Papa Francisco | Gianni Criveller/Z
Papa Francisco sigue apostando por el diálogo con China.
¿Beijing hará otro tanto?
Reflexiones
del padre Criveller, misionero del PIME y sinólogo: con el nombramiento de Shen
Bin como obispo de Shanghái, el Papa se preocupa por el bien del pueblo de
Dios, y nosotros con él. Pero en la entrevista del card. Parolin se trasluce
claramente la decepción de la Santa Sede por la situación que se ha creado. Y
es difícil imaginar que las autoridades chinas, que tanto insisten en una
política de nacionalización de las religiones, dejen de tomar decisiones
unilaterales.
La Oficina de prensa del
Vaticano anunció que el Papa ha nombrado obispo de Shanghái (China) a Joseph
Shen Bin, transfiriéndolo de la diócesis de Haimen (Jiangsu). Al mismo tiempo,
el secretario de Estado Pietro Parolin concedió una inusual entrevista ‘a los
medios del Vaticano’. No aparece el nombre de la agencia ni del entrevistador e
incluso las preguntas están numeradas. En definitiva, es una declaración en
toda regla, sin llegar a ser formal y oficial.
Lo
primero que quiero afirmar es que, ante un acto de gobierno del Santo Padre,
los católicos tenemos la esperanza de que sus intenciones, por las que rezamos
todos los días, se hagan realidad. Y su intención es el bien del pueblo de Dios
en China y en Shanghái.
El
Secretario de Estado, por su parte, se preocupó por aclarar, en la medida de lo
posible, las circunstancias que condujeron a esta decisión. Algunos
observadores imaginaban que tarde o temprano se llegaría a este punto, es
decir, a refrendar, aunque fuera a regañadientes, la decisión de las
autoridades chinas del pasado mes de abril. Al trasladar a monseñor Shen sin
ninguna consulta, las autoridades chinas habían entristecido y herido no poco a
la Santa Sede.
No
pocos católicos, de Hong Kong y de otras partes, consideran que la decisión
papal es una capitulación más ante los abusos de la política religiosa de
Beijing. De hecho, se aplica con escaso respeto por la letra y el espíritu del
Acuerdo de 2018, que ya se ha renovado dos veces.
La
decepción de la Santa Sede se trasluce claramente entre líneas en la entrevista
del Card. Parolin. Pero no ha podido explicitarla en toda su gravedad, porque
al aceptar el traslado de Shen Bin a Shanghái, el Papa quiere, a pesar de todo,
no dejarse enredar por las dificultades e incorrecciones, y seguir apostando
por el diálogo con China.
El
nombramiento como cardenal, el pasado domingo 9 de julio, del obispo de Hong
Kong Stephen Chow -que sigue a su inclusión, único obispo chino, entre los
miembros del Sínodo- demuestra que el cardenal electo Chow es una importante
figura de mediación. Y él nunca se ha pronunciado en forma drástica sobre el
asunto de Shanghái, declarando que no considera que el Acuerdo entre China y la
Santa Sede haya fracasado.
El
Card. Parolin llega incluso a afirmar que ahora sería oportuno avanzar un paso
más, a saber, la creación de una oficina de comunicación estable entre ambas
partes. La Santa Sede sigue creyendo -a pesar de todo- en el diálogo, pero ¿el
interlocutor está en la misma longitud de onda? ¿Puede una oficina resolver lo
que, por parte de China, parece ser una decisión estratégica concreta: proceder
unilateralmente en una política religiosa cada vez más caracterizada por el
nacionalismo de la «sinización»? Creemos que no es tanto la falta de
instrumentos de enlace como la falta de sincera voluntad de diálogo por parte
de las autoridades chinas lo que hace todo tan difícil. Y es difícil imaginar
que el de Shanghai vaya a ser el último episodio unilateral, aunque esto sea
dramáticamente deseable.
En
cualquier caso, no se trata sólo de la preocupación por salvaguardar el
Acuerdo, el único canal de comunicación formal, por imperfecto que sea, entre
la Santa Sede y China. El Vaticano está preocupado sobre todo por la terrible
situación eclesial en la que se encuentra la diócesis de Shanghái.
La
entrevista del Card. Parolin contiene una única y sobria referencia a la
persona de Joseph Shen, el joven obispo de Shanghái que también es Presidente
del organismo denominado «Colegio de Obispos Católicos Chinos» (así dice el
comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano). Habla de Shen como un
«estimado pastor», a pesar de que -aparentemente- no pidió permiso ni informó a
la Santa Sede sobre su traslado. Quizá después pudo comunicarse de algún modo
con la Santa Sede y explicar su decisión.
Shanghái
lleva cerca de 10 años sin pastor. El último obispo, Aloysius Jin Luxian, murió
el 27 de abril de 2013. Diez años es realmente demasiado tiempo, con dos
obispos auxiliares impedidos por las autoridades de ejercer su ministerio. Al
obispo Thaddeus Ma Daqin, todavía bajo arresto domiciliario en el seminario de
Sheshan, las autoridades políticas incluso le habían abolido su estatus
episcopal (¡como si eso fuera canónicamente posible, por supuesto!). Me llama
positivamente la atención que el Card. Parolin mencione con todos sus títulos a
ambos obispos impedidos, incluso a Joseph Xing Wenzhi, que fue «retirado a la
vida privada». De hecho, como hemos mencionado reiteradamente, su historia
eclesial y humana merece ser aclarada, y en todo caso el obispo Xing tiene
derecho a una vida honorable y libre.
La
esperanza es que el obispo Shen Bin, ahora que cuenta con el reconocimiento
papal y (esto es demasiado claro) con el apoyo de las autoridades políticas, pueda
volver a poner en marcha la vida eclesial de Shanghái. Quizás empezando por sus
hermanos obispos, sobre los que ha caído el hacha de la condena política.
También será importante ver las reacciones de los católicos de Shanghái,
incluyendo los que no están alineados con las posiciones del gobierno.
La
comunidad católica de Shanghái, fundada en 1607 por Paul Xu Guangqi, el mejor
amigo, colaborador y discípulo de Matteo Ricci, y él mismo uno de los pilares
del catolicismo chino, comienza un nuevo capítulo difícil e incierto de su
camino. Lo acompañamos con amistad y con el espíritu de los que creen en la
comunión de los santos.
Publicado
por Zenit.org
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