Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron
Jueves de la 34ª
semana del tiempo ordinario. San Andrés, Apóstol / Mateo 4, 18-22
Evangelio: Mateo 4, 18-22
En aquel
tiempo, pasando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón,
llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar,
pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos
de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Y pasando
adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su
hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y
los llamó.
Inmediatamente
dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Comentario
«Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron». Esa inmediatez, esa prontitud y
disponibilidad, ¿pudo Andrés mantenerlas siempre? ¿Valió más seguir a Jesús que
todas las cosas de su vida, e incluso más que su propia vida? ¿Tuvo siempre
para él más sentido seguir a Jesús hasta los confines de la tierra que el que
tenía su trabajo y cuidar a su familia, a la que tanto amaba? Todo aquello
también era de Dios. ¿No se desgarró su corazón al abandonarlo todo por Él? ¿Pudo Él llegar a ser
su todo?
Claro que hubo
desgarro, y el momento de la pasión no fue el único en el que estuvieron
tentados de dejarle (cf. Jn 6, 67). Porque Jesús era alguien concreto, una
persona, y seguirle no consistía en sustituir todas las cosas por Él. Jesús no
estaba llamado a ocupar todo el espacio de la realidad. Por eso constantemente
la vida le habría llamado a otras cosas. Pero Andrés ya no podía simplemente
volver. No podía ya solo trabajar, ni podía sencillamente volver a mirar a los
que amaba como si nada hubiera pasado. Jesús no debía suplantar la realidad,
pero era la única razón por la que trabajar y la única esperanza del amor. No
podía dejar a Jesús sin perderlo todo. Porque Él era el sentido de todo. Si
alguna vez trabajó, fue por Él. Y si alguna vez amó, que lo hizo, fue mucho más
que antes y gracias a Él. Si toda su vida estuvo dejándolo todo por Él, una y
otra vez, en cada nueva misión, era precisamente para poder tenerlo para siempre
en Él. Porque si somos de Cristo, todo es nuestro para siempre.
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