Actualidad Nacional | Melania Emeterio R.
Sentencia por corrupción caso “Antipulpo”:
Negación de lo esperado
Tras cinco años de espera en los tribunales, y
con la formulación de cargos por parte del Ministerio Público, fue el pasado 13
de agosto 2025 cuando se dictó sentencia para las personas involucradas en
el sonoro caso penal conocido como “Antipulpo”, nombre irónico, considerado así
debido a las ramificaciones que presentó. Fue una suerte de monstruo de
corrupción que comprometió seriamente a familiares cercanos al presidente
Danilo Medina Sánchez: el señor Alexis Medina, su hermano, y la señora Magaly
Medina, quien fuera diputada, y también hermana del presidente Danilo Medina
S., y muchísimos otros implicados que hoy vemos con indignación, cuán
favorecidos han resultado.
Fueron muchos los involucrados en el “Antipulpo”,
por lo que se justificaban todas aquellas pesquisas y apresamientos llevados a
cabo, en su momento, por el Ministerio Público. La magnitud y calidad de las
personas involucradas, así como la cantidad de pruebas, y la descripción que de
ellas se hicieron, daban por sentado y creíble, lo dicho en boca del Ministerio
Público en el sentido de que se estaba ante la presencia de un expediente
blindado. ¿No sabrá el órgano acusador, lo que es un expediente blindado? ¿Por
qué no creer en esos fiscales cuando, además, el país vio el empeño, desvelo y
seriedad en la acusación que sustentaban, razón por la cual generó en la
población una alta expectativa de que se llegaría a una justicia ejemplar?
Como una ciudadana que observó todos estos
detalles de la fase primaria del proceso de acusación, apuesto, como un voto de
confianza, a ese Ministerio Público. Es un voto que nace del ansia de justicia
frente a la corrupción administrativa que destruye la moral y la esperanza del
conglomerado social que apuesta a la honradez institucional. Es un voto contra
todos aquellos y aquellas que ponen en juego, y en sus bolsillos personales el
dinero público. Es este un voto para mantener legitimada la confianza de que el
país incorpore, algún día, en su cotidianidad social y personal, la ética de la
decencia, de las buenas costumbres, y el castigo ejemplar a quienes infrinjan
la ley en beneficio propio o de sus allegados. La sociedad dominicana tiene que
negarse en todo momento a vivir al margen de esa esperanza.
Nunca habrá de olvidarse que, luego de una larga
espera, llegó el día crucial, y en la madrugada del 13 de agosto se produjo la
sentencia condenatoria en el caso “Antipulpo”, pero esta dejó a todo un
universo con el rostro duro, la boca abierta, y el espanto enredado en los
ojos: toda una burla a los anhelos de que la justicia enviaría una buena señal.
En todas estas expresiones faciales imperaba el asombro y la inconformidad,
como diciendo al mundo que, por más pruebas que se presenten, no andan bien las
cosas en la justicia dominicana, por lo que la corrupción sigue como si nada,
burlándose del país, y que la sentencia del caso “Pulpo”, robustece esta
afirmación. La jueza trató de explicar y justificar la decisión que resultó
beneficiosa para Alexis Medina, la cabeza principal de todo aquello, con apenas
7 años de prisión.
Las palabras de la jueza Gissell Soto Peña
sobraban en mucho, ya que la ciudadanía hace tiempo que comprende esas cosas, y
hace sus propias interpretaciones sobre este tipo de sentencia. En el
ensayo Granos de Polen, autoría de Andrea Evangelina Rodríguez
Perozo, hay una afirmación que, para juezas y jueces viene en buen momento:
“Las masas sociales tienen una secreta intuición, aun en las sociedades más
corrompidas y más analfabetas. Existe como innato el sentimiento de justicia, y
por más que todo lo tengan a veces justificado, son pocos los que justifican al
victimario”. (Pág. 112-113). La ciudadanía esperaba que al pulpo principal le
cupiera al menos una sentencia de entre 15 o 20 años, y a la hermana, una
sentencia que le hiciera sentir el peso de la justicia penal, pero no fue así.
Es por eso, que siguen y seguirán en aumento los casos de corrupción, el robo
del dinero público.
Pero mientras amargo estaba el paladar de quienes
anhelan un escarmiento judicial, felices y risueños estaban los beneficiados
con la decisión benevolente. La exdiputada, Magaly Medina quedó absuelta, sin
ninguna responsabilidad penal. Este caso en particular es el más extraño, pues
luego de la presentación de aquellas pruebas, resulta que, por la sentencia
dictada, ninguna tenía el mérito suficiente para incriminarla. Y así fue
desfilando un conjunto de personas que absueltas quedaron después de lo que
tanto se conoció de este caso de corrupción rampante. Suficiente tiempo tendrán
para celebrar a sus anchas, igual que ayer. ¡Que venga Dios y lo diga!
No pocas personas, en su descontento frente a
esta sentencia, atribuyen la culpa al Ministerio Público, pero buscar culpa de
ese lado ya es un círculo vicioso, pues se dice siempre lo mismo. De mi parte
sigo creyendo en la calidad de las pesquisas y en la acusación que hizo este
organismo de investigación, creo que están capacitados, aunque sus pruebas sean
contundentes no son, como en el caso de los jueces y juezas, dueños de la
decisión final. Para la barra de la defensa el M. P. no tiene capacidad de
nada, y sus expedientes son huecos, ninguna prueba es ni será válida. Siempre
me ha parecido que el discurso que desacredita al M.P, y la acusación
formulada, va dirigido no tanto hacia este órgano, sino más bien hacia los
jueces y juezas. Por eso, es que, a ellos/as fue que se dirigió Evangelina R.
en la cita precedente.
Analícese el escenario natural en que se mueve
cada uno de estos actuantes judiciales. Desde que inicia el proceso de
presentar pruebas, hacer pesquisas y elaborar el expediente acusatorio, el M. P.
comienza a ser torpedeado por la barra de la defensa de los imputados, y
mientras más grande es el caso de corrupción mayor embestida lanzan los duchos
abogados. Los abogados de la defensa son buscados por los imputados en función
de su pericia y maestría. Son experimentados en buscar estrategias escalonadas,
y van tras la búsqueda de la presea, que es la obtención de sentencias
gananciosas para sus clientes, y en virtud de esto, saben cómo llegar hasta
donde se debe llegar, hasta la cúspide.
No hay que confundirse acusando al Ministerio
Público, es en los jueces y juezas que hay que detenerse. Sus decisiones, con
frecuencia, están divorciadas del combate a la corrupción y del adecentamiento
de la sociedad dominicana. Por eso, tras la decisión judicial del caso
“Antipulpo”, hay que esperar que algo parecido ocurra en los gordos casos que
están pendientes, tal como el que involucra a Jean Alain Rodríguez exprocurador,
el de los militares, y otros. De todos modos, aunque de esta sentencia sigue
quedando un sabor amargo, no hay por qué renunciar a seguir combatiendo la
corrupción, y manteniendo el anhelo de una sociedad decente e implacable con
los corruptos y corruptores.
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