Espiritualidad | Antonio Piñero/RD
“Redescubrir a Jesús de
Nazaret. Lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado”
Fallos garrafales de la investigación, según Dunn.
Hace ya seis
años, 2015, que Ediciones Sígueme, de Salamanca, ha presentado la edición en
castellano de este librito (126 pp. en formato de libro de bolsillo. ISBN:
978-84-301-1972-8) del exegeta británico, metodista, bien conocido, James D. G.
Dunn, fallecido hace bien poco. Dunn ha publicado obras extensas sobre Jesús,
Pablo y el cristianismo primitivo.
La obra es
como una última reflexión, y una suerte de queja, tras la publicación de su
“Jesús recordado”, a causa –en su opinión de que la investigación histórica
“parece” haber olvidado. Y digo “parece” porque –como ocurre en la práctica–
los exegetas confesionales no leen ni citan otras obras, que no sean las de sus
colegas de Facultades de Teología y sedes análogas, obras aunque, sean
aparentemente rompedoras. Por más que algunos autores “confesionales” mantengan
tesis extravagantes (como las del Jesus Seminar), sus obras reciben atención.
Para empezar
Dunn afirma que la “investigación” histórica olvida algunos principios básicos
de la “búsqueda” del Jesús histórico. Los fallos cometidos son tres: 1. La
investigación ha sido incapaz de distinguir entre el efecto que produjo Jesús y
la valoración subsiguiente de él. 2. Se ha valorado y contemplado aj a través
de una cultura literaria, basada en textos escritos, los evangelios
naturalmente, pero olvidando que detrás de ellos había una cultura oral. No se
ha prestado la debida atención a que la primera tradición evangélica procede en
su mayoría de formas orales, no prestando atención a que el impacto de Jesús
comenzó a perdurar en una sociedad donde lo cultural y lo histórico se plasmaba
y transmitía de forma oral. Y 3. La reconstrucción del Jesús histórico ha sido
realizada por una crítica que se ha perdido en discutir detalles, a veces sin
importancia, y ha perdido de vista la imagen global, característica,
emblemática de Jesús.
Iré
considerando la descripción de estos fallos, cómo los comenta Dunn e iré
haciendo mis observaciones según los capítulos de su libro (tres) que explican
tales fallos y los remedios que Dunn propone para corregirlos.
Según este
esquema, el cap. primero aborda el tema de la fe y se pregunta: ¿Cuándo se
convirtió la fe en un factor en la tradición de Jesús? La respuesta de Dunn es:
desde los primeros momentos de su actuación Jesús, con su magnetismo, su
carisma, sus exorcismos, sanaciones y su oratoria atrajo la atención de sus
seguidores de modo que ya en vida de él, esos seguidores comenzaron a comentar
y coleccionar sus dichos y hechos, tanto sus amigos, como Marta y María (Lc
10,38; Juan 11,5), como otros más cercanos. De modo que –concluye Dunn– la fe
en Jesús no es un producto postpascual, nacido de la creencia en su
resurrección, sino que hay mucho material de Jesús que fue recogido ya en vida
de este. Por tanto, no está condicionado por la creencia en un Cristo celestial.
Para acceder
al Jesús histórico no hay que suprimir la fe los primeros cristianos, y
plantear la investigación “como una lucha épica entre el Jesús histórico y el
Cristo de la fe” (pp. 24-25) no tiene sentido alguno, como ha ocurrido en muy
diversas etapas de la investigación. La fe en Jesús nace por el impacto de
Jesús en sus seguidores durante toda su vida, y comienza mucho antes de su
muerte. No hay contaminación de “fe cristiana” (aún no formada) en ese impacto.
Mis
observaciones, a modo de respuesta a esta tesis son las siguientes:
1.
La pretendida
ignorancia puede darse en los autores que Dunn ha manejado, pero no en la
investigación independiente, desde mitad del siglo XIX, y sobre todo desde
principios del XX en la en lengua inglesa y francesa, sobre todo.
Naturalmente
no toda la tradición de Jesús ha sido contaminada por la fe (que nace quizás
entre los helenistas, pero cuyo representante principal y por escrito, es
Pablo). Pero ese material son dichos y hechos que no afectan al sentido de la
muerte vicaria de Jesús por el perdón de los pecados, ni a su glorificación a
los cielos con todos los predicamentos del Cristo celestial.
