Vida Humana | Andrea Tornielli/VN
Por la vida, siempre
Es
de esperar que la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU se convierta en la
ocasión para legislaciones que protejan la vida, los derechos de las mujeres y
la maternidad
La
sentencia del Tribunal Supremo, que después de medio siglo anula la
legalización federal del aborto en EEUU devolviendo a cada Estado la potestad
de legislar, puede ser una ocasión para reflexionar sobre la vida, la
protección de los indefensos y los descartados, los derechos de las mujeres y
la protección de la maternidad.
Es
un tema sobre el que, desde el principio de su pontificado, el Papa Francisco
se ha expresado con fuerza y de forma inequívoca. En Evangelii gaudium, el
documento que trazó la hoja de ruta del actual Obispo de Roma, leemos:
“Entre
esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los
niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy
se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se
quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda
impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la
Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo
ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida
por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano.
Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en
cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y
nunca un medio para resolver otras dificultades”.
Una
reflexión seria y compartida sobre la vida y la protección de la maternidad
requeriría salir de la lógica de los extremismos opuestos y de la polarización
política que, a menudo, lamentablemente, acompaña a la discusión sobre este
tema, impidiendo un verdadero diálogo.
Ser
por la vida, siempre, significa preocuparse, por ejemplo, si aumentan las tasas
de mortalidad de las mujeres a causa de la maternidad: en Estados Unidos, según
datos del informe de la agencia federal Centers for disease control and
prevention, se pasó de las 20,1 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos vivos
en 2019 a 23,8 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos vivos en 2020. Y
sorprendentemente, la tasa de mortalidad materna de las mujeres negras en 2020
fue del 55,3 muertas por cada 100.000 nacidos vivos, 2,9 veces la tasa de las
mujeres blancas.
Ser
por la vida, siempre, significa preguntarse cómo ayudar a las mujeres a acoger
una nueva vida: según una estadística en Estados Unidos, cerca del 75% de las
mujeres que abortan viven en la pobreza o tienen salarios bajos. Y sólo el 16%
de los empleados de la industria privada tiene acceso a un permiso parental
remunerado, según un estudio publicado en la Harvard Review of Psychiatry el 9
de marzo de 2020. Casi una de cada cuatro madres recientes que no tiene derecho
a un permiso remunerado se ve obligada a volver al trabajo a los diez días de
haber dado a luz.
Ser
por la vida, siempre, significa también defenderla contra la amenaza de las
armas de fuego, que lamentablemente se han convertido en una de las principales
causas de muerte de niños y adolescentes en Estados Unidos.
Es
de esperar, por tanto, que el debate sobre la sentencia del Tribunal Supremo de
EEUU no se reduzca a una contraposición ideológica, sino que ofrezca la
oportunidad de cuestionar – al otro lado del océano y también de este – lo que
significa acoger la vida, defenderla y promoverla con legislaciones adecuadas.
Publicado
por Vatican News
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