Nuestra Fe | Juan Pablo Espinosa Arce*
Algo por hacer
Los cristianos y cristianas creemos que en Dios se encuentra
la esperanza. La esperanza aparece como un movimiento que dinamiza nuestra vida
y que nos hace creer que todavía queda algo por hacer. Con ello la esperanza se
opone diametralmente a una visión fatalista y determinista de la vida y de la
historia, es decir, de una comprensión de que las cosas no cambiarán, de que
todo seguirá tal cual.
Pero pareciera que vivimos en tiempos donde ese algo por
hacer queda vacío de contenido y de sentido. ¿Realmente nos queda algo por
hacer? Como canta Nano Stern en La raíz “Pareciera que la tierra se nos
va a acabar / que será cubierta por concreto y alquitrán/ pareciera que la vida
se nos va a ahogar/ asfixiada por paredes que la mataran”. Pareciera que esta
es la fotografía de este tiempo, de nuestros tiempos. En medio de la
intranquilidad e incertidumbre de este tiempo, de sus encuestas, de sus
pulsiones publicitarias y de ciertas narrativas marcadas por la catástrofe y
por la falta de posibles es algo que desafía la experiencia cristiana de la
esperanza, de ese abrazar el algo por hacer.
Los cristianos confesamos a un Dios que abre el espacio del por
hacer. Creemos en el Dios de Abraham que moviliza al patriarca a buscar una
tierra nueva, una tierra distinta. La esperanza reside en el Dios que abrió los
ojos y oídos de Ezequiel para gritar a los huesos secos que esos cadáveres
desérticos serían cubiertos de carne y de tendones. Creemos en el Dios que en
Jesús anunció buenas nuevas a los que vivían encerrados por visiones y
prácticas religiosas y sociales que terminaban denigrando sus vidas. El Dios
del todavía algo por hacer despierta en los seres humanos la esperanza
como mirada atenta de la historia, de los signos de los tiempos, de los
destellos de justicia y de compasión que son signos anticipatorios del Reino de
Dios, como indica el teólogo Juan Alfaro.
Transcribo de manera íntegra el poema “El doliente” de
Óscar Hahn, que es un grito y un manifiesto ante todos esos por hacer de
la vida en los que la fe cristiana reconoce la presencia de un Dios novedoso.
“Pasarán estos días como pasan
todos los días malos de la vida
Amainarán los vientos que te arrasan
Se estancará la sangre de tu herida
El alma errante volverá a su nido
Lo que ayer se perdió será encontrado
El sol será sin mancha concebido
y saldrá nuevamente en tu costado
Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?
Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas”
Hemos de aprender constantemente a mirar los algo por
hacer que animan nuestros deseos cotidianos, nuestras formas creativas y
solidarias. La esperanza cristiana ilumina, conduce y va plenificando esos
movimientos y proyectos que laten en nosotros, esas pulsiones de vida y de
justicia, ese buscar construir narrativas de esperanza para cada corazón que
late en este mundo.
*Teólogo, profesor y poeta, Chile.
ADH Octubre 2022, 871
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