Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
Familias
que impactan Vidas
La familia Hernández Reynoso es una
familia de la vida real, que ha vivido una fe extraordinaria y que, para
nosotros como comunidad, son un ejemplo a seguir. Tuvieron unos padres
maravillosos, en especial, su madre la señora Teresa Altagracia Reynoso Tejada, quien nació el 15 de octubre 1930,
en San José de Conuco, Salcedo. Fue la hija mayor de cinco hermanos, se casó con
Ramón María Hernández, procrearon 13 hijos. Uno murió muy pequeño y doce quedaron
vivos. Viene de un hogar humilde, pero muy arraigado en la fe cristiana. Hace
unos días, celebramos el día, donde
Jesús la miró y ella sus pasos siguió, un 14 de noviembre del 2023.
A la señora Teresa le encantaba la
canción: “Tu llegaste a mí”. Jesús dejó huellas en ella y donde él caminó,
ella lo siguió. Creía mucho en Dios, era legionaria de María y, pertenecía a la
congregación del Sagrado Corazón de Jesús.
Nos relata María Teresa, quien es la número
13 y la líder de la familia, que la vida de su madre fue un evangelio. Todas
las noches se reunían en familia, a rezar el Santo Rosario. Su madre decía que “familia que reza unida, permanece unida”.
Cuando los llevaba a la misa, una
forma de obligarlos a prestar atención, era decirles, que cuando llegarán a la casa, les iba a preguntar que dijo el padre.
Así, con cosas simples, como compartir lo poco que tenían, les enseñó mucho. Fue un regalo y ángel revestido de ternura
para esta familia.
Nos comentaba que, a pesar del alzheimer
de su madre, nunca se olvidó de su hermano papi. Nunca se puso resabiosa y,
ella se lo atribuye a dos cosas: a su
carácter pasivo y a que pareciera que todos
los hijos y nietos se pusieran de acuerdo, pero no fue así. Dios le dio la
sabiduría y la gracia para no contradecirla y siempre respetaron su voluntad.
Había dos cosas en su casa, que no eran
negociables: ir a la escuela e ir a la
iglesia, para recibir todos los
sacramentos.
Su madre siempre acogía y tenía las
puertas abiertas para sus vecinos. Como en toda familia, hubo tiempo buenos y
tiempos malos. Fue una mujer muy inteligente, pues cuando la palabra emprendimiento
no se conocía, ya era una emprendedora.
Para ayudar a su padre, abría sanes, también le gustaba cocinar, sobre todo
hacer dulces, su especialidad era el de coco con batata, le quedaban riquísimos
y los vendía.
María Teresa continúa diciendo que, aunque
suene exagerado, todo lo que podamos decir de ella, pero era la mujer más
empática que yo haya conocido, pues siempre de una forma muy discreta advertía las necesidades de un vecino e iba en
su ayuda.
Siempre nos contaba, que de joven le gustaba mucho bailar, pero
que no salía de su casa. Tenía un hermano que era músico y en su casa hacían
muchas fiestas. Recuerdo cuando ella y nuestro padre cumplieron los 68 años de
casados, ella tenía una vecina muy querida llamada Juliana, y siempre nos decía
que le agradecía mucho a ella y a sus hijas.
Aquí algunos testimonios de parte de
hijos y nietos:
Isabel
Amelia Santana Hernández: Mamá, todavía no puedo creer que te hayas ido, daría lo que fuera
por tenerte aquí y darte, aunque sea un último abrazo y decirte lo mucho que te
amo. Ahora que no estás, se lo
importante que eras en mi vida. Recuerdo cuando tenías tu mente lúcida y me
peinabas, me llenabas de cariño y
los momentos inolvidables que pase junto a ti.
Nunca te voy a olvidar.
Mariella Felipe Hernández: Mi
abuela luego del alzheimer, no nos reconocía a ningunos de sus familiares. Un
día llegué de la escuela, recuerdo que era un viernes y estábamos mi tía Carmen
y yo con ella. Carmen empezó a preguntarle cómo se llamaba su mamá y ella le
dijo Magdalena, y su papá, ella responde Casimiro. Al ver que los recuerdos
llegaban a su memoria me emocioné y le
dije mamá vamos a rezar y ella cogió su rosario y rezamos un padre nuestro
y un ave maría. Me sorprendió ver, que,
a pesar de su borrón de memoria, no había olvidado a sus padres y mucho menos
rezar.
Evelin
Teresa Santana Hernández: Desde que
puedo recordar, he tenido una vida muy feliz.
Desde muy niña viví con mis abuelos y el día de hoy, puedo decir
firmemente que se ha ido una buena parte de mí.
Mamá era una persona intachable,
integra y con el corazón más noble que he conocido jamás. Hablo hoy de ella, pero ambos fueron uno
mismo en valores, virtudes y vida cristiana.
Fiel creyente de Dios, en donde rezar
el rosario en el hogar era obligatorio en familia. Donde desde el más pequeño hasta el más adulto puede recitarlo sin titubear,
pues ella nos lo enseñó. Amorosa,
dedicada, paciente, guía, esposa, madre, abuela, vecina, si generalizo todo lo
antes mencionado, la mejor persona del mundo, pero no quiero presumir y diré a viva voz, que nunca aún con el pasar
de los años, te dejaré de recordar mamá.