Afirmo que
todo lo posiblemente recogido en vida de Jesús sobre la ética y enseñanza de
este nos lo dibuja como un maestro plenamente judío, como un fariseo
ciertamente sui generis pero, al fin y al cabo, fariseo. Nada hay especialísimo
y original en su ética y en sus dichos, sino que ese material contiene rasgos
del Jesús histórico como buen maestro de la Ley, radical, que pretende
profundizarla e ir a lo esencial de ella para mejor cumplirla.
Una buena
muestra de este impacto de Jesús se recogió en su región natal, Galilea, en
donde pasó gran parte de su vida pública. Se trata de la colección de
sentencias (menos dos relatos: las tentaciones y la curación del siervo del
centurión) de Jesús, que fue hecha, sin duda en esa región y en la que no
aparece para nada su muerte y su resurrección, ni hay rastros de fe alguna en
sentido sobrenatural. A partir de la lectura este documento (reconstruido) da
la impresión de que en su momento no existía una teología firme sobre la cruz,
es decir, sobre el sentido de que el suplicio de la cruz fuera parte
notable e importante de un plan divino salvador de la humanidad entera, y de
Jesús lo aceptara consciente y voluntariamente.
Los recuerdos
de Jesús en esos momentos eran ciertamente fruto de conversaciones de sus
amigos y conocidos, más o menos numerosos, sobre el impacto de su predicación,
sobre sus dichos y sentencias, más las acciones de sanación o exorcismo,… No
hay nada más que meros recuerdos y comentarios elogiosos, ya que Jesús seguía
vivo y a su lado. Y si lo único que hacían era recordar y comentar,
probablemente no recogieron nada por escrito de tales dichos y acciones, entre
otras razones porque el pueblo judío (según las últimas tendencias de la
investigación) no estaba alfabetizado. Ni siquiera los varones y al 90%, como
se ha afirmado siguiendo las exageraciones de Flavio Josefo, sino que los
judíos de la época eran en su inmensa mayoría analfabetos funcionales. Es,
pues, improbable que la tradición de Jesús en esos momentos fuera escrita.
Ciertamente solo oral. No hay aquí apenas discusión alguna.
Esos recuerdos
de Jesús y esa “fe” en Jesús que Dunn constata no pasan de ser el fruto del
impacto de un maestro religioso plena y típicamente judío. Sin más. En este
material no hay rasgos que promuevan disputa técnica alguna entre el Jesús
histórico y el Cristo de la fe. Sinceramente, me parece que esta observación de
Dunn sobre el impacto de Jesús en vida no conduce a nada práctico acerca de
este dilema. Y en todo caso…, si algunos de sus seguidores empezaba a barruntar
que Jesús, además de profeta, podría ser el mesías, la imagen de este mesías
sería totalmente judía, como muestra la reprensión que, según Marcos, Jesús
dirigió a Pedro por no interpretarlo como un mesías sufriente y aparentemente
fracasado (Mc 8,32…) y como indica la afirmación sobre la figura de Jesús en Lc
24, 21 (“Nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”), y
sobre su propósito en Hch 1,6 (“Entonces los que se habían reunido le
preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”).
Sostengo que,
cuando Dunn argumenta que este hecho significa una prueba general en contra de
la tesis de que la tradición de Jesús está “toda ella contaminada” por la fe
postpascual, no está probando nada, porque este material se refiere –como digo–
a un Jesús judío, profeta y maestro, pero puramente judío. No hay en ese
material fe sobrenatural alguna sobre su misión universal como mesías que
trasciende los límites del judaísmo. Y a partir de esos relatos evangélicos, de
dichos, sentencias y parábolas no construye la investigación independiente
ningún judío idiosincrático a gusto de los “prejuicios del investigador” (pp.
41-43). En todo caso afirma que en la ética y enseñanza de Jesús no hay
estrictamente idea novedosa alguna, ni siquiera en el amor a los enemigos
(Levítico 19,18).
Afirmo que
Dunn exagera cuando sostiene que la investigación “ha sido incapaz de reconocer
que el impacto generador de fe que Jesús hizo en aquello a los que llamó al
discipulado es el punto de partida, obvio y necesario, para intentar
remontarnos hasta Jesús” (p. 45). Respondo: claro que lo reconoce…, pero hay
que insistir una y otra vez en que lo único que se obtiene de esa “fe” es un
Jesús histórico como un maestro de la ley y de la ética plenamente judíos… Por
tanto lo que se obtiene tampoco interesa o impacta demasiado en un creyente
actual, puesto la imagen es la de un Jesús judío y nada más. Nada que afecte a
la fe en un Cristo celestial…, que es lo que importa de verdad al que
reflexiona sobre su fe cristiana hoy.
Saludos
cordiales de Antonio Piñero
https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/
Publicado por Religión Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...