originan violencia, contra
una misma, o contra las personas y sobre lo apropiado de la naturaleza.
Me
pregunto ¿cómo expreso mi descontento, mi inseguridad? ¿Ataco a alguien, culpo
a los demás? La crítica destructiva es el refugio de los cobardes, de las que
no enfrentan.
Por
todo ello podemos deducir que la violencia es normalmente signo de inmadurez,
de miedo a la verdad liberadora.
Recuerdo
una tarde en la calle Arturo Soria de Madrid, dos niños de unos 8 años
golpeaban con todas sus fuerzas un árbol, con una rama caída. Su padre a poca
distancia pegado literalmente al móvil ni se enteraba. Les dije a los niños,
con mucha calma y cara de pena «no le peguéis al árbol, está vivo, y no os hace
ningún daño». Me miraron con ojos a cuadros y bajaron su arma. Su padre se
percató y acudió: es lo que querían, la atención de su padre que, pegado al
móvil, no estaba con sus hijos; fue la agresividad de ellos y mi presencia lo
que consiguió su atención. La víctima era el árbol, agotado de limpiar
contaminación, y apaleado sin sentido, pero también unos niños desatendidos,
que tarde o temprano tendrán problemas de atención, de adicción, de depresión…
Esta
historia real, insignificante aparentemente, llevada a diferentes aspectos de
la vida, y de nuestras relaciones nos invita a preguntarnos, cuando soy
violenta o agresiva ¿qué busco?, ¿de dónde arranca ese problema?
Cuantas
veces el dolor se expresa con gritos contra alguien. O el maltrato reacciona
con maltrato en una espiral de violencia imparable.
Como
dice Chittister: En el momento que una mujer descubre que finalmente es
respetada por lo que es en sí misma, más que por ser la hija o la esposa de un
hombre, halla un pozo de posibilidades dentro de sí.
Hacernos
respetar supone que nos respetamos a nosotras mismas y entre nosotras. Una
manera muy frecuente de auto violencia es dar cabida al sentimiento de
culpabilidad que el patriarcado perpetra con total indiferencia.
No
siempre el patriarcado es masculino. Conozco mujeres que pueden ser más
patriarcales que la mayoría de varones y, de hecho, pueden crear violencia de
todo tipo, sobre todo, utilizar sutiles herramientas para crear un vacío, una
sospecha alrededor de alguna mujer porque es diferente, o porque piensa por sí
misma. Si es varón, es un pionero y un creativo, si es mujer…
En
1 Juan 4,20 se nos dice «si alguno dice que ama a Dios, pero odia a su hermano
es un mentiroso…» me atrevo a parafrasear el texto: si no respetas a tu
hermana, tampoco respetas a la tierra. Nuestras actitudes vienen dirigidas
desde el interior y no somos uno con unos y otra con otros: o soy, o no soy
respetuosa. Cuido o no cuido de no herir a las personas, luego puedo asegurar
que también estoy intentando mimar la Tierra herida y violentada continuamente.
Hagamos
silencio, silencio no cobarde que nos lleve a acoger luz sobre nuestras
actitudes y revisar qué tipo de relación tengo conmigo misma, con las personas,
con la Tierra y se deduce qué experiencia voy teniendo de Dios, como es su
Presencia en mí.
Es
más fácil hacer un listado de derechos que no se cumplen que desde una
espiritualidad seria, mirar de frente las causas de mi violencia y atenderlas
sin culpabilizarme ni culpabilizar.
Dichosas
las que trabajan por la paz, porque a esas las va a llamar Dios hijas suyas (Mateo 5,9)
Cerramos
los ojos e interiorizamos ese eco, esa fuerza que se despliega dentro, cuando
escuchamos el aletear de la verdad del Espíritu en nuestra casa interior.
Y
piensa, ora, si fuese tu último día de consciencia consciente, ¿qué harías?,
¿qué defensas derribarías para salir al encuentro de la no violencia, de la paz
que te hace hija de Dios?
Publicado
por Feadulta.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...