Aury
Esther Cornelio Hernández: Mamá
Teresa, fuiste mi única abuela, más que abuela fuiste mi segunda madre, siempre
tan buena, tan tierna con tus hijos y nietos.
Nos diste la mejor enseñanza que es el valor y la unión de la familia. De
niña recuerdo que estar en tus piernas era mi mejor lugar, luego esas piernas
enfermaron y ya ese regazo que tanto me gustaba no podía disfrutar, pero
seguía disfrutando de tu cariño, tu sonrisa y tus carcajadas que me brindaste
hace poco, gracias por ese abrazo que
aun siento tu calor. Descansa en paz viejita y nos veremos en la eternidad. Te
amo mamá.
Evelia
Altagracia Hernández Reynoso: En
un lugar del mundo llamado San José de Conuco hubo una pareja de esposos de
nombres Casimiro Reynoso y Magdalena Tejada, tuvieron cinco hijos de los cuales
una de ellos fue nuestra madre Teresa. Una mujer con una humildad y obediencia
que la caracterizaba tanto, que trató de transmitir la misma dedicación a sus
13 hijos a quienes amó y trató de igual manera, de tal forma que cuando uno de
nosotros enfermaba, lo notaba antes de externárselo. Ella junto a nuestro padre,
nos enseñaron el valor de que las cosas,
no se las compraban al que las quisiera, sino a quien la necesitaba. Hoy que no está entre nosotros, no nos
dejaron dinero, pero si una herencia
invaluable, la unión familiar y la fe en Jesús y María.
Elvis
José Hernández: El recuerdo de una mujer excepcional, mi abuela, o mejor
dicho “mamá”, como todos
solíamos decirle, cuyo legado sigue
iluminando nuestras vidas.
Ella fue la personificación de la fe inquebrantable, el amor incondicional y la
sabiduría que se transmite a través de generaciones, junto con nuestro
abuelo (papá) que ahora mismo se
puede reencontrar con ella y ver su legado crecer y ser personas de bien.
Cada uno de sus actos estaba impregnado
de un amor profundo y una devoción incansable hacia su familia y su
comunidad. En nuestra familia siempre fue y será conocida por su
generosidad y ofrecer palabras de aliento y esperanza, incluso en los
momentos más difíciles.
Sus
enseñanzas basadas en la fe y la compasión siguen siendo una guía para nosotros. Nos enseñó a amar sin
mirar a quien, a perdonar con generosidad y a vivir nuestra fe con acciones
concretas. Su vida fue un testimonio de la bondad y la gracia de Dios. Y aunque ya no está físicamente con nosotros,
siendo una familia grande, agradecemos siempre su humildad y como la impregno
en nosotros sus nietos.
Hoy al recordar a mamá, agradecemos a
Dios por el tiempo que compartimos con ella y por las bendiciones que trajo a
nuestras vidas.
Ramón
Felipe Hernández: Qué bonito sería que dejaras el cielo un momento para estar
conmigo de nuevo, para sentirte y que
me dieras ese abrazo que tanta falta me hace, para escucharte y decirte que te
amo, y que en mi corazón siempre estarás presente. Extraño esos momentos que iba a tu casa a dormir contigo, no voy a
olvidar esos lindos recuerdos mamá.
Qué bonito sería sentarme a tu lado, aunque sea por una última vez y
decirte lo difícil que han sido mis días desde tu partida, para que me sonrías y me regreses la vida, para
que me des tus consejos y me llenes de besos.
Te amo mamá.
Eric
Carlos Felipe Hernández: Mi viejita, te me fuiste tan rápido que ni siquiera pude
despedirte, pero quiero decirte que siempre te llevaré en mi corazón, me
daba tanta felicidad cuando pasaba por tu casa y te vía en el mueble sentada
siempre feliz y me paraba para estar un rato contigo, pero te fuiste de
repente y espero que estés muy feliz
allá arriba. Te quiero mamá.
Magdalena:
Querida mamá Teresa, como una de tus
nietas sobran las palabras para agradecer a Dios por el gran ser humano que
fuiste, el mejor ejemplo de generosidad, amabilidad y cariño para tu hijos y
nietos, fuiste una mujer ejemplar, luchadora, respetuosa que siempre le
encantaba compartir sus cosas con los demás, fuiste una persona desprendida con el necesitado. Mujer de fe firme
siempre nos enseñabas con el ejemplo, que Dios tenía la solución de todos los
problemas. Contigo aprendí amar a Dios y
a la iglesia, sembraste en mí el valor de la honestidad, respeto, solidaridad,
comprensión y muchos más, siempre le daré gracias a Dios por dejarme ser parte
de tu vida.
Cantar la canción que a la señora
Teresa le gustaba, fue muy impactante para mí, porque al final eso fue lo que
ella hizo, sintió el amor divino de Jesús y entró en la barca del cielo junto a
él, a cambio de nada. A cambio de nada,
Teresa entregó su vida a Dios. A cambio de nada, se dedicó a su familia con
amor. A cambio de nada, su corazón bondadoso, abrazó la eternidad, al lado de
nuestro Padre celestial.
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