La Iglesia Hoy | Sor Elaine Castro Matheuz
La voz de los laicos en el
corazón de la Iglesia
En el marco
del Año Santo, el 7 y 8 de junio se celebra el Jubileo de movimientos
eclesiales, asociaciones y nuevas comunidades. Compartimos la experiencia de
Wilson Tamayo, un laico colombiano del movimiento “Lazos de Amor Mariano”,
quien muestra la alegría, la fe y el compromiso que este tiempo de gracia mueve
a los laicos comprometidos con la misión.
Wilson Tamayo
expresa con gran emoción su vivencia en este Jubileo, calificándolo como un
momento de gracia que llena de esperanza y de una alegría indescriptible. Desde
su experiencia, describe cómo la apertura de la Puerta Santa, un acto que
tradicionalmente se realiza cada 25 años, se convirtió en una oportunidad única
de encuentro con la misericordia de Dios.
La gracia de un momento único en la Iglesia
"Es
impresionante poder vivir un momento de gracia como este", señala Tamayo.
"Se abre la Puerta Santa, la puerta que ordinariamente se abre cada 25
años, y tener el regalo de Dios de pasar por allí, tener la bendición de la
providencia, de poder venir con un grupo de peregrinos, de amigos, de personas
que no vinieron a hacer turismo espiritual, sino que vinieron como verdaderos
peregrinos a vivir una experiencia de retiro espiritual".
Para él, estar
en la Plaza de San Pedro significa estar en el corazón mismo de la Iglesia, un
lugar lleno de la presencia de Dios y de un amor misericordioso que se hace
palpable. "Es algo indescriptible", afirma Tamayo. "Lo que
acabamos de vivir allí, en la presencia del Papa, nos llena de una esperanza
renovada".
El peregrinaje no solo significó una experiencia emocional, sino también espiritual y sacramental. "Confesarnos, recibir la Eucaristía y la indulgencia plenaria fue una gracia inestimable que Dios nos regaló en este momento de gracia", relata con agradecimiento. Esta doble puerta, física y espiritual, le ha permitido experimentar un encuentro profundo con el amor de Dios, confirmándole la misión que cada creyente tiene en la Iglesia.
La esperanza para todos: la enseñanza del Papa en la
audiencia
El Papa León
XIV, en su catequesis durante la audiencia, profundizó en el significado de
esta experiencia y en el mensaje de esperanza que Dios nos trasmite a través de
la parábola del amo de la viña. Para Tamayo, las palabras del Santo Padre
tuvieron una gran enseñanza espiritual.
"Nos
enseñaba que 'el Señor no se cansa de llamarnos', y que no importa cuán
perdidos nos sintamos o cuán lejos creamos estar de Dios, su misericordia
siempre nos alcanza", comenta Wilson. "El Papa nos recordaba que no
importa lo que hayamos vivido, no importa cuán perdidos nos sintamos, no
importa los pecados que hayamos cometido, ni nuestro pasado o nuestro presente,
porque hoy en ese presente Dios nos está llamando, nos está llenando de su
misericordia, nos está perdonando, nos está abrazando y nos está sanando'".
Para Tamayo,
estas palabras fueron particularmente conmovedoras, pues representan una
esperanza que toca el corazón de cada creyente. “Eso nos anima a seguir
confiando en la misericordia de Dios, a no perder la esperanza, incluso en las
circunstancias más difíciles”, señala. La enseñanza del Papa reafirma que, en
la última hora, en el momento más oscuro, Dios está presente y su amor no tiene
límites ni condiciones.
La participación de los laicos: un compromiso que
aviva la Iglesia
Wilson Tamayo
participa en este Jubileo junto a otros 110 peregrinos, acompañados también de
un sacerdote redentorista. Con mucha alegría, destaca el papel crucial que
desempeñan los laicos en la misión de la Iglesia actualmente.
"Estamos
llamados a asumir nuestra condición bautismal y a comprometernos de manera más
activa en la evangelización", afirma Tamayo. "Esta hora es la hora
del laico, la hora en que nos damos cuenta de que somos corresponsables en la
misión y en la transmisión del Evangelio".
El laicado,
según él, tiene un papel insustituible. "El Papa nos ha dicho en varias
ocasiones: 'No tengan miedo'", recuerda Tamayo. "Debemos arriesgarnos
a evangelizar, a ser sal de la tierra y luz del mundo". La realidad de
muchas parroquias, con una parte mínima de fieles que participa en la Misa
dominical, revela que los laicos tienen una tarea urgente: llegar a aquellas
almas alejadas, heridas, excluidas o que ni siquiera se sienten parte de la
comunidad.
"En
nuestras comunidades, somos los laicos quienes debemos llevar la Palabra y la
Eucaristía a esas personas que no están yendo a la Iglesia, a los que quizás
piensan que no tienen perdón o que ya no tienen esperanza", afirma con
convicción.
Un llamado a la misión: el tiempo de los laicos es
ahora
En su mensaje
final, Tamayo invita a todos los laicos a no temer y a aprovechar esta
oportunidad que les brinda la Iglesia en este Jubileo. "Este es el tiempo
de dar testimonio, de salir con valentía al encuentro de las personas,
especialmente de esas que están heridas y necesitan escuchar la Buena
Noticia", dice.
"Cada
uno, en nuestra condición bautismal y confirmada, tenemos una responsabilidad:
evangelizar, amar y construir comunidad. Mi llamado es a que renovemos nuestro
compromiso y que no nos quedemos solo en las palabras, sino que actuemos con
alegría y misión en nuestro entorno".
En un tiempo
donde la esperanza parece vulnerable, las palabras y la experiencia de Wilson
Tamayo nos recuerdan que la misericordia de Dios nunca se cansa de llamarnos.
La hora del laico ha llegado, y en esta jornada, todos estamos invitados a ser
testigos fieles del amor de Dios en el mundo.
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