Espiritualidad | Benjamín Forcano/RD
¿María de Nazaret, la madre
de Jesús, nació o no con el pecado, era o no Inmaculada?
"¿Existe entonces un
nuevo relato? Sí, y da lugar a una nueva comprensión de la Inmaculada"
Desde hace más
de 454 años, los nicaragüenses, estén donde estén, dentro o fuera
de su país, cuando llega esta fecha, se reúnen y corean: ¿Quién causa tanta
alegría? La concepción de María.
El primer
relato relacionado con la Inmaculada, aparece en la Biblia, escrito bastantes
siglos antes de la venida del Cristo. Es ahí, donde los sabios de Israel tratan
de dar una explicación a la existencia del mal existente en el mundo. Ese mal
no pudo haberlo hecho Dios e inventan el relato de la creación de Adán y Eva,
los cuales, viviendo en el paraíso, son tentados y seducidos desobedecen a Dios
y cometen el primer pecado, el pecado original. Un pecado que contraerán todos
sus descendientes y que les será transmitido por generación.
¿María de Nazaret,
la madre de Jesús, nació o no con el pecado, era o no Inmaculada?
Hacia el siglo
XII la cuestión encendió la discusión entre los teólogos. Los dominicos decían
que María no era inmaculada y los franciscanos y jesuitas decían que sí.
La cuestión
quedó zanjada en el año 1854 por el Papa Pio IX que definió: “La Virgen María
fue preservada de toda mancha de culpa original en el primer instante de su
concepción”. Y de ahí el
nombre y la fiesta La Inmaculada.
Para
científicos, y sobre todo exegetas y teólogos actuales, esta definición
necesita hoy ser debidamente reinterpretada. Porque el relato que la sustenta no existió, no
es histórico sino mítico, inventado por la necesidad de dar una explicación al
mal existente en el mundo.
Tal explicación
es ajena a la enseñanza de Jesús contenida en el Nuevo Testamento. Fue producto
del maniqueísmo, que establecía la existencia del Bien y del Mal, como dos
principios constitutivos de la vida humana.
¿Existe
entonces un nuevo relato? Sí, y da lugar a una nueva comprensión de la
Inmaculada. Dicha
comprensión consiste en lo siguiente: Dios es creador del universo y, por
supuesto, del ser humano, creado a su imagen y semejanza.
Dios es bondad
infinita, origen de todo bien, sin que nada de lo hecho por El esté poseído o
corroído por el mal. La humanidad de cada persona es buena, constituida para
hacer el bien, aunque sí es libre para optar por el Bien o por el Mal.
En este
sentido, todo ser humano lleva dentro de sí un núcleo divino de bondad y de
amor, que lo hace puro, inmaculado. Por lo tanto, aunque no hay ningún
texto en todo el Nuevo Testamento que llame a María Inmaculada, lo es.
Lo es porque
Dios, que es sumamente bueno, no pudo crear nada malo. Lo que hay de Dios en
María y en nosotros, es purísimo, inmaculado. Nuestra realidad original
conlleva esa donación divina, que es la que tenemos que desarrollar. De ella
proviene todo lo bueno que podemos realizar.
Sin duda, ésta
es una valoración distinta a la que tantas veces se nos ha dado, una valoración
nueva que nos hace ver que la verdadera grandeza de María reside en que
llevó una vida normal, supo cumplir de maravilla sus obligaciones de madre y
esposa. Su vida familiar no era un cuento de hadas, era una mujer de
nuestra raza, de nuestra tierra, vecina de un pueblo como nosotros. Y en la
sociedad judía le tocó experimentar lo que era una mentalidad fuertemente
machista, que su hijo contradijo abierta y públicamente, provocando que una
mujer, que le escuchaba, gritase: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos
que te criaron”.
Ciertamente María
fue Inmaculada, sin mancha, porque libremente aceptó la voluntad de Dios, de
ser madre y portadora del Mesías. De esta anónima aldeana estuvo pendiente
el futuro salvador de la humanidad. Ella por amor y con amor dijo que sí, que
lo aceptaba: “Hágase en mí según tu palabra?
María fue la
primera seguidora de Jesús, la que hizo posible el anuncio y construcción del
reino de Dios en este mundo, un reino abierto a todos para construir la única y
gran familia de Dios, todos como hermanos, sin amos ni esclavos, en el que los
últimos serán los primeros.
Así, pues,
María fue grande no porque fuera exenta de un previo pecado, llamado original,
sino porque fue irreconciliable con el mal dentro de nuestra condición frágil y
vulnerable, desplegó en su persona la función maternal de la misericordia de
Dios y porque por ella ocurrió lo que nunca ocurrió con ningún otro: que su
hijo, el condenado y crucificado, el enterrado y dado por fracasado, resucitó,
venció a la muerte y mostró estar plenamente vivo.
-Poema final:
Mira a María
como si fuera un espejo,
Que te está
recordando lo que eres.
Si esa visión
te asusta,
es que no has
descubierto tu interior.
Eres la perla
y tienes que tallarte.
Pero tienes un
modelo en quién fijarte (fray Marcos)
Publicado
por Religión Digital
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