La Iglesia Hoy | Diego Pereira Ríos[1]
Los miedos bilaterales que
trae la Sinodalidad
En
este tiempo de iglesia, donde estamos en
proceso de Sinodalidad, en medio de un sínodo, la iglesia toda en su
conjunto -desde el Obispo de Roma hasta las bases y viceversa- viene experimentando
un cambio brusco que provoca un sinfín de situaciones que aún no podemos comprender.
Acostumbrados a una “manera” de ser Iglesia, donde unos lideran y otros actúan
siempre y cuando se les dé permiso, necesitamos una transformación. Esto
implica –como el mismo proceso del sínodo ha propuesto- un primer momento de
escucha para luego discernir. Pero, sin embargo, aún hay oídos que no quieren
escuchar y por no querer escuchar debemos ver en ello una cierta negación
voluntaria. Podemos afirmar que, la causa de esa negación –como en muchas
circunstancias de la vida- es el miedo. El miedo al cambio.
En
la "Carta a los sacerdotes sobre el
proceso sinodal", publicada el 19 de marzo, se plantean dos miedos que
pueden estar viviendo nuestros pastores: el de la sobrecarga pastoral y el del
miedo a una nueva identidad sacerdotal de la cual aún parece no tenerse
claridad. La primera es más visible ya que con la falta de vocaciones, los
sacerdotes han visto redoblada su tarea, sobre todo ahora que se les pide ser
promotores de la sinodalidad. La segunda es más compleja y justamente es más
importante: la del liderazgo propio del sacerdocio ministerial. Con la
promoción del sacerdocio bautismal en una iglesia donde la mayoría somos laicos
y laicas, quitarle ese lugar de guías, les causa miedo. Pero me parece que
debemos indagar en ese miedo. Por lo corto de este artículo, me adelanto a
decir que es miedo a perder el poder que la misma iglesia les ha dado y que
ahora deben compartirlo. Un miedo que surge de un protagonismo que sigue siendo
no clarificado, pero que ha generado en la historia de la iglesia un sinnúmero
de abusos de poder, que ahora el impulso sinodal quiere corregir.
Luego
tenemos la otra cara de la moneda (cosa que no me agrada por la división que
esta expresión genera), pero que tiene que ver con el miedo que se está
generando en el laicado. Un laicado mal acostumbrado a simplemente obedecer a
los pastores, y no solamente en cuestiones pastorales, sino que muchas veces en
materia espiritual. Un laicado acostumbrado a oficiar de receptáculos que
reciben indicaciones, orientaciones, órdenes. En muy pocos casos –y bajo la
supervisión y aceptación de la jerarquía- algunos laicos y laicas han logrado
penetrar en la estructura de la iglesia para ser escuchados acerca de la
realidad de la iglesia. Con estas palabras estoy describiendo el clericalismo que aún vivimos y que no es
sólo un problema de los sacerdotes, sino que es un gran problema del laicado.
Cambiar esta situación de dependencia a una actitud proactiva, no será fácil.
Que los laicos se apropien de la iglesia en el sentido de sentirse parte
responsable de la iglesia, implica un proceso de empoderamiento. Y esto debe
trabajarse desde ambos lugares: desde el clero y desde los laicos, hombres y
mujeres comprometidos con la vida y el futuro de la iglesia.
Otro
de los tantos miedos considero que surge de la “santa ignorancia” que pervive
en el laicado. Durante años, privados de una formación teológica seria, son muy
pocos los que conocen en profundidad la doctrina católica. Pero, sobre todo, la
misma doctrina aprendida nos ha recluido en ser simples escuchas de “los que
saben”, “los maestros de la fe”: los sacerdotes. Esto ha generado una
ignorancia de lo que implica ser laico y la responsabilidad que tenemos en la
misión salvadora de la iglesia. ¡Y digo santa ignorancia sabiendo que en el
Pueblo de Dios hay mucha gente santa! Desde las ancianas que rezan a diario el
Rosario, desde los que sostienen la iglesia con sus donativos, desde los que se
siguen acercando a buscar una palabra de esperanza; pero todo ello dentro de
una autopercepción de no saber en qué consta la salvación, o no sentirse
“dignos” de tan grande sabiduría. Lo peor en esta enseñanza recibida, ha sido
la insistencia en la catequesis sobre el pecado y con ello el miedo a perderse,
descuidando el don de la gracia que viene por los sacramentos recibidos, y por
un corazón deseoso de Dios (también el miedo sigue siendo parte del discurso
religioso, no sólo de la guerra).
¡Pero
vamos a vencer los miedos!, tanto sacerdotes como laicos y laicas, y lo haremos
juntos, en sinodalidad. El amor de Dios que fundamenta nuestra fe es la razón
suficiente y creadora de nuevas realidades. Y el amor supera el miedo, genera
vida en abundancia, da paz en el conflicto y transforma toda situación de la
vida, y por ello lo hará con la iglesia. Estamos convencidos de que “El camino de la sinodalidad es el camino que
Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, como dice nuestro Papa
Francisco, y creemos que es el Espíritu Santo quien nos guiará en este proceso.
¡No tengamos miedo!
[1] Laico uruguayo de 42 años, Profesor de Filosofía y Religión, Maestrando en Teología Latinoamericana en la UCA de El Salvador, Docente de teología en la Escuela de Laicos “San Juan Eudes” de Ecuador, miembro de Amerindia Uruguay, de la Comunidad Bremen-Marcelo Barros de Brasil y de la Asociación de Teólogos del Tercer Mundo (ASSET/EATWOT). Libros publicados: La fuerza transformadora de la esperanza (Nueva Visión, 2016), En un camino liberador desde el Sur (Rumbo, 2020), Teologia para um cristianismo libertador (Senso, Brasil 2021), Cuestiones de fe. Caminando en búsqueda de Dios (Pieco, Córdoba Argentina. En publicación para 2022).
Foto: Taller sobre Ecología Integral-Montevideo 2018
